sábado, 14 de enero de 2017

PODES ESCUCHAR ESOS BAJOS?



- Podes escuchar ese bajo? Escuchà ese bajo.

Cachito tiene unos cuarenta y nueve años, y mi padre unos mas, yo tengo unos cinco y soy muy cortito, pero los recuerdo desde arriba, como si yo hubiera sido un angel revoloteando por la casa. A veces me pasa. Cuando todo se pone triste y azul, mis recuerdos vuelan hacia atras y vuelan, vuelan alto. Me ha pasado antes de entrar en las bocas de los que quiero, en mi sopor, en mi sueño, y contarlo todo como si fuera Jesus adolescente en el templo.

Acaso es todo lo que uno hace, no?: cuidar el negocio de su padre.
Papà doblaba de costado la cabeza y asentìa. Apuntaba la oreja. Eran buenos los bajos. Epocas de vinilos y cintas magnetofonicas. El revuelo de la reuniòn. Mucha gente. Big party. Hace decadas que no voy a una, que no me invitan a una, nunca hice una yo. Demasiadas lagrimas en estas ultimas decadas. Los tiempos trocaron en acritud. No puedo deshacer lo que ya està hecho, no encuentro manos. El telefono està muy silencioso. A veces suena, a media mañana, y todo legañoso voy yo a atenderlo, sin esperanza alguna, pero tal vez con un poquito, un chiquitito asì, y levanto el tubo, digo hola o buen dia. 
«Querido usuario de Personal o Movistar, tenemos una oferta imbatible para usted». Cuelgo Escucho las cumbias retumbar en Balvanera.

- Podès escuchar ese bajo?


No sè que fue de ellos. Tal vez viven.

Espeche estaba sentado al piano con una gran sonrisa. Un tanto canoso, ratonil, amable, cordial, buen aura. Sentado al piano y tocando. Tocaba rock. Rock al piano. De solo recordarlo me lloran los brazos al escribir esto. Tocaba rock and roll en el piano vertical, ese piano vertical pùlcramente pulido y lo miraba a mi viejo de una manera picara, con un brillo de vida en los ojos, una chispa sagrada. Mi padre sonreia con su delgada cara india. Reconocia que era un àrea donde el no habia entrado, en su afan patriotico. Diez años mas tarde, entre el sopor del Alplax, tendria que soportar a su hijo y su guitarra electrica.

- Who died? Quien muriò? Que fue de...? Alguien sabe algo de alguien?

- No lo sè, hablemos entre el ruido, entre las trompetas de Louie Armstrong. Parece que lloraran.
- Que tema es?
- Saint James Infirmary.
- Este lo conozco. Mi hijo tambien lo conoce. Lo escucha en el Winco.
- Pero solo tiene cinco años.
- Ya sabe como poner el tocadiscos solito.

Y era verdad.

Pero en esas reuniones a mi me gustaba espiar. Me gustaba abrir los cajones. No se si alguien me estaba relojeando. Simplemente, cuando uno tiene 5 años, tiene todo el derecho de meter la mano donde uno quiera por el simple hecho de ser no solo ininmputable, sino completamente escrutable. Todos sabemos como son los adultos. Te matan con caricias y te tuercen el pescuezo con mil mentiras. Porque la gente que te quiere, cuando te quiere mucho, te miente un monton.
Me gustaba meter mano en los cajones. Olerlos. Meterme en sus roperos. Tocar su ropa. Ver sus mantas, sus sacos, sus collares, sus billeteras. Ver sus fotos. Intuir sus amores y sus cariños. Imaginar intensidades.

En la cocina caliente por el horno encendido calentando las empanadas, un pastor aleman yaciendo en el suelo con cara de embole. Grandes ojos marrones, bestiales y profundos. Me acerco. El perro gruñe.


- No lo toques, que muerde.


Cachito esta atràs mio. Creo que el tambien puede morder.


- Que es eso?

- Es un microondas.

Voy y toco una perilla giratoria con mi manita.


- Tampoco toques eso. Es muy caro. Si lo rompes, tu papa no me lo va a poder pagar.

- Si que va a poder.
- No, no va a poder.

Tengo fotos de una de esas noches. Estoy vestido con una remera roja y unos shorts rojos. No hay drogas en mi cuerpo. Soy rubiòn. Me siento bien. Acabo de empezar en esto que es la vida. Se me quiere. Se me sabe en medio de un huracàn. Mis padres se han separado hace un año. La ultima vez que los vi juntos fue en una plaza cerca del Botanico. Uno de mis padres me preguntò:


- A quien querès mas? A tu papa o a tu mamà?


Yo tomè la mano de mi papà y la mano de mi mamà.

Terminè viviendo con mi papà.
Mi padre muriò en un hospitalucho hace trece años de una sobredosis de pastillas. No se le hizo velorio. Murio a las ocho menos cuarto de la mañana. Sus manos estaban tibias todavìa cuando lo toquè. Solo la punta de los dedos estaban frias. Mi viejo tenia unas manos muy hermosas. Al mediodìa ya lo estaban cremando.
Una decada y media despues, yo duermo en la misma habitaciòn donde mi padrè se orinò encima antes de que llegara la ambulancia.  «No quiero vivir mas», me dijo balbuceando. Tenia los ojos vidriosos, recostado sobre su flanco izquierdo, hacia la mesa de luz. En la mesa de luz habìa una carta que terminaba con las palabras: «Dios y la vida mandan».  
Bajo su mano extendida hacia la ventana colgando de la cama, habia una ultima colilla de Viceroy sobre la alfombra. 
Guardè esa colilla por un largo tiempo dentro de una cajita vacia de Tic Tacs de naranja. Hace unos años tiré la caja y la colilla. Fue dificil decir adiós. Tardé muchos años.

Me gustaba meterme en escondrijos, en lugares, en esquinas, detras de las puertas. Ver de otra manera. De una manera que los adultos no pudieran entrar ahi y que esa vision fuera solamente mia. Me gustaba subir las escaleras de esas casas de diseño, yo no tenia escaleras en Palermo. Me gustaban las vidas de los otros. Me gustaban los horarios nulos y prohibidos, me gustaba la canilla libre de torta, la Coca Cola, ver sus maquetas de arquitectura, sus grandes agasajos me llenaban de exuberancia, de adulaciòn y misterio. Casi me creì santo. Cuando crecì, el halo en mi cabeza desapareciò. Me retaban mas seguido. Alguna que otra vez abrì un cajòn para tomar dinero. A fines de los noventas dejè de ser agradable, supongo. Coincide con la dècada en que empecè a escribir y a hacer musica. Cuando uno revuelve un tacho de basura, el hedor retrasa y ahuyenta. Dejè de ir a reuniones familiares. Me hice algo mas que un misàntropo: aprendì a amar el odio para conmigo mismo y los mios. Los amigos se desvanecieron como un diente de leòn en un viento fuerte. Me hice amigo de los libros y de la musica por default desesperado. 



- Podès escuchar esos bajos?


Su bigote, su chomba, su camisa. Los pelos de sus brazos. Los pelos negros en su alma.

Si me paro al lado de èl, sentiria lo mismo que entonces: un pudor animal y descolocado.
Tendrìa un metro de altura, los cachetes bronceados y el alma pendiendo de un acantilado. Las cosas no han cambiado mucho. Los bajos siguen sonando. Se escuchan. No extraño mi niñez. Probablemente solo haya sido un agridulce preàmbulo a esta desgracia que me oprime la cara contra una roñosa pared. Me gusta aùn tomar helados. Fumar cigarrillos aunque no quiera. Me gusta que no me gusten ciertas cosas. No me gusta la humillaciòn. A veces estoy tan triste que empiezo a vomitar bilis de solo ver mis paredes. 
Espeche tocaba rock and roll bluseado, como de Louie Armstrong y yo lo miraba a mi padre mirarlo. Triangulabamos informacion esencial. Lo recuerdo intensa y patentemente. 

