lunes, 26 de mayo de 2014

Debì tratarla un poco mejor (Reprise)



Recuerdo el amor que sentia por ella. Yo trataba de dormir y me quemaba, me quemaba... le daba pequeños gustos y, acorde con mi estatura espiritual del dia, o de la noche, la amaba sin mesura como un loco, como un cruzado. Asi que sin tener mas que su indiferencia, ahora, despues de años, decidì darle lo mejor de mì. Me puse mi mejor campera de jean. Previamente, se me ocurriò que ni siquiera me habia bañado, pero supe que me habia tratado de peinar el pelo largo con un peine demasiado fino, y me dolia la cabeza de tanto tirar los mechones, casi rastas, tratando de alisarlos y embellecerlos. Ahora, mas que un Romeo, parecìa un gastado, un hombre en declive. Liso por arriba, enmarañado en los hombros. Y ya me raleaba. Arriba, por ahora, y a los costados, hombre de cara gastada, de facciones reblandecidas y gastadas y maceradas malamente. La vida nos habia dado un dulce por un tiempo, pero ya se habia ido.
Me puse las zapatillas, sin medias, zapatillas agujereadas. En algun momento, ella habia dicho que me amaba, inclusive con mis agujeros. En las zapatillas, en el alma, en la cara. Los dientes. Y era verdad.
Me atendiò por el portero con una voz meliflua, aunque contenida. Veia venir un nò. Sonò la chicharra y abrì la puerta cancel y me metì adentro en ese hall pequeño y triste. Sentì ganas de llorar por no estar en mi casa. Solo un tràmite menor, pèro la consecutividad de tràmites menores amargos es lo que arruina a un hombre desprevenido, y a un prevenido tambien. Entrè en el pequeño y sucio ascensor. Toquè el octavo piso y ahì me enviò, lentamente, