sábado, 7 de noviembre de 2015

LAS SATANISTAS COJEN MEJOR


- Usted es un atrevido. Se me insinuó. Sin pudor alguno.
- Y que? Ahora estas con tu mano en mi chota y yo ni te pedí que me la tocaras.
- Sos cualquiera vos. Te hacés el lindo.
- No me hago el lindo, vos me invitaste a ver el campeonato mundial de samba carioca y la primer comparsa de la noche se electrocutó en el escenario en una tragedia. Se quemaron los musicos como si fueran parripollos. Ahora estamos en tu casa. Prendiste un sahumerio y te puedo oler la concha.

Maricarmen frunce la nariz.


- Yo... no... puedo oler mi concha?, y si, los musicos se prendieron fuego pero por lo menos di el primer paso.

- El paso ya estaba dado, y vos estas enamorada.
- No estoy enamorada. A mi me gustan altos y lindos, vos medis un metro setenta, y tal vez menos, y tenes veinticinco kilos de mas, te faltan catorce dientes y te pusiste en pedo con media caipirosca.
- No estoy acostumbrado a tomar bebidas blancas, ni que decir de las conchas blancas. A mi me gustan bronceadas y rellenitas, vos pareces un ekeko pintado de amarillo y tenes el pecho chato como una tabla.
- Algun encanto debo tener, campeón. Miráte esta lengua: te puedo repartir una tabla de quesos con estas habilidades.

Maricarmen sacó la lengua he hizo maromas y saltinbanqueadas.

Héctor aplaudió moderadamente.

- Ver para creer, pero primero deberiamos entrar en confianza, antes de hacer pelotudeces. Ya te dije: no me gustás.

- Ah claro, y por eso estas huyendo despavorido de mis dedos, porque no te gusto.
- Me dejó blandito la bebida.
- Sah claro, ya veo que estas blandito, flancito de manteca. Cerveza? Porro? Una soga para que te ahorques?
- No gracias, ya me iba llendo.

Maricarmen apretó con la mano, Héctor Alfonso soltó un ligero ulular y volvió a hundirse en el sofá.


- Hija del diablo.

- Gilazo timidón.
- No tenias nada mejor que hacer esta noche que joderle la vida a algun boludo.
- Soy una chica muy proactiva, siempre obtengo lo que quiero.
- Tambien sos vegana.
- Ovolactovegetariana, y me gusta la banana.
- Que lindas estatuillas esas ahí en la repisa esa. Sos budista?
- Satanista. Ese es Astaroth. Es el decimoquinto príncipe de las tinieblas. Si repetís el nombre tres veces baja a la tierra y se encarna en el ministro de economia de Scioli.
- Vas a votar a Macri?
- Voy a hacer algunos votos porque esta noche salga todo bien con un boludo como vos.
- Ahhh...

Hector Alfonso respiró hondo e hizo recomposición de lugar y se dijo que la chica no era ni: linda, ni agradable, ni muy brillante, era como estar en Parque Centenario pero rodeado de maniquíes con ojos de perlas falsas, o volver a la infancia para ver como el dia se nublaba en el parque de diversiones sin haber él subido a la montaña rusa. Héctor quería que lloviera en ese momento, pero era una linda noche de verano, estaba bastante silenciosa la noche..., calor, una ternura solo aparente, se estaba tierno, habia algo pendiente en el aire, como el suicidio infinito de la alegría... No se sentía ni bien ni mal, pero era sofocante. Algo andaba errado. La mano en su verga era huesuda y caliente, y transformaba el miembro en una serpiente roja pulsante y asquerosa que rezumaba gotas lubricantes desde el pequeño agujero del glande. Maricarmen dijo:


- Chitón.


