martes, 28 de abril de 2015

LA VIDA QUE CECILIA ME SACÓ


Hace frio en abril, tanto como en Lanús, pero en las afueras de Mar del Plata es peor. No por nada toda la costa atlantica argentina le da la espalda al mar, porque hace un frio del carajo, un frio de mierda que te cala los musculos y los huesos y te moja las zapatillas y te apuñala y te vence sin mayor miseria que el frio: una cosa que se te pega al alma y te besa hasta matarte. A menos que seas valiente, a menos que tengas un sueño, un sueño simple como el de Cecilia. Nunca estuvo realmente rota. Aquella vez que nos besamos detras de un Renault 12 blanco (o era un Torino, ella la vaca lechera y yo alguna suerte de toro nuevo?) ella me entregó su boca con verdadera simpatía. Nuestros dientes chocaban, nuestras bocas torpes hacian remolinos y ondas alrededor del barrio y Palermo se llenaba de magia debajo del cielo anaranjado. Era buena, Cecilia. Esa tarde se convirtió en mi hada madrina y mi entrepierna era un interrogante: nunca pudimos hacerlo pero lo habriamos hecho tarde o temprano, si no hubieramos llegado tan tarde a todo tan temprano. Esa tarde que me comió la boca, ella se iba a vivir a Mar del Plata. Estaban los viejos afuera, en la esquina de la placita de Chenaut, y nos abrazamos, encía contra encía, para decirnos esas cosas que se dicen con actos y no con palabras. Nuestras mieles eran tentativas vistas desde el punto de vista adulto. No nos tocamos, la calle estaba despierta y el viejo de ella era un tipo de pocas pulgas con una cara arrugada como si le hubieran dado cuarenta y ocho años de patadas bien merecidas, y su cara decia que sabia que eran bien merecidas. Yo era muy jovencito, tanto como quince o dieciseis años, ahora ni me acuerdo de la cara de ella, solo sus ojos rasgados y sinceros y esa tarde de melancolía. Y si, en Mar del Plata hace frio, pero me imagino que ya se debe de haber acostumbrado. Cuando llegó ahí a esa casita con patio seguro que se sintió muy abrumada. Había perdido esos edificios, esas navidades con el muñeco en llamas en el medio de la plaza, esa algarabía de la clase media enferma, pobre, ella, que era tan buena y tan sencilla, seguro que quería ser algo mas que una solitaria sonrisa en el living room de la casa ataúd de papá. Y eso. Y eso. Llegó y casi se muere. Un par de casas extrañas llenas de viejos huraños espiando a travez de las cortinas de las ventanas mal selladas, mientras el viento marino a ocho cuadras llegaba desde el este con canciones extrañas y fuertes, una melodia que se enrosca en el pecho, como si fuera un caballo sin nombre. Y llegar y desembalar y las cosas y las cajas abriendose y todas las cosas saliendo sobre un sueño extraño: baldosas grandes marrones y la iluminación de la tarde que no alcanza y abrir las ventanas, o mas bien las cortinas y todas sus cosas, sus chucherías de adolescente, unas remeras y un alhajero y unas barras de lapiz de labios que ahora no podria usar. 
Las chicas de pueblo que se pintan son todas unas busconas y deben de pagar caro por serlo. 
Un collar de perlas de fantasia, una carpeta de colegio que ahora no serviría mas porque tendria que empezar o retomar el colegio en un colegio nuevo, nuevas maestras y maestros, nuevos amigos, le pegarian? La llamarian nombres? Habria alguien que pudiera quererla? Yo creo que no. La pobre y simple Cecilia con sus sueños violetas. Hojas canson para el dibujo, lapices de colores gastados hasta el culo de tanto sacarle punta. Me hizo a mi algun dibujo alguna vez? Yo creo que si. Seguro debe de haber sido algo violeta, algo purpúreo, como le gusta a todas las chicas demasiado jovenes y demasiado dramáticas y demasiado mujeres. Deberian prohibir a las mujeres el violeta hasta pasados los veintiún años.
En el suelo del living se le apilan las cajas. El sonido de la cinta aisladora siendo tajeada y aquello que te daba sangre a las venas todos los dias cambia de repente de color: ni el cuero en el alma te queda de repente. Yo lo he vivido también, por cada libro, por cada toalla, por cada ropero compactado en un cajón de fruta y atado con hilo sisal hay un valle y medio de lágrimas que se viene y se va con uno, uno de esos por cada noche de cada dia de todos los años que se vinieron con nosotros. Y ahi ellos en ese living mistongo, la cara de alegria de ella, pese a todo. Que es lo que hay de malo con ellos? Nadie les dijo que es peligroso la búsqueda desfachatada de la felicidad? Hay en el aire de ese living salido de las casillas un tono general de alegre resignación. Hasta la abuela estaba en plan "moveremos los Andes a la derecha para que ni los Andes le queden a Chile". Comendable lo de la familia de ella. Tal vez algun negocio grande o la inutil imposibilidad de la trifulca sangrienta del dia a dia de la ciudad. Yo querría decir algo asi como