Observando a mi padre, aprendì de èl y de mi mismo. Me fundì en los otros. Si no se sabe, deberia saberse. Me sentè en la pendiente y me deslicè lentamente hacia abajo a travez de los años. Recuerdo esos bajos, tambien el suelo de màrmol de esa casa: marròn con tiras blancas y negras. Un gran equipo de musica de los antiguos, transistorizado y potente. Japonès. Para abrir el deck de casettera, habia que abrir unas portezuelas de vidrio templado. Habia luces rojas y verdes. Un ecualizador. Un perro grande que gruñìa. Recuerdo el nombre: Rà. Como el dios egipcio. O era una diosa? Los egipcios tenian perros? Creo que les gustaban mas los gatos, porque los gatos, como los egiupcios, guardan mil secretos de alcoba. Sì. Corrìa el vino y volaban las rosa a principio de los ochentas. Todo el mundo tenia pelo en la cabeza. Ibamos en taxi hasta Vicente Lopez con cien empanadas en una bandeja en la falda, apiñados atravesando la noche fresca hacia las lomas del conurbano norte, un norte facil y excitante, tal vez el unico que me han prestado desde entonces. Guitarra criolla con funda de cuero. Es noche de folclore. De guitarra criolla y charango. Los adultos y los niños beberàn alegremente. Habrà rayos y pòlen en el aire, todo serà fructuoso. Recuerdo a mi viejo diciendo que habìa tratado de armar un conjunto folclorico, pero que nadie habia podido ponerse de acuerdo con a que corriente folclorica afiliarse. No podian decidirse el estilo que querian tener. 


- Podès escuchar esos bajos? Profundos, potentes, perforan las orejas. Cien por ciento japonès.


Un desfibrilador aquì, por favor.

Todas las cosas que yo nunca podria tener, querria tener, o querria tener y no podria tener. 
Me gusta esa pistola en la cabeza desde el principio de los tiempos. En realidad, no me gusta ni me disgusta: està ahi enfrente de los ojos de uno, como un pròcer, como un dios, como agua de vida. No me pertenece. La crearon la pobreza, la tragedia y la mala suerte. Las historias apòcrifas, un poco de verguenza y mucho de mala suerte de clase trabajadora. Estaba en los ojos de mi abuela, estaba en los ojos de mi padre y està en mis ojos tristes. 
Es la joya mas grande de la familia.
Sangraban las trompetas desde los parlantes importados japoneses. Risas en el aire, un tren militar negro que se despide hacia el norte y hacia el oriente: es el adiòs hacia la tumba de mis ancestros catamarqueños. Se cocìa algo y yo lo sabìa. Y se cocìa algo en mi y ellos lo sabìan. O iba al mèdico y el mèdico me clavaba agujas de acupuntura por toda la cara y las muñecas preguntàndome de mis cosas, y yo decìa: NO. Era un japonès parecido a Toshiro Mifune que me aseguraba, con bienvenida sinceridad, de que lo mio era algo grave. Usaba un delantal y tenia un ozonizador en la oficina. Fumaba bensons que apagaba por la mitad porque estaba dejando de fumar. Benson and Hedges. Los apagaba por la mitad. Yo no sabìa nada de nada y el lo sabìa todo y eso me parecìa injusto porque nunca me decìa nada, y mi padre me decìa que èl tambien lo sabìa, lo que yo tenia, pero no me lo decia.
Tanto drama para decirme que era esquizofrenico? O... demente? O...
Empecè a sentirme sucio y culpable y las hormonas reventaban en mi cabeza. Se iba delineando el monstruo.
Todos disfrutan de los cuadros de Van Gogh, pero nadie quiso meterse en ese campo de trigo cuando Vincent se puso la pistola en el estòmago y tirò del gatillo. Se tomò una ultima taza de cafè con la ultima moneda que le quedaba y los cuervos se lo llevaron un dia de un sol muy amarillo y muy potente. 
Yo tengo unos pocos amigos y mis pocos amigos son asì. Estoy pensando en tres o cuatro personas y nunca los he visto dar una limosna. 
Nunca. Ni una sola vez.

Bueno, al menos mi abuela tenia mano para cocinar. Las empanadas eran buenas. Salìan por cientas del horno.

Un dia, los bajos se callaron. El dueño del equipo de mùsica se enamorò de otra mujer. Su esposa se enterò y lo cagò a trompadas. Vino a casa, borracho. Aquì, a Balvanera. Lloraba. Decia que querìa tirarse por un acantilado con el Peugeot 504. Yo le dije que no lo hiciera, que habìa muchas cosas por vivir, que si sentìa dolor, por lo menos estaba vivo.

- Mira las cosas que me dice el pendejo este!


Mi padre nos miraba.

Mi padre nunca ha dejado de mirarme desde entonces.
Y yo nunca he dejado de mirar a nadie desde entonces. Nadie viene a visitarme y se està muy bien asì. De vez en cuando, el telefono me dice que he sido seleccionado para una oferta increible que no puedo rechazar, de ninguna manera.
Cierro, entonces, esta pàgina, porque es, tambien, una oferta imposible de rechazar.



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