sábado, 18 de enero de 2014

35.

Es un hecho, sorprendente, pero completamente inusual. Dios me ampare debajo de las alas de esta ex suburbia. Estoy en una estaciòn de tren en un pàramo salvaje de tibia jungla verde, de sol entre ramas que son como dedos de amor. Parado en el andèn, me encuentro perdido, pero en viaje. Mucha gente està conmigo, tambien estàn en alguna suerte de èxodo, aunque no puedo escuchar lo que dicen. Son primero una turba, despues una multitud, de un andèn y del otro el movimiento de gente es extremadamente acuciante, paren casi hormigas negras, sin rostros discernible, locas, con cabeza y brazos lungos, con piernas muy juntas, con rostros cetrinos donde hay dobleces esfumados, ensayos de humanidad. No puedo ver mis brazos, ahi viene el tren, ahi viene el tren y emprenderè un viaje, serè libre de viajar y de perderme màs y encontrarme, con suerte saldrè librado de toda este populacho meloso cuando me baje diez mil kilometros mas allà de toda esta pringosa gentusa... y todo este sol, todo este sol berreta naìf entre las lianas y los cielos llenos de verde y hojas gruesas! Tropilla vegetal. Aquì viene el tren, y es una cosa cuadrada y llena de algun sentido fragil y emocional, una cosa pintada de amarillo con una ventana en la cabina, y se bambolea como si estuviera borracho de trabajo, de peso, es un tren cansado. Algo caliente. Y dios sabe que yo soy un viajero cansado, porque mi ser aqui dentro me dice que la tribulaciòn no ha cesado nunca. Aquì viene el tren. Respiro aire de jungla, de sol caliente, de cables forzados al maximo en maquinarias cuyas turbinas electricas estan al borde del colapso. La muchedumbre se apiña, en el anden de enfrente y en el que estoy parado la ansiedad es extrema. Vienen a buscarnos. Somos presa. Se abren las puertas de los vagones con un sordo siseo, entro por una, adentro hay sombras y tenues reflejos de las hojas verdes del exterior. Hay aire, pero no respiro. Los pulmones son pesados, llenos de una humedad reciclada en un millòn de cuerpos negros. Son todos extraños, vibran, despiden electricidad condenada por algun tipo de anhelo extremo, secreto a mi discernir. batallo contra ese sentimiento, pero la sensaciòn de que otra vez nos han tomado por el cuello de la camisa del alma es casi imposible de resistir. Entran como ganado. Son la gente que me da miedo, son la muchedumbre, son los ellos. Es mi unica oportunidad de hacer este viaje a ningun lado y a todas partes, son los ellos que vienen desde todos lados, las ànimas sin recogimiento que haràn de este paraiso terrenal un mercado sin ningun Jesùs con un làtigo proveedor de toda razon y justicia. Ellos quieren ir, viajar, marcar, dejar la basura de sus pieles en los lugares hermosos mas recònditos y salvaguardados de todos los universos, el tuyo, el mio, el de ellos. Dejaràn su pintada al spray en la piedra prehistorica y un par de stickers cabezas y no nos diràn nada. Y aqui salimos de el tùnel de la jungla hacia la aventura de la ciudad, felicitaciones... mas allà, donde hay mas luz. Se inflaman los gruesos cables de alta tension, goznan las ruedas y los carretes, como en un tren de cartulina y papier machè, se doblan los hierros viejos de las carrocerias y titilan luces y siento que en mis pulmones se revuelven ratas asquerosas y que cada uno de mis compañeros de viaje tensan los dedos en sus negros brazos de petròleo porque se saben al igual que yo al borde de la catàstrofe, pero està bien, està bien. Acaso se està incendiando algo debajo de la cama? Que me crucifiquen todos los fasntasmas que hay en esta habitaciòn del tren si no hay algo prendido fuego debajo de la almohada. Algo que escondì porque debia salvaguardarlo de todo, de todo lo que soy y del miedo que debo preservar. Inclusive lo que destruye mi alma, lo que soy, lo que fuì, la energìa que debì, debo y deberè ser. Oculto. Un paquetito atado con amor con piola de barrilete o de caja de pizza. tiene que haber una diferencia, hay que elegir. No lo toquen, por lo menos por un tiempo hasta saber estratagemas de escape alternativas. Voy a quemarme vivo! Prendo la luz, estoy hecho de huesos helados, envuelto por frios trapos y en mi cabeza viven mil pajaros exhaustos. Dios me odia! No creo en Dios, por ende Dios se ha colado en mi corazòn como el peor de todos los miedos, por figura de Juez Mayor, por la Barba, por el libro que dicen dejò escrito y el que nos hacian leer en esas fabricas de monstruos que llaman centros educacionales, escuelas, campos de concentracion de todo lo horrible, enseñados por frias y arrugadas lesbianas con la cara de goma, por ende, mi cruz de goma, mi cuello inexistente de rafia blanda y dulce caramelo.Requerir la paternidad de algùn pobre Dios menor en la salida de todas las angustias, medir el pavor, comulgar acordemente a la magnitud de la desgracia. Esas no son mis cosas. Me digo y me repito, a ver si algun dia me lo creo. Pero... no aùn. Aùn con las cosas que me gustan. Caminar como con un tambor en el pecho. Hacer mùsica todo el tiempo, decir, comunicar, estar ahi tirando el mensaje al espacio para que los aliens vomiten o tengan fiesta de parkas, o de togas, lo que sea, hacer, hacer todo el tiempo, mascullar y rumiar, profunda y cavernìcolamente, sensaciòn refrescante repetida que auna los sentimientos de duda con respecto al caràcter! Estar ahi, ser un soldadito del amor sin verguenza, estar haciendo todo el tiempo, indagar en uno mismo, retozar y pensar mucho y tomar mate y sentir que el calor es caluroso y no importa, mientras cae el sudor por mi cuerpo porcino y pecaminoso, pifiarla, empezar de vuelta, ser curioso, escuchar las explosiones y saber que ser uno mismo tiene su lujo, una cosa suntuosa, erotica y heroica, una cosa de uno solo en un universo donde no puede haber otro que no sea uno solo, y las manos que nos requieren, pedazos de Fer hacia afuera, de vez en cuando, una cosa de ser un poco un hèroe con su heroìna, un tanto sombrìa, pero que es de uno, un folklore, en contra de todo, relamerse, probar bocado de la oportunidad y sentir que està bien. Seguir jugando.
Cuarenta grados y sigue subiendo la fiebre. Quiero ganarle a la sensaciòn tèrmica. me vengarè de Buenos Aires o dejarè de llamarme Ernesto.

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