Y bajó hacia la verga y empezó a lamerla. La cabeza, el tronco, lascivia, experticia, juego amplio, por aqui y por allá, y Hector sonrió, malevolamente... Tenía una erección, y la boca de Maricarmen era amplia y perfectamente sucia. No la quería, no sentia nada por ella, igual daba que fuera una bolsa de residuos llena de telgopor adentro, pero era un buen comienzo de la noche. Desde los anaqueles, Astaroth sonreía mórbidamente, y otros entes y figurines de colores oscuros hacian muecas dementes y sordas, pintadas sobre una arcilla salvaje, iluminados por las mortecinas velas rojas y negras.

De pronto, Héctor sintió algo en la boca del estómago.

- Maricarmen...

- Mhh-hmmm---? Guedepaga queguito...?

Maricarmen tenia la boca llena.


- Maricarmen, tenes que decirme que nos tenemos confianza. Si no, no puedo...


Maricarmen levantó la cabeza soltando la pija y sonrió, la barbilla llena de glóbulos de saliva.


- Claro que nos tenemos confianza, nos conocemos hace dos horas.

- Pero, hay confianza de la buena?
- Deberia? Lo que hoy es bueno podria ser malo mañana.
- Pero tenés que decirme si hay confianza.
- Hay.
- De en serio? Hay confianza?
- Hay confianza.

Hector Alfonso se rajó un pedo alarmantemente largo, profundo, grave, ácido, estremecedor, asqueroso. Maricarmen salió como expulsada por alas mefistofélicas volando de la cama, llevandose consigo las mantas de lana y soltando repentinamente el falo. Trastabilló con una lámpara hippie, cayó al suelo con la susodicha lámpara y su correspondiente cable enredado en una pierna huesuda y torpe, y se incorporó con una cara horrorizada y atónita, noqueada por el olor nauseabundo del tétrico pedo y tanteando las paredes entre la penumbra nebulosa del cuarto.

Héctor reía. Los ojos le brillaban, mórbidos y estúpidos y maliciosos. La noche venía bien. Alegría!

- Que pasa, Mata Hari, no me dijiste que había confianza? JAJAJA!!!!

- Te CAGASTE EN MI CARA!
-  Es un pedito, tontita, no me dijiste que habia confianza?
- TE CAGASTE EN MI CARA, FORRO DE MIERDAAA....!

Maricarmen se restregaba la cara y los ojos llenos de lágrimas con la manta de lana, a punto de vomitar, mayormente por la sensación enfermiza que le provocaba la humillación sufrida. Por lo general, podía ser mas cruel que ningun hombre, pero este no era el caso, y la noche era joven, y algunas decisiones debían ser tomadas.

Héctor tenia el Fiat Spazio estacionado en la vereda. Miró por la ventana y ningun grillo cantaba. Estaba oscuro, pero estaba brillante. Observó a la mujer, que amagaba ora con reirse completamente derrotada o vomitarle sangre de vampiro como en esa pelicula El Exorcista, pero no le salía, en realidad no podía hacer nada... simplemente porque las cosas no estaban saliendo como ella lo había planeado. Ella quería tener a un idiota esta noche, pero el tipo era demasiado idiota. O demasiado estúpido o demasiado suicida. Le gustaba. O, pensaba que podría gustarle, o la intrigaba, o no sabía lo que era porque era algo nuevo. Algo nuevo o algo muy viejo, en realidad... El viejo vicio de matar al padre después de muerto vuelve loco hasta a la mas gauchita. Algo era cierto, pensó: No podia ponerse peor. Algunos tipos se iban, otros se quedaban y trataban de cagarte, este Héctor directamente se había cagado en su cara la primera vez que se ponian en bolas para fifar. No podia ponerse peor. Afuera aullarían los lobos y los coyotes en las montañas púrpuras de Transilvania, pero no habia lobos y coyotes en Hurlingham, no había montañas púrpuras, ni un castillo medieval de donde tirarse. Nada temblaba, nada era imponente. Todo mas bien era impotente. Era un barrio pobre, la gente no se iba de ahí, se quedaba, se moría ahi, enceraba los autos viejos los domingos escuchando musica de mierda, en chancletas, hastiados porque habían sido engañados una y otra vez. Pequeñas vidas, pequeñas muertes. Tragedias triviales a quien nadie prestaba mayor importancia.
Héctor la llamó con un pequeño silbido desde el sofá, aun con la verga al palo. Se manoseaba los huevos. La pobre Maricarmen se mojó toda. Era humillante, los cortes y las fracturas le dejaban pensando, suspendida y sin humanidad. Era el mejor amor que conocía.
Una polilla se lamió un ojo en la oscuridad del cuarto en el vértice del techo, observando y pensando con su pequeño cerebrito.
Maricarmen fué. Se acostó. Volvió la cabeza ahí abajo, inspiró y se la volvió a meter en la boca, estaba tibia y dura y grande. Era un retrasado mental, y probablemente ella tambien, pero al menos sabía como chupar una pija y la pija que estaba chupando era una buena tranca, linda, como un misil en miniatura. Los huevos le tocaban la comisura de los labios, y cuando esto pasaba, expelido el aire a travez de los vellos nasales, de la nariz de Maricarmen se escuchaba un sonido parecido al de una persona sentandose en un gran almohadon de cuero. Entonces Héctor se descargó completamente y Maricarmen le regaló la visión divina de ella con la boca abierta dejando que todo el esperma se estrellara y reposara  violentamente sobre su lengua rosada y viva, y su garganta, y su barbilla. Era digno de un tutorial profesional de estudios de  otorrinolaringología. Sucio, sucio... hermoso. Él la tomaba del pelo y la obligaba a que siguiera chupando más mientras la cosa se ponia blanda entre estertores. Maricarmen no reprochó. Ni siquiera respiró. De niña había hecho ballet acuático, esa diciplina ahora rendía a fruición. Cuando no pudo mas, la sacó y se dió golpes en la lengua con la vara, confundida y obediente, autoinflingiéndose la ignominia del silencio y la represión, como una vaca en el matadero. Esto la ponia mas mojada y la hacia sentirse mas estúpida y mas sucia. Héctor tenía los ojos cerrados y no la soltaba del pelo, con el puño lívido y tembloroso, probablemente pensando en Carlitos Tevez, tan gay y estúpido y chato como era... Con el otro puño, aferraba la sabana, que en la punta opuesta aún conservaba fresca grumos del semen del hombre del dia anterior. Orines territoriales, recuerdos de viajes.
Héctor no tenia trabajo, Maricarmen tenia un fondo de comercio de ventas de paquetes turísticos locales. Hurlingham era una localidad interesante. Había que sacarle el jugo. Héctor hizo un cálculo de duración de la efectividad de la emoción a muy corto plazo teniendo en cuenta este primer encuentro y le dió a la relación casual... un año, entre e-mails y mensajes de texto, siempre y cuando ella subiera unos kilos y que a él no se le acabara el esperma en los primeros quince dias. Nada de trabajar, solo vivir, garchar, tomar mate, escuchar música, dejando que la hembra del hogar se encargara de la fluidez economica de la casa. Maricarmen olia el semen contra su nariz, su cara contra el pubis de su nuevo amante. 
"La vaca sobre el pubis del toro, despues de pacer languidamente, y la vaca lo pensaba". 
Sabía bien. No se podía comparar con nada. No habia nada mejor que un macho largandote la leche, en la boca, en la cola, pero no la vagina. El pene aparentemente gigante contra sus parpados cerrados, los buhos en los postes de luz, meditabundos y anestesiados, cubiertos de llagas y piojos, materia idiota que trataba de inflamarse en la noche y hendir, y herir... Ella era la primera en caer. 
A veces las noches pueden ser muy largas. Ella era la primera en morir. Después venia él detrás, a dos cuerpos, corriendo espumado. La luz profunda no era necesaria. Había huecos, se calafateaban, se vivía en la tragedia del hundimiento sin más.
Ambos estaban ya enamorados. Principalmente de ellos mismos, pero lo estaban. Algo es mejor que nada. La duda de algo mayor a uno mismo es el afrodisíaco mas grande del mundo, y si aún así tampoco funciona, estaba bien de todas maneras.

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