que a esa gente la podrias armar con los Lego, que es algo mucho de muñeco de torta, de la generación MacArthiana, pero no. Pero no. Deberemos suponer todos que la razón por la que se fue de la capital fue una razon de peso mayor, una cosa de vida o muerte? Fueron inteligentes? Por que se iria uno del centro del mundo? Para que? Esas casas ensaguchadas a diez metros una de otra y cercadas con ladrillos obscenos hechos de conchilla y cemento donde se meten las arañas y las culebritas y la gente viviendo a base de rumiar queso y rumores que se cuelan a travez de las paredes que cada dia son mas y mas delgadas. Para que? Valía la pena? Cual fue el motivo? Nunca me lo dijo. Y no hubo mas que el siseo de una historia de amor, por supuesto, ahora ni para odiarla me sirve la señorita. Una vez recibí una carta y esa carta se perdió y hace poco encontré el sobre de esa carta, y en el sobre no habia nada adentro (muy apropiado) y en el sobre encontré su nombre, escrita con una letra redonda y adolescente y completamente primorosa y libre de enfermedad, y en el sobre habia un matasellos muy velado y desaparecido por el tiempo, de un color rosado (en realidad la tinta habia sido purpúrea, los de las estafetas postales también tenían la enfermedad de la tinta púrpura del amor) y recordé que se habia ido a Mar del Plata pero en Mar del Plata no hay nadie con ese nombre. Pensé en mandarle una carta, pero las cartas son para las personas de carne y hueso. Las llevan hombres y mujeres a otros hombres y mujeres que no me conocen ni sabrían reconocer la importancia sanguínea de mi cartita de merda, el por qué... las razones pesadas y turbulentas de mi misiva enloquecida. Porque Cecilia un dia se fué y no me dio ni tiempo a enamorarme: esos besos eran ilegales y contraproducentes para la salud. La policia nos habria buscado si supieran lo que deberian estar buscando. Mis jeans eran azules, yo no era un rebelde, no estaba contra el mundo, yo era todo, completamente amor. Antes mucho mas que ahora, pero siempre lo mismo: dame un poco de amor y unas palabras tiernas, sentidas y amables, y venderé mi riñón por vos en Mercado Libre y pagaré la comisión contado efectivo. Ves lo que te decía? Esas casitas tristes al lado de que-mierda-es-ese-lugar-donde-fue-a-parar. No me importa demasiado que hoy en día sonría y que yo no entienda el verdadero por qué de su gran felicidad , no hay derecho. No hay derecho alguno. O si? Maestra en una escuelita de Don Orione con perfíl mas bien rural y comedor infantil, con los dientes un tanto torcidos y amarillos, dos hijos, el delantal de la escuela, querida por todos, con el pelo crespo medio blondo por el mal teñido y el salitre horadando el mal teñido, la piel reseca, granos, gran sonrisa  de Disneylandia, como un bebé imperfecto funcionando perfectamente, amante mujer, madre amante, embebida del sol ámbar y amante del amor (letras hechas a mano con pintura para tela con los nombres de los dos niños, en colores esta vez, con amor de: Mamá, en las almohadas), los ángeles cantan por gente como ella: emparejada con un indio simple con sonrisa de media dentadura, el pelo recortado al rape, casi totalmente raso como sus ambiciones, que le promete ninguna Luna, ellos duermen esta noche debajo de tres frazadas, como animales prehistóricos en una cueva, con los dos niños en el medio, en la cama que hizo el hombre con sus propias manos, y se quedarán los tres dormidos iluminados por el tubo del televisor y la nieve estática blanca y negra los bendecirá por siempre jamás y sus rostros no los podré olvidar hasta el dia que me bajen a mi tumba al ras de la tierra, a esta tierra amarga que desde cualquier ángulo apunta hacia un barrio de clase media baja cerca del mar donde los niños se columpian en una plaza torcida, y las mujeres cosen su propia ropa sin prisa entre mate y mate y piensan en pedir bombachas por catalogos de Avón, colgantes cromados, y cadenitas. Pobre Cecilia. Pobre la pobre y sencilla y tonta Cecilia que se convirtió en el mar. Con todo lo que yo quería darle. Pero me dejó solo aqui, pensando en ser el mar, cuando yo sabía que solo yo podía hacerle entender que solo yo puedo ser el mar, pobre, pobre Cecilia, todo lo que le saqué sin querer hacerlo... Algun dia se le va a nublar el cielo del living y se va a tener que poner una polera muy gruesa, a rayas, naranja y negra, hasta el cuello y en el líving va a llover muy despacito y finito y se va a acordar de mí, muy levemente, y ni siquiera va a poder recordar mi rostro, y me va a necesitar a mi, a mi cara, a mis dedos, a mi mano en su cintura, a mis encías y a mis labios y mi aliento a tabaco, a mi, que nunca le dije que me pidiera perdón, o que me mandara otra carta con algo más que mis ganas de mirar adentro.

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