miércoles, 21 de octubre de 2015

EL MUSIKANTE



Alcanza esta inmovilidad el punto de congelación total. No importa que reciba visitas, si se levanta muy temprano en la madrugada torturado por terribles pesadillas , o si se acuesta temprano con un poco de comida en el estomago mientras los autos abajo del departamento rugen tratando de tragarse de un solo bocado el incipiente fin de semana. No importan esas cosas. En la cabeza de un músico desempleado importan solo tres cosas: una mujer, una guitarra, y él mismo. Cómo se llega a tal situación en donde los llamados telefonicos no importan sobremanera, nadie lo sabe. De la misma manera que los locos y los desencajados de la vida terminan en la calle durmiendo solo abrigados por cartones, podridos de muelas y soliloqueando a cada cachetazo del soplido del viento, el muchacho está solo y no sabe hacia donde vá, se pregunta si alguien piensa lo que él piensa de hacia donde va, si es que va hacia algun lado, y los dias y las noches, como transcurren, alguien lo sabe? Se dice: esto es hermoso, alguien lo sabe? Solo una palmada en el hombro y sería suficiente. Tomando el punto de vista del consenso general sobre el éxito, un músico debe ser famoso, cobrar cantidades ingentes de dinero por cantar sobre: cocaína, barrios bajos, mujeres muertas y la importancia infinita de la union de los pueblos. Este no es el caso. Hay un profundo silencio en la estancia. Hace frio, la frente tiene fiebre, el palpitar del corazón es peligrosamente irregular. En el ceniciento suelo de madera, tambien llamado parquet, en la penumbra del cuarto, hay siete colillas de cigarrillos apagadas con el pié desnudo. Nuestro muchacho, por el quien nos preocupamos todos, tiene puestos unos gruesos auriculares, el pelo grasiento estirado hacia atrás de manera que las orejas de murcielago no sean obstaculizadas por los pocos mechones. En calzoncillos, en la madrugada, sobre una silla incómoda, una pierna sobre el muslo contrario a esa pierna, la mano temblando sobre el mouse de la computadora. Sobre la falda, una vieja y noble compañera: una guitarra acústica con un agujero como la boca de untiburón ballena de donde salen unos sonidos precarios, primitivos… unas notas menores ominosas y solemnes, el gemido exhalativo de un nacimiento, el parto de una estrella lejana. Ha hecho esto por decenas de años. Sin garantías, ni postres, ni excesos, muchos errores sí, pero no importa: cada uno elige su campo de batalla y la manera en que se lanza a las lineas del frente. Cuando una canción no sirve, se guarda como medalla, y uno se lanza al siguiente cuerpo que pueda avistar el ojo y el oído, y todo es una batalla, cruel, dulce, justificada singularmente… sin testigos mas que el odio y el amor, la paz despues de la tormenta del hombre. La cara tensa iluminada por un monitor de computadora, el muslo temblando casi patologicamente por el ligero peso de la guitarra, la mano temblando por las manos que sostienen el debil balance de tensión y ligereza sobre el instrumento que se caería a pedazos si fuera descuidado. En el borde del monitor que con la luz trasfigura la cara deformada del pequeño artista, hay una estampita de San Expedito, detrás de el monitor, sobre la pared blanca, sucia del manoseo de años, hay una escritura en marcador indelweble que le recuerda a su único Dios: «Comprar CD-Rs». Y debajo de esto: «CAJAS Y IMPR.». A lo lejos se escucha una sirena de bomberos, que se hace mas intensa a medida que, a travez de los auriculares, se descubre que el incendio es cercano, y la tragedia inminente: el agua no lo apagará, el fuego será extinguido con lava, con pecado, con sonrisa, con derretimiento secreto de costumbres obcenas.

