viernes, 11 de enero de 2019

11 de enero 2019

Emocionalmente devastado. no tengo ánimos ni para acercarme al piano a tocar algo. Físicamente bloqueado. Mi tronco central es un campo de batalla. No hay fuerzas para ir a comprar algo para cocinar. Cualquiera que haya tenido una depresión severa crónica por una o dos décadas sabe de lo que estoy hablando. Fumo, me siento, miro desde la silla la ventana del balcón. El cielo es de un azul fuertísimo y la luz del sol que pasa paralelamente a la ventana me hiere los ojos. Sé muy bien que si salgo a ver un poco el mundo con los rayos del sol me va a hacer mejor, poero acabo de comer y mi cuerpo solo funciona para reciclar la comida. Dolores estomacales. Falta total de motivación. un dia estoy bien, otro dia estoy haciendo musica y sintiendo sensaciones celestiales, los proximos tres dias son de una inoperancia total. Camino por los museos en soledad.
No voy a los museos a ver las obras ya: voy a ver gente. Mujeres. Guapas, rubias, limpias.
Paseo por el Malba con el secreto anhelo de hablar con alguna de ellas. me siento entonces en la entrada del museo, en un banco, me cruzo de piernas y prendo el primero de cinco cigarrillos. Una morena sentada al lado mío, y el pensamiento. la miro de costado. Antejos obscuros, semblante neutro. de vez en cuando saca su celular para ver como van las noticias del día. Miro al frente, me doy vuelta, miro la avenida, pasan los autos. Diez, veinte, cinco mil mujeres. Nucas, pelos largos, pelos cortos, ojos del color del aguamarina. Ni una mancha en sus ropas, frescas, saludables. Mientras yo por dentro crío un monstruo enjaulado que naide quiere acariciar. Me encojo en mi gruesa campera de jean. Grandes nubes grises en el cielo convolutan y se retuercen lentamente, baja la temperatura, la gente se va yendo de a poco.
Parece que va a llover.

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