lunes, 4 de septiembre de 2017

EL CIEGO

Cuando era chico
habia un boletero en la cancha de polo al lado
de mi casa
era ciego, con su baston blanco
y su chambergo y su camisa blanca sin
planchar
y una de esas caras que lo ven todo que es como ver una montaña a catorce kilometros mas allá
Y pasaba por la ventana de mi casa en Palermo y mi papá me decía: andá a ayudarlo a cruzar la calle.
Y la calle era una calle cortada por donde no pasaba nadie y yo iba y le decia, señor, lo ayudo a cruzar la calle? Y el ciego me decía: Sí.
Probablemente el tipo sabia entonces muchas cosas mas de las que yo sé ahora cuarenta años después, pero me dejaba tomarlo del brazo. Me gustaba agarrarlo del brazo y sentir esa masa caliente, muy caliente debajo de la manga del saco grueso. Caminabamos despacio. Eran solo diez metros, pero eran unos buenos diez metros. Entonces el señor iba y levantaba el pié y subia el cordón de la vereda con su viejo zapato marrón y entonces yo lo soltaba. Tal vez me decia gracias, o un hasta luego, pero se iba, caminando entre las hojas secas de eucalipto en el suelo, abajo del sol, hacia su trabajo, en un verano tórrido. Y yo lo miraba irse, entonces me daba vuelta y veia a mi padre sonrerime. Extraño muchas cosas, pero a mi padre y a los ciegos es lo que mas extraño. No necesito a Borges, Borges me la suda, necesito gente común que no pueda ver mas allá de lo evidente. Extraño eso: el brazo de un anciano invidente y los dientes de mi padre. La cara de mi padre, Las caras de mis tios. Los abrazos de mi tio. Extraño tanto a los ciegos que me estoy volviendo ciego. Yo no necesito la poesía: los versos y las puntuaciones y los acentos y los sentimientos son como un bowl con comida de perro en una mesa dorada a la hoja y enjoyada con esmeraldas y rubíes. Que vengan los ciegos. Tengo tres amigos ciegos. En el psiquiátrico conocí muchos ciegos. En Tribunales conocí mas ciegos. En el calabozo de la taquería eramos cinco ciegos jóvenes y una manta sucia y orina en el suelo. Eramos jovenes y estupidos y ciegos. Ahora ya me vuelvo viejo y sigo estando ciego. Pero este ciego en particular, con un trabajo en particular, con un saco en particular y con todo ese rescoldo interior quemándome la manita es el mejor ciego que conocí. Era un folklore gentil. Era un trecho breve pero los efectos secundarios fueron terribles, y maravillosos.

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