Se aprieta el boton de grabar y las luces interiores de un hombre comun y corriente se hacen extremadamente intensas. Años de hacer lo mismo de una manera espasmodica y consecuente hacen que cuando algo en el hombre se afina de tal manera y se convierte en un cuchillo certero, todo calle en derredor. Peligrosa tarea. Quien sepa que tiene una misión sin algun tipo de reditúe, se arriesga a perder las virtudes mediocres que el hombre común lleva como obligatorio documento en el bolsillo de cada pantalón y camisa: amigos, amor, prestigio, trabajo, dinero, salidas sociales, autoestima. Las credenciales hacia el éxito. Entonces, la pista en blanco del programa de computadora empieza a correr y la verdad será revelada. El sucio será sucio y penado, el sufriente será sufriente y penado, el iluminado brillará sin astucia aparente mas que la luz, y claro, tambien será penado por ley, el bravo peleará a su manera. La hechura de la canción es caricia y es garrotazo, desde tiempos inmemoriales. Nadie sale indemne. Corre la pista virgen de grabacion, chata como el pecho de una adolescente, hendida por acordes monstruosamente delicados, hay un descreimiento del universo entero en este musitar de medianoche. El pavór a el fallo. Tiemblan las ventanas por el viento manchando el vúmetro, un eructo descuidado, piernas tensas sobre el suelo y la ceniza preeliminar antes de expelir el aliento que todo lo calmará con un inmodesto y anónimo acto de desmesura controlada. Una enfermedad como paliativo de la vida. El asco a la institución, el miedo a ser normal. Los ojos se cierran para ver. Las cuestiones del dolor, de la cura de el dolor de los dias, del amor y del vomitar, tratarán de ser soliviantadas con toda la delicadeza o toda la rudeza del mundo. Y la locura. Esa amiga tan puta. No hagas esto nunca, amigo, amiga mia, no hagas canciones, la sinceridad del acto, de cualquier acto, solo trae verguenza. Los hombres enteros, los hombres potentes, los ganadores de la vida, los doctores de la Comarca General de La Sonrisa solo tienen hobbies: el dinero vendrá de discursetes que engendrarán mas disertantes de aula de universidad y hacia la máquina del dinero. O, hazte plomero, o barrendero municipal, y vive las mañanas silbando, que tampoco suena tan mal, ya que los barrenderos no solo levantan mierda con pala, sino tambien dinero con la misma pala. Tal vez el pobre musikante ha tratado de entrar en las rendijas de esta vida oficial sin mucho exito. Pájaro extraño, aquel a quien llaman hombrecillo. Unas solicitudes por aqui y por allá: el silencio por parte de las autoridades pertinentes para la entrada a la cueva de los trajines mundanos pagos. Wow, ramillete de desgracias! Y la decepción, y de vuelta a «palacio y caverna», a que no le importa a nadie, verdad? Estúpidos! En la calle, abajo, desde el balcón, los fumadores de droga se desperezan en actos de piedra, a cada inhalación, y las patrullas de policía, con sus luces azules muertas barren el empedrado de las calle con una bulla proporcional a la muerte que esparcen como un negro pólen. Hay una música esta noche que sale de la garganta de un hombre vivo, y nadie atestiguará que no ha matado a nadie. Igual algun dia vendrán a buscarlo, porque quien haga semejante ruptura, quien disrrupte el discurrir de Nuestro Ocaso, está loco, o es peligroso, o explotará sin mas al lado de nuestros mejores hombres y mujeres de la comunidad. La pista virgen del programa de computadora escupe teoremas clarísimos desde cada cuña y cada pico de colores que aparece con cada arpeggio, torpes, si, vivos, por supuesto, maravillosos?, el mainstream de saco y corbata y lentejuela empieza a vomitar solo después de las dos de la tarde hasta las cinco de la mañana del dia siguiente en el Faena Art Bureau & Complex. Por aqui, forastero, chupamos verga como dios manda: se usan medias en jirones y calzoncillos estampados en China. Tenemos hongos tóxicos áureos en las uñas de los pies, nos caemos borrachos delante de los espejos, escondemos la sangre; cinta aisladora para pegar los pedazos de las partes inhumanas heredadas por una genética centenaria de tiempo de guerra que nos ha convertido en flores monstruosas al observador incauto. Somos, los musicos itinerantes de la medianoche y los actos solistas demasiado solos, como Frankensteins hechos con las piezas putrefactas y aparatosas de la matanza de nobles y extraños animales; nadie querria semejante gentuza hecha pedazos, nadie despreciaría el calcio de nuestros huesos. Diente al diente, zircón platinado al corte del diamante. El homenaje, pequeño, sincero, de parte de un par de locos inadaptados con sus cuerpo hechos trizas por la mala fortuna, vendrá en el formato de un melancólico brindis breve. Piedad? Pues claro. Una gota. Ni que decir de los maravillosos de siempre que «te apoyan desde siempre». Solo dios sabe lo que gastan en gel para el pelo y la colección completa de novelas y arte y ensayo de Anagrama. Los lomos son muy bonitos, sabías?
