lunes, 16 de diciembre de 2013

La guitarrita

Quiero rendirle sentido homenaje
a todas esas casas de guitarra de la calle Sarmiento
y a las de Talcahuano tambien
esos dependientes de esas tiendas
mojigatos y elitistas y reconcentrados
en hacer dinero con los pobres pibes
que no sabian nada mas que de querer rockear
entrabamos por la puerta y era el paraiso
y algun caracùlico nos atendìa, harto
de todo de la gente y de la no-gente
uno entraba con una guitarra vieja y preguntàbamos
que podiamos hacer con esta cosa vieja y ajada
UN ASADO! respondia èl tipo detràs del mostrador
y nos ibamos enfurecidos
porque el señor y la señorita no podian
darnos una respuesta amorosa
(descubririamos mas tarde que si eran
gentiles, cosa rara, era porque teniamos algo
de dinero en los bolsillos)

Quiero rendirle un sincero, grave homenaje a todos
esos chicos ungidos de gloria que rezongaban
porque no todo el mundo podia pagar tres mil
dolares por una Les Paul 50th Anniversary

Entrabamos a fisgonear, relamiendonos
pensando en ese rock and roll pensando en comprar
una cuerda suelta, tal vez un pedal de efectos
unas pùas o un cable, y esos dependientes nos
miraban como diciendo: pendejos de mierda, haganse
profesionales:
tenian el pelo largo a la moda
tenian un trabajo facil, una remera negra,
y tenian una actitud severa, como de algo mucho mas
importante que nosotros,
pero ellos tenian lo que nosotros queriamos
que tal vez podiamos comprar con plata
que nos daba algun jefe despòtico
o algun padre o madre o abuela cariñosos
entràbamos, digo, en esa vida del pasado,
a que nos entendieran
de alguna manera
pergeñando algun satisfactorio intercambio
a sabiendas de que lo unico que nos podria amar
ahi dentro
serìa un pedazo de madera
muerta
con cuerdas enganchadas en el lomo
y esas cosas extrañas que venian de Japòn o Indonesia
o de Lanùs, pintadas de colores brillantes,
nos mantenian despiertos hasta bien entrada la madrugada
no era una mujer
no era el estudio o un trabajo estupido
porque uno podìa fallar delante de los mejores
ser rechazado por lo mejor de lo mejor de la humanidad
en los hospitales
en la calle y en algun trabajo
incluso entre amigos
pero esas guitarras, de alguna manera misteriosa,
nos querìan mejor
 mantenian el nivel de locura a raya
cuando todo el amor del mundo no podia hacer lo mismo
te daban una voz donde uno no podìa siquiera colar la voz
el blues era mi blues y el tuyo y el de ella y èl
y en la oscuridad de la tierra
donde nadie te regala un beso
esos pedazos de madera muerta
me decian que yo no era tan mala persona
y que las cosas
iban a estar bien

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