lunes, 19 de enero de 2015

EL GRAN SUEÑO NEGRO



Las bombas caian sordamente a unos pocos metros. Eran poderosas pero silenciosas. Apenas si escuchabamos un ultimo gemido por aqui, o un gozne humano por allá, ahí donde se vaporizaban los cuerpos, donde se disolvían las cabezas, quedamente, un sombrío burbujear. Boom, gone.
El cielo se transformaba en una cortina plateada a plena tarde. Parecía llover, pero solo era polvo y ceniza en suspensión en el aire mientras los cuerpos de los caidos se volatilizaban.

- Mi teniente, la tropa tiene miedo.

Los ojos azules del teniente estaban hechos los de una serpiente, una serpiente vestida de verde, bajo capas de dura tela, una y otra, como pieles una arriba de la otra tapando un cuerpo frio y tenso.

- Es lo que hay soldado. Mañana tal vez sea nuestro turno. Peleamos en esta batalla sin cuartel contra  el diablo mismo y ahora mismo estamos surfeando exactamente sobre la cola del Maléfico.

Se esuchó un estruendo y por sobre los pozos de zorro salieron eyectados sendos tanques miniatura y en ellos estaban nuestros padres enfermos, nuestros hermanos disidentes de nosotros, nuestros propios amigos muertos en combate, en una estela azul plata los tanques con nuestros recuerdos se propulsaron hacia la muerte de los rayos vaporizadores y una lagrima enorme pareció invadir y ahogar el campo de batalla: cuarenta kilometros de infinito desorden, el infinito del horizonte doloroso.
Volví hacia mis hermanos de batalla y dije, secamente:

- Tenemos ordenes de resistir hasta mañana. Por lo menos. No podemos rendirnos ahora, no importa cuando poderoso sea este Satán.

Fui hasta la pequeña mesa de campaña en el pequeño bunker y tome una lata de sardinas ya abierta. Ahi dentro descansaban cinco peces. Los ojos abiertos, las bocas abiertas.  Cuerpitos de plata, sueños congelados por siempre jamás.
Golpeé la mesa con furia y estupor. Mis ojos se abrieron como platos.

- Somos putas en el universo de la cópula. Si solo hubieramos sabido...

Los miré. A ellos, mis niños.

- Habriamos caido en la cuenta si alguien nos hubiera advertido con madurez sobre lo que podia ocurrir. Ramirez, que hicimos mal?

Ramirez me miró consternado. Despues habló.

- Nos dirijimos empenachados a la muerte ahora. Acaso vale la pena pensarlo?
- Tal vez si pensamos muy fuerte podriamos salvarnos del dolor. No es cobardia... un soldado de mi rango podria ser ejecutado por cobardia si... solo quiero saber antes de desaparecer...

Una granada mental vaporizó a solo unos metros a cuatro desgraciados ciegos, que se volvieron grises y se disolvieron en el plata de las nubes bajas y ominosas. Las nubes eran los cuerpos. Los mártires no eran vengados por nadie. Las víctimas eramos los actores designados del acto específico de perder. Habiamos dicho: si. La cortina final estaba cerca, y parecia casi amigable, aunque no parecia ser justicia.

- Fuimos precavidos, pero no lo suficiente. Tal vez nos dejamos estar, tal vez fuimos demasiado niños. Por demasiado tiempo. Me cago en la puta...

Me acomodé el casco y contuve la respiracion por un minuto pensando en esto. Me empezaron a temblar las manos y la boca se me secó. Cuando yo era niño, mi madre me encerraba en el baño por portarme mal y yo lloraba, ahi dentro, mirando los blancos azulejos de las paredes, como si me ahogara en leche, fria, mojada. Estaba aterido, asustado.
Mi carcel y la de este pelotón de miserables habia sido nuestro cariño, y así me hice soldado.

- No tenemos más opción que ser por siempre unos corazones sangrantes, soldado.
- Perros de la guerra! - , dijo alguien.
- Sin caricia pero sin correa...! - , dijo otro.

Otra bomba de pensamiento y el cielo se tornó púrpura y gris, a solo unos metros, y diez bastardos solitarios mal alimentados se convirtieron en la arena del tiempo. Un triste viento mínimo se los llevó hacia el otro lado del espejo, y cuando fueron convertidos los escuchamos gimotear mientras eran expulsados por los ángeles.
Un girón de ropa por aqui, una pulsera de fantasía por allá, una carta de amor debajo del sofá, un chocolate a medio comer. Gusanos. Una canción anónima. Zapatos del muerto.
Los objetos de los olvidados, mas tristes que cien millones de muertes.

- Y pechar, pechar contra todo y contra todos, soldado. Escuche debajo de estos rayos, debajo de estas bombas, lo que encontrará a la distancia en su mente y en su corazón es el mar. Y debajo de el murmullo ensordecedor del mar está el magma de la Tierra, cocinando petroleo, y recalentando el oro de los hombres. Sobre estos tesoros nuestros por los que peleamos todavia quedan algunos pequeños pájaros y debajo de estos pajaros, entre la Tierra y el Mar, entre las nubes de los condenados por los rayos, están los sueños sucios de los hombres. Los pensamientos residuales permeabilizan los sueños de los hombres para los que peleamos y para los que tiramos bombas sobre otras criaturas también confundidas. Somos solo un montón de idiotas soñando un sueño negro, soldado.

Un chirrido en la radio, electrónico y seco y repentino.

- Comando Neuromental, posicionarse en el sector G2 conjuntamente con Tango 3 a las 1600 horas y listos para avanzar.

Esos eramos nosotros cinco, aunque hace veinte horas eramos mas de un millón. Eramos los ultimos de una camada, pero el mundo se encargaría de hacer mil millones más de nosotros a travez de la historia: mas locos, mas enfermos, mas enojados, mas tristes y mas violentos y mas apasionados, muy enfermos y muy cansados. Nos arrojarian desde algun hermoso avión contra las flores en sus macetas y romperiamos las vasijas y los platos y quemaríamos las toallas y enchastrariamos toda la alfombra con nuestros sets de química y prenderiamos fuego los flecos y nos destrozarian por ello. Nos destrozarían. Nos mandarian en penitencia al rincón y nos partirian como alas de mariposa. Solo para seguir con el plan divino. En el nombre de un amor antiguo y muy harto de todo, con besos de veneno, y con ojos de cenicero.
Miré de vuelta a la tropa, hombres que nunca habian dejado de ser niños.

- Soldados, si fuera creyente, rezaría.

Un soldado se adelantó a travez de la cortina de sonidos de interferencia electronica y dijo:

- Nadie cree en Dios aqui, señor.
- Es verdad, repliqué. Pero si tuvieramos uno tambien nos dejaría asi de solos. Recuerdo aquellos viejos poemas, no sirvieron. Asesinados, en un manojo negro, como perros en un patio de escuela. La tropa de los perdedores, no es asi?, son aquellos que no tienen el corazón muerto. Y este es nuestro ultimo día aquí, parece. 

Entonces me di vuelta y esbocé una pequeña sonrisa

- Sonrían caballeros, moriremos por el honor de aquellos que nos suicidaron. 

Tome mi fusil de protones y cuarenta suspiros de antaño cuando niño, y recordé aquellos dibujitos animados de la infancia en donde el perro con el sombrero de cowboy se moría mil veces, el cuerpo pinchado por las balas, los agujeros en el cuerpo chorreando liquido hacia la tierra. Un perro dibujado, sin  dolor y sin sangre. Que era lo que decia ese personaje, ese perro? Que la tragedia era una liviana y sorpresiva letanía repetida una y otra vez, ensayo de muerte tras ensayo de muerte, pero siempre graciosa.
Decia: Es la ley del Oeste...

- Gente, ya lo sabemos todos. Es la ley del Oeste...

Salimos todos corriendo en nuestras ultimas fuerzas, y eramos angeles azules, el recuerdo vivo de un sol inmenso fuera de cualquier tiempo y huérfano ahora de lugar y pensamiento.
Saqué la cabeza afuera del bunker y la ceniza de plata se hizo de mi, coronándonos a todos y me sentí estúpido y entonces grité:

- ALGUIEN TODAVIA PIENSA EN COMO HUBIERA SIDO TENER UN HIJO??!!

Y fuimos vaporizados con un desesperado pincel y un gran lapiz, y las cosas que eran, ya no las soy mas.

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