Corre como loca la pista virgen y de tan virgen que es, es hendida por un sinnúmero de vergas lechosas y duras que no hacen mas que violar y violar. El acto de hacer musica grabada es la perversión de la majestad del silencio. Hay recovecos profanados, sangre, semen, flujos licuados, hay un grito de un animal salvaje siendo desventrado escandalosamente en cada milisegundo. Hay abejas obreras gigantes pariendo elefantes de siete cabezas y en cada cabeza hay un pensamiento que incita al encuentro, al mismo tiempo que a un monstruoso desvínculo. Se funden las ideas de soledad y companía, los conceptos de vida y muerte, de humanidad e inhumanidad. Lo unico que se esclarece es que hay una grieta donde la zozobra pide cinco minutos como absoluta reina. Nadie lo dice, pero es así. En cada acorde se mata al padre y a la madre, y se reconstituye a cada autor de la historia como madre de cada padre y madre, y se eleva al cielo una plegaria pagana con un pedido de socorro, y el permiso divino a procrear, con torpes movimientos de cuerda percudidas, una prole que solo quiere sacudir con viva vida todo aquello que ha nacido muerto, y todo aquello que es potestad como montaña, o el color escondido de lo que creemos que es el cielo, el tuyo, el mio, el de él, que está ciego y cree que tiene algun derecho a respirar… y apuntar el dedo a aquél que necesita ya algo más que la palabra perro. Acaso aquel que destruye dioses ajenos convierte a los feligreses a un nuevo tipo de odio… cercano a los preceptos a los que que juran responder. Entonces uno piensa: como se ahorca a un nudo de horca? Sin pies ni cabeza, celular e instintivo, bestial, si, bestial, así se toman las horas de la noche con unos pocos y torpes rudimentos de lata y madera para enviar tan peculiar mensaje, cualesquiera que sean los mensajes. Balbucear, exprimir, reprimir las horas donde la garganta se seca en un desierto de silencio que se podria cortar con una hoja de afeitar, de tan grueso y de tan denso. Muralla contra la que se estampa la cabeza la humanidad cucaracha. Las ondas de radio, flotando sobre su cabeza, tu cabeza, mi cabeza, y la lengua testigo que se crispa cotejando este nuevo momento, tan final como la muerte, que trae zozobra porque se sopesa la importancia de quebrar un mandamiento sagrado. Rodará una cabeza, o varias, habrá sangre y la criatura será desmembrada si notamos un solo paso en falso, una palabra fuera de contexto, inclusive aquellas tiernas debilidades ahogadas en el tiempo diurno conciente, aplastado será el monstruo, quemado y enterrado. La pista virgen ha sido machacada como el trigo hecho harina, y lo que queda es un producto rudo y volátil como la polvora, se puede observar presintiendo lo deforme o que resignifique aquello que ocupa espacio por estéril, pero debe ser dejada en paz durante unos momentos… llama a la quietud cautelosa del espectador: es un niño recien nacido vulnerable a los agentes extraños y externos de un mundo nuevo donde cualquiera y cualquier cosa es motivo de la apertura de un nuevo frente de masacre. Tacto. Silencio. Respeto. Asco, inclusive. Callar… callar… Aprieto la tecla de STOP. Transpira mi cabeza, tiemblan mis manos, me siento enfermo: estoy enfermo. La intensidad de esta pausa en la realidad de mi muerte me ha dejado vació y la saliva en la boca se ha secado inmediatamente desde el comienzo y mi garganta es un infierno. Prendo un cigarrillo compulsivo, dejo la guitarra en el suelo, con mucha delicadeza: es tarde, en el piso de abajo duermen, hay ancianos, hay enfermos, yo soy uno de ellos. Pero con guitarra. Nadie sabe que existo. Nadie sabe a ciencia cierta que sé que solo soy un demente a quien le han dicho que hay una luz en cada estrella, Hijo del Sol, como me han llamado, aqui como me planto, no-nacido.

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