domingo, 5 de febrero de 2023

Ya no escribo cuentos...

 

Primero me saqué las zapatillas. A las seis de la mañana. Salio el sol, grande y naranja, era marzo, volaban los cuervos en los médanos y no habia ni una barba de choclo en el suelo, solo unos yuyos esporádicos cincuenta metros atrás de la playa. Me pinché con un abrojo extraterrestres y putié al Universo, me babeé sobre mi barba y me dejé caer a la arena, viendo como el mar se llevaba mi orgullo y escuchando en mi mente a todos los marineros de la historia cagarse de risa en mi cara y diciendome blandito y maricón. Como mi mamá, como mi papá, como mi hermana, como mis amigos. Deseé tener una correntina gringa chupandome la pija solo para hacerme olvidar de mi flatulencia mental. Me pasa eso, cuando tengo problemas quince minutos despues estoy mirando porno en la computadora con una madre sueca de los 70's con la cara llena de leche en un par de hermosas, naturales, perfectas tetas blancas con pezones rosados hinchandose con el zoom de la cámara de 16 milimetros mientras vuelan los chorros dec esperma hacia el cuello , la cara, el lente, el istmo, los inlets, el agua el hielo, la calma criogénica erótica de una era donde no importaba el sida, las enfermedades venereas y las caras de poronga como la mia, los cuerpos perfectos o los aullidos de Tom Jones. Pensé, aqui es el lugar donde puedo respira por siete segundos sin preocuparme. Me tumbé en la arena y cerré los ojos, piojos, gusanos, soledad.De todos colores, para repartir. "Trae a tus amigos, sé el alma de la fiesta!". Me tiré boca abajo con la cara en la arena. Podia sentir gotas de sudor de mi frente caer al suelo de silicio y deseé ser enterrado en Buenos Aires o en una gran pileta natural de semen sueco, igual me daba. No había musica de fondo, no había rubias de cristal de bacccarat con ojos celestes con maytals en las manos con sonrisas de porcelana esperándome cerca mío, ni siquiera una mabulancia del cualquier pedorro hospotal local. Un fuerte dolor de cabeza me subio por el cuello y deseé estar muerto, no sentir nada mas. El rugido del mar era insoportable del mar en mis orejas y la jaqueca de cerveza atacandome a las siete de la mañana como pulsantes cortinas de escarabajos rojos tomandome la nuca y poniendome literalmente con la cara contra el piso. No me asombra que Alejandra se tapara la cara con una mano con el putrefacto sol de Miramar. Había que salir de este lugar viejo y triste. No podias tragar agua salada dle mar, desde Ensenada venian todos los soretes de la Capital a cuatrocientos kilometros de distancia y yo era uno de esos soretes. Decidí dar un profundo suspiro y decidí que ya había dado suficientes suspiros hondos a lo largo de toda mi vida y que era lka ultima vez que suspiraba hondo, pero entonces me di vuelta con la cara arriba y cuando quise respirar hondo me ahogué con mis propios mocos tabaquicos y me erguí de repente resoplando la nicotina y el alcohol, dañandome aun mas ya el curpo rechoncho y palido que envolvía mi alma. Sabía que estaba solo y que seguyiría solo aunque estuviera acompañado, solo, aunque siguiera las reglas del juego que seguian los demás, solo, aunque rompiera algun hipotético molde y explotara como una granada de fragmentación cubvriendo de mierda todo mi mundo próximo, pero no habia mundo proximo, nadie a quien embarrar con mierda o con mis calzoncillos. No me respodería ni el honor de mis jeans o los colores de mi escarapela perosnal, nadie, nada, nunca.

Me levanté de la arena sucia. "Mi pájaro se ha hecho jaula, ahora que haré con el miedo", habia escrito la Pizarnik, que murió a los treinta y seis años pesando cuarentay nueve kilos con cincuenta pastillas de seconal en su esmirriado abdomen como ultimo nido. Cuanta razón creia haber encontrado solo ella pudo haberlo sabido, aparte de lo que nos dejó escrito.

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