sábado, 3 de marzo de 2018

EL VIEJO VELARDI

Toda la media mañana conversando en un Burger con un viejo de 86 años de apellido Velardi. Piel y huesos. Camina 50 cuadras por dia haciendo changas para las oficinas de la zona del microcentro. Su padre o su abuelo hizo la campaña italiana en Libia en la primera guerra mundial, y su padre huyó de su pueblo en Italia meridional, en la costa enfrente de Yugoeslavia, vio algo de la guerra, de la cual hablaban en el dialecto de la zona. Velardi nació en 1933 y está sentado con una vieja chomba lila y unos pantalones azules y una gorra azul de una compania de seguros. Barba de cuatro dias. Me dice que no ve de un ojo, por las cataratas, Lo operaron de el ojo pero no sirvió de mucho. Tiene 10 dientes y cada dedo de las manos es largo, fino, blanco, y se mueven con agilidad. Me dice que nunca se enfermó de nada porque desde chico le enseñaron a comer sin sal. Hizo la conscripción en el Regimiento Motorizado Nro 3, en el año ciencuenta y tres, seis años despues de que empezara a trabajar, hizo la milicia ahi donde ahora se alza la carcel de Caseros, con el uniforme de influencia alemana de entonces de el ejercito. Nunca se metió en politica. Ni siquiera en la epoca de Ortiz, ni siquiera en la epoca de Perón, porque el viejo siempre le dij oque no anduviera en cosas raras si es que iba a andar solo. Me cuenta que viajo en los tranvías, pero que no eran muy practicos, que despues lo cambiaron por los trolebuses, esos con el pantógrafo, y después vinieron los colectivos "que ahora andan bastante bien". A medida que Velardi me cuenta su vida con sus ojos azules o descoloridos por la ceguera inminente, un moco verde y líquido va cayendo lentamente de su nariz prominente y flaca y huesuda. Le traigo un café cortado. No me lo niega, aunque tampoco me lo ha pedido. Buenas historias tiene el viejo. Tiene ochenta y seis años, es un poco menos viejo que lo mas viejo que se puede ser sin estar muerto. Me cuenta que de su camada solo le quedan tres amigos, diez años menor que él. Pero que no se junta mucho con ellos porque tienen algunos"vicios" y es mejor mantenerse apartado para mantenerse saludable. Uno chupa vino, el otro "es gay, y... viste como es... uno se mantiene lejos". Me rio, me rio porque todavia soy un poco joven y se me ha enseñado que soportar a un puto insportable es "de buena educacion". Me convece, Velardi, sin hacer proselitismo de nada, de que no lo es. El sol de la mañana entra por los ventanales enormes de el Burguer King de Florida y Corrientes. Todavia tengo en la garganta el tostado químico y el mal café de hace unos quince minutos. Cuando entré al local me pedí un desayuno y me fui con la bandeja al lado de la ventana, al lado mio pasó una mina muy elegante con una gran sonrisa enigmatica y afectada, tambien pasó Velardi arrastrando los pies, hurgando en el bolsillo de la chomba. la mina pareció verme la cara, se sentó atrás mio. Estuve haciçendome el interesante con mi taza de poliestireno expandido en una mano, pensando, odio el café, no se que mierda hago tomando café. Lo dejo en la mesa, me voy afuera, me fumo un cigarrillo y medio. La mina está sola y yo tengo la leche mental hirviendo, Velardi se sienta en una mesa al lado de un ventanal. Una mujer le da la mitad de su taza de café, yo vuelvo a mi asiento, me olvido de la señorita de la extraña sonrisa y me deprimo muy que mucho. Miro a la gente pasar afuera del local, con todo ese sol, todo ese sol oblícuo mañanero, y no le encuentro el sentido a nada. Todo es verlo todo desde detras de llos barrotes de la jaula de pájaro que dios me ha dado, gracias de nada. Velardi está enfrente mio y al costado. Le cuelga la piel de los brazos marrones.Tiene el aguante de los romanos. ha visto tantas cosas y me las cuenta. Facil, unos cuarenta y cinco minutos hablando. Me olvido de fumar, porque en en realidad, desearía que ese hombre con un moco asqueroso colgando de la nariz y adentro del bigote de la barba fuera mi padre, pero mi padre murió por mano propia a los sesenta y ocho años de una vida de mierda, donde nuestros dios de amor se cagó en él todo lo que pudo. Entonces yo lo miro a Velardi y Velardi no para, porque trabajó cincuenta y ocho años y cobra la mínima. Le traigo un café cortado espumoso, azucar, edulcorante. Velardi se abstiene de un sandwich porque "yo como mas tarde, no te preocupes, no hay necesidad". Y yo pienso: Mi padre se vería así si hubiera llegado a esta edad y yo estaría hablando con el, mi viejo sonreiría consu sonrisa un poco perdida, tal vez por el miedo de el tiemp oque lo dejó de lado pero no de al lado mío... pero mi viejo no se levantaba de la cama nunca, siempre pasado de pastillas, siempre despierto de noche y durmiendo de dia. Se me ocurre preguntarle a Velardi como hace para mantenerse tan bien, pero no puedo, no me sale, y lo que en realidad quiero que confiese es su secreto para no volverse loco, y no encuentro un hueco donde meter esa pregunta, trato, pero me pierdo en su habla, potente, tenaz, un siglo de aguante.. Es una en un millón la que tengo al lado mio y no le puedo preguntar y él, tal vez o no, me tiraría el bálsamo de la resignación y del aguante, y aún asi yo no lo entendería. Es muy loco todo. Irradia aguante, irradia malnutrición simplemente una dieta de esperar con lo mas mínimo. Exuda realidad y razón. "Viste vois como es, como pasa el tiempo...", me dice, y mira sin mirar a algun lugar de... Rio Negro o Valparaíso. Esa mirada pasó a travez de todo Burguer King y fue a parar a algun lugar muy de él. "Cambian las eras", digo yo haciendome el sabio, mas extinguido donde me paro que sabio al fin y al cabo. Yo que hoy me parto de locura y de paranoia, Velardi me la cura por un rato. Me despìdo de el, le doy un abrazo y un beso, su moco cae a la boca en un arco enorme y asqueroso y genial, el levanta una mano huesuda y se lo limpia, lo friega con los dedos y deja la mano a un costado. Y ahi queda recortado contra el sol de las once de la mañana como una estampa eterna. Sus secretos se los lleva con el. Y yo me llevo mis preguntas arriba del lomo, esperando reblandecido cumplir 44. Si es que llego. Me subo al subte, una mocosa de dieciocho con la cara como la porcelana cruza las piernas. Me agarro al barandal de hierro cromado de el asiento para no caerme, ahi sentado de culo como estoy. Llego a casa, suenan los Beatles en Spotify, "A day in the life". No shit. Gira la moneda de la vida sobre esta mesa mugrienta. Gira y gira. Cara o seca, vida o muerte, papi. Son las 12:30 pm. El café me está repiqueteando en la cabeza. Suena un clavicordio en los parlantes. Billy Preston. Velardi, los Beatles, Preston. Yo. Vos.

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