lunes, 13 de noviembre de 2017

LA PIZARRA

LA PIZARRA

Estoy mas cerca. Parece ser una superficie del color de la pizarra.
Me distrae el agua debajo, negra como el interior de una boca insondable.
El agua no se mueve. Mis pies no producen ondas o fluctuaciones.
Arriba mio solo hay un halo purpúreo sin distancia discernible.
No creo poder tocarla con la mano. La división delante mió permanece en silencio.
Tengo muchas cosas para preguntarle. De que está hecha, cual es su proposito general.
Acaso tengo yo que acercarme? No parece llamarme por mi nombre.
Siento una completud en observarla. Extremadamente liviano
pero no desfallezco, tampoco me yergo como antinaturalmente lo hago.
No hay un llamado del dolor ni de la alegría. Muevo un pié hacia adelante
y aún asi no puedo sentir solidez en mi movimiento. Nadie me lleva, nadie me trae
nadie me atrae, no hay ni arriba ni abajo. Conozco mi nombre pero
no mi propósito o el el del muro que hay adelante. Doy otro paso sobre
la pátina liquida que alivia mis pies. Estoy cerca. El muro o la película
tiene una textura parecida a la crin de un caballo, muy fina, muy negra.
Tengo manos. Levanto mi mano, una sola. Toco. Un solemne regocijo
en extenderme, ténue sin laxitud, potente en mi unidad.
Soy la arena del tiempo y mi rescate está en los gorgeos de cuando niño.
Recuerdos de el sol. De los rostros embotagados por el sol y el calor.
Los otoños mirando por la ventana de la casa de mi abuela y el rio de agua
de la inundación del barrio por lluvias de siete dias seguidos.
Salen mis memorias de mi plexo hacia la pizarra que abre sus cabellos sutilmente.
Mis dias entran en la crin de el caballo de las eras y dejo entonces reposar mi frente
en esa testuz salvaje, en la vorágine poderosa que lo disoluta todo.
Hoy he partido hacia el mas acá, mas cerca tuyo. He vuelto para contártelo.
Sonrío aún juvenil desde mi blues de todos los tiempos. Ah, si pudiera
hacerte entender el agravio de todos esos relojes con los que corríamos
supuestamente hacia adelante para nacer de una buena vez, cuando lo que
había que hacer era esperar a limpiar el espiritu de la ceniza y de los
huesos y de la carne. Viajeros hermosos, nos expandíamos y nos contraíamos
para conectarnos, eramos erráticos y pesados, atados a un pavimento que
nunca nos contestaba las preguntas.
He vuelto sin manos a tocarte, sin piés para llevarte y convertirnos
en la columna infinita de estrellas que alguna vez fuimos, exaltados, hechos uno. 
Solo tocar la insoportable piedra de tus dias y apartarla del canto que yace
bajo ella. He vuelto para contártelo.

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