- Aparentemente vamos a tener que ponerte saco y corbata, Rogelio.
- Aparentemente no podria ni siquiera pensarlo aunque tuviera que hacerlo, querido. Tengo dos mil doscientos pesos en una lata en la alacena, y eso es para cuando se me acabe la plata para polenta y salsa. Estoy esperando con ansias marzo y junio.
- En el estante de mas arriba de todo?
- Si.
- Detrás del papel higienico?
- Si.
Rogelio miró a Fabián como diciendo: "Tan cursi soy? Tan evidente es?". Y Fabian sin abrir la boca dijo: "Si".
- Estas seguro que queres hacer esto?
- No, pero si lo hablo con vos probablemente se me prenda la idea y saque algo en limpio.
Fabian puso las dos cervezas sobre la mesa sucia y pegajosa. La mesa estaba llena de porquerias y papeles rotos y pilas descargadas y celulares rotos y cuerdas de guitarras viejas y oxidadas. Un lapicero con seis marcadores indelebles de punta gruesa, cinco monedas de un peso. Ceniza de cigarrillo. Un cenicero dado vuelta.
Apartó un cúmulo indescripto de objetos olvidados con el antebrazo y las cervezas quedaron en el borde de la mesa, goteando una humedad condensada al calor de la temnperatura ambiente. Hacía treinta grados, era el comienzo de febrero en Buenos Aires, todos se iban de vacaciones. Y Rogelio estaba resfriado, deprimido, y de alguna manera, siendo un insecto de interiores como era, con lo solo que estaba, con la novia que tenia, con la mala suerte que tenía, ahora tenia que ir a un casamiento.
- La ultima vez que fui a ese registro civil fue en el dos mil dos, Fabián. Tenia que terminar el trámite del documento. Tenia quince años menos que ahora, era joven, tenia pelo, mucho pelo, y tenia huevos!... pensaba que siempre iba a ser joven y esa idea me duró un rato hasta que me dio el primer brote. Ese dia del trámite ni siquiera me habia peinado, tenia el pelo largo, sucio, la mina que me sacó la foto me dijo que estaba muy guapo.
- No te voy a preguntar si te la cojiste.
- Era una viejecilla muy simpatica. Con rulos. Sexualidad vencida e inexistente. Como yo.
- Winner...
- Loser. Certificado. Los astros están de mi lado. Y la alineación de los planetas cada vez está mas ajustada.
Rogelio se derretia en la silla, en toda su magna grasitud y psoriasis flagrante. Las cortinas borgoña estaban cerradas, la luz era tenue y mortecina, como si de un haren de fantasmas se tratara.... las cortinas rojas estaba corridas y el resplandor rojizo de el living room era producto de un dia de verano tórrido ahi afuera colandose tamizado por estas cortinas baratas.
Una polilla se posó sobre el centro de mesa, plateada y vital.
Rogelio suspiró y su gran panza se hinchó y se desinfló a travez de la camisa abierta. Pobre Rogelio, pensó Rogelio...
- Sabés una cosa, las cosas no se suponian que debieran ser asi. No se si estaba en mis genes el plan de volverme loco... o casi loco.
- Y no te olvides que todavia tenes que plancharte la camisa. Jajaja...
- Es de poliéster. Y no tengo plancha.
Y añadió, con la cara embotagada:
- Creo que me puse en pedo de solo ver esa botella de cerveza. Se puede uno poner en pedo de solo ver una botella de alcohol?
- A Jackson Pollock le pasaba. Veia una botella y ya se ponia chinchudo y hacia trompitas. Era una manera de decirle al mundo que no. Y era una manera dedecirle al mundo que el creaba que sí. Tiraba mesas, puteaba a sus amigos, insultaba y agredia a su mujer.... la violaba por el ano y le acababa en la boca y despues se quedaba abrazado a ella por horas mientras la pobre mujer escupia glóbulos de waska. Le encantaba. Era como cojer con un puma rabioso. Un ser horrible con un alma sucia. El mejor pintor despues de Picasso... pero un tipo mugriento. Malo.
- Los niñitos de las uñas limpias no pueden hacer arte con cojones.
- Los niñitos ricos con las uñas limpias copian las obras de los chicos sucios.
- Y yo no puedo ni pintar con témpera. Flor de cagada.
Rogelio se dispuso a destapar las cervezas. Fue a la cocina, no encontró el destapador. Puso la botella al borde de la mesada, con la tapa corona mordiendo ahi, y le pego un puñetazo al pìco y la chapita salio volando por el aire con un buen pedazo del cuello de la botella. La espuma explotó y se derramo por el suelo. En casa sucia cucarachas felices? No importaba. No le dijo nada a Fabián. Sirvió dos vasos y a uno le puso tres cubitos de hielo, como a Rogelio le gustaba. El otro andaba derechito y no le agradaban esas excentricidades. Preferia golpear a su padre en la cabeza hasta volverlo demente dia a dia, gota a gota.
Volvió a la mesa con los vasos y con una astilla de vidrio muy pequeñita en el pié.
Era muy triste. Era una tristeza conocida, constante, como si la cabeza estuviera coronada con nubes asfixiantes de un dolor agudo que estorbaba el alma y asfixiaba la capacidad de cualquier visión y la capacidad de pensar en una manera de salir del infierno.Le dolía la cabeza porque ese día no encontraba ningún corazón que pudiera dolerle demasiado.
- Tengo el saco azul, ese que compré en el parque.
- Che, que pasó... estas deprimido.
- No estoy deprimido, es solo que estoy precalentando... para cuando me ponga curda con esta maravillosa cerveza rubia argentina de cuarta categoria. Tendriamos que haber comprado una bock.
- Yo no voy a tomar mucho, Rosh, porque quiero volver a mi casa y no quiero que mi mamá piense que ando en las drogas.
- Al menos tomate la mitad de una.
- Veremos.
- BUENO ENTONCES ANDATE A LA MIERDA SEÑOR PLANCHADO DE CAMISAS, TE PARECE QUE ME DA UNA PUTA GRACIA ANDAR LAMIENDOME LAS HERIDAS SOLO!?
- Ok pero no te enojes.
- No estoy enojado, solo soy apasionado.
Rogelio se mandó al buche medio vaso de cerveza y el burbujeante elixir bajó por su esófago, maravillosamente, limpiando aquellas nubes toxicas, limpiándolo y reconstituyendolo con hermosura. No bebía todos los dias excepto los fines de semana o algunos dias de emergencia en que el alma saltaba afuera del cuerpo. El súper abría hasta las nueve y media de la noche, a veces mas, hora en que empezaba a sentirse angustiado y harto de todo y se llenaba de miedo, y la ausencia de todos se hacia muy presente. Podia la ausencia hacerse presente? Mariconerias de escritores y poetuchos de medio pelo. No creia tampoco en masculinidades cursis o discursos berretas de hombría. Miraba al mundo con un dolorido desdén que solo podia soliviantarse con una acendrada soledad solo perturbada por insignes dementes, incluso mas locos que él. En realidad, Rogelio, estaba solo y nada mas.
Solo la gente solitaria entendia a otra gente solitaria, pero era como ser parte de una cofradía estúpida de seres sensibles pero invisibles que no podian conectar el uno con el otro. No tenia gollete. La gente sola, la gente enferma de estar tan sola y la gente enajenada por la soledad perdía brazos para tocar sus propios problemas y se transformaban en jirones de islotes de humanidad. No habia bocas para un grito, ni dientes para alejar a las alimañas. El suicidio, el alcoholismo, la locura, eran cosas mas asequibles, gratuitas casi, incluso un poco atractivas.
Fabián y Rogelio tomaron sus cervezas y cuando terminaron se despidieron cortesmente. En realidad se odiaban el uno al otro porque aparte de charlas sobre-extendidas, ninguno podia ayudar al otro. Se olian y se disgustaban.
Eran dos bolsas de boxeo de setenta kilos una enfrente de la otra con una estudiante de la Facultad de Letras mirándolas chupando una birome.
No hay caso.
Abrió la puerta de abajo, Fabián se fué, Rogelio subió y se sentó al lado del telefono. Marcó el numero de la linea de encuentros telefónicos, puso una voz sexy y cansada y borracha y dijo:
- Hola, soy Fernando, andaba dando vueltas por aqui pateando calefones y llegué aquí buscando una compañera.
Fernando era un nombre falso, nunca usaba su nombre verdadero.
Apretando el numero tres iba pasando por las presentaciones recien grabadas de un numero de mujeres y tambien de un gran numero de trolos enfermitos y perversos que se metian del lado de la oferta de mujeres para tratar de convencer a tipos "straight" de que fueran culeados por ellos: transexuales, travestis y espasticos sexuales que se ponian las bombachas de mama adentro del armario. Fernando los bloqueaba instantáneamente apenas escuchar sus suspiros afectados y tétricos. Los detectaba inmediatamente, en una fraccion centesimal. Tenia la oreja muy afinada. Habia sido musico hace mucho tiempo en una banda muy conocida
en Argentina, Los Vaqueros Descalzos. Habian tenido un hit en los ochentas: "Ana puede ser feliz igual". Las regalías le habian comprado una buena guitarra importada y la mediocridad por siempre jamás.
Los rostros audibles pasaban una y otra vez con un sonido microfónico e irritante que lastimaba la oreja. Una loca atrás de la otra. O, mujeres de avanzada edad, tiernas, gentiles, y muy borrachas. Solitarias y marchitas, escritoras de poemas rimados, poemas a sus perritos caniche, a los geranios en el patio, al limonero del pasado cuando las caderas se empezaron a poner anchas sin aviso previo. A estas no las bloqueaba. Eran feas por fuera y melosas por dentro, solas en casa, crucificadas en la busqueda del Señor Perfecto.
Fernando pensó:
"Algun dia esas viejas voy a ser yo. No voy a tener pelo, voy a ser todo panza, no voy a poder cojer bien y voy a andar buscando migajas de tierno amor por este basural, por este limbo de almas rotas, toda la vida. Esa vida ya empezó."
Le dio un sorbo a la botella de cerveza extra, que ya estaba bastante caliente. Bienvenido a Londres. London calling. The Clash. Una banda extraña. No le gustaba.
Se comió una uña y el reloj empezó a correr, al mismo tiempo que se desvanecia. Las ventanas del cuarto estaban cerradas, no pretendía una cita. Solo con un par de besos estaría genial y mantendría la compostura de acuerdo con la Liga Predispuesta de El Código de la Moral, la Decencia y las Buenas Costumbres. La picha en el pantalon, nada de que sentirse culpable.
No crime, no punishment.
Sonó una campanilla en el audifono del telefono y la voz electronica dijo:
LE HAN ENVIADO UN MENSAJE DE:
Una voz femenina, llena, jovial, sexuada, sin atacar.
- TENES UNA VOZ ESPECTACULAR, SOLO QUERIA DECIRTE ESO. SOY LUCIANA.
A Rogelio le gustó eso. Respondió:
- NO TE PREOCUPES MUCHO, ES EL PUCHO NUMERO CIEN MIL. AH: Y A MI ME GUSTA LA TUYA. COMO VA ESO, QUERIDA?
Habia algo ahi detrás de la linea de teléfono, un cuerpo, un alma sucia pero saludable, una perra fina y cachonda, una exprimepijas de cuidado. Esto Rogelio lo supo con solo ese breve intercambio de palabras, el tono, la tesitura, el grosor libidinoso de la sensualidad de la voz, el toque sibilante pero grave que salia de la garganta de la mujer... era como si le pintaran una polaroid inequívoca en el cortex cerebral. Casi siempre funcionaba. No habia vuelta que darle, funcionaba. Seguramente tendria veintitrés años y un buen par de espectaculares tetas solitarias. O muy bien servidas. Amigos gays, chongos morochos que le metian el dedo de favor. Y... buscando un poco mas. Se hacía un vicio. Lo sabía. Fernando podia aportar su granito de arena a ese vicio, tenia el cuerpo con fecha de vencimiento y el tiempo pasaba rapido. Ayer había tenido veinte años.
Y hacía veinte años que entraba en ese chat. Se habia encontrado con algunas. Ocho o nueve. Un verdadero "ladies man" habria estado con por lo menos unas veinticinco, pero la mayoria eran feas y gordas, otras delgaditas y altaneras. Todas sospechaban estar en la busqueda equivocada y cargaban con una presunción violenta de que podian ser algo insignificante. Una hasta le habia cagado un cedé de Chavela Vargas. estaba toda apretadita y boba, profesora de yoga. Casi todas querian cojer, casi... las mas feas no habian sabido que hacer y habian pasado la noche en el colchón de una plaza, gordas y purulentas y estúpidas y violentas y peligrosas, casi criminales, roncando con los ojos despiertos y robándole plata de los bolsillos de los sacos en los armarios cuando él dormía. Tirandose pedos. El cuerpo extraño en silencio al lado de él, encima de él, escuchandolo a él, y el a ella. Era parte del juego. Garchaban a la tarde, gritando obcenidades completamente enfermas, pretendian dormir a la noche, eran echadas por la mañana. Algunas querian quedarse, con sus bombachas rotas, rogando que él las dejara preñadas. Rogelio contestaba:
- Por favor, andate. Si no te vas, me voy a poner violento... me conozco.
- A mi me gusta que me peguen.
- No te voy a pegar y NO te voy a acabar adentro.
- Entonces me voy a comprar un bebé en Paraguay.
Rogelio abría la puerta...
Dió un sorbo a la cerveza y el mundo se pintó todo de un azul casi transparente y las pupilas se dilataron. El ruido mental se aplacó bastante bien y la angustia, junto con la espuma de la cerveza, se tranquilizó, bajó a un nivel estable, y se puso chata.
Apagó la luz y se quitó los pantalones y la remera. El cuerpo traspirado resplandeciendo en la penumbra, brillando con soledad y con cansancio. Se acostó en el suelo sobre una manta de lana y cerró los ojos. Relajó la espalda.
Era una noche de martes.
Nadie sabía que él estaba tratando de dar un corazón al mismo tiempo puro y enfermo. El corazón mandaba, y el corazón era estupido y romántico y aguantaba palo tras palo, y esas ordenes del corazón salían por sus cuerdas vocales, y las cuerdas vocales lo decian todo mal y a esas mujeres destrozadas y rotas les gustaba. Su cuerpo no se correspondía con su corazon y su voz. Eso ya era otro cantar.
Habia muchas otras maneras de estar más y peor muerto y Rogelio lo sabía. Solo quedaba tirar los dados y ver lo que las chances ofrecian a un cuerpo que cada dia podia moverse un poco menos con los embates del viento de la suerte. Con las argucias caraduras, con los manotazos y con las patadas.
Bajó la mano hacia la entrepierna y esperó a que la campanilla del nuevo mensaje sonara otra vez.
Y en la oscuridad, solo con el puntero infalible de la nariz, podia tocar y detectar como un murciélago ahí donde la botella respiraba, llamándolo.
La boda era a las once de la mañana.
Tenia tiempo de sobra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario