martes, 25 de febrero de 2020

BUENOS AIRES, 25 DE FEBRERO, 2020

Cuando era chico yo pensaba que el percudido de el centro de cada lente en mis gafas la producía la intensidad de mi visión.
Era verdad. Yo nunca tiraba los lentes o los dejaba descuidadamente en cualquier lado. 

Estaba mas bizco que Clarence el león de Daktari.
Ni siquiera sé por que nadie se acordaría de Daktari. 
Recuerdo al actor principal vestido como un verdadero idiota y ese león dando vueltas por ahí en un balancín de dopa del recarajo.
Los anteojos. Cuanto los quería. Los odiaba. No veía ni mejor ni peor con ellos.
Una vez los perdí por un dia entero y mi abuela fue al colegio a pedir que los busquen y los encontraron en una cloaca rejilla donde yo me había comido una lombriz para caerle bien a quien fuese. Por 30 años más nunca volví a usar lentes. Ahora uso lentes otra vez.
Leo biografías para soliviantar el vacío de autopasquinete que azota como un vendaval mi corazon de puto cagón.
Rock n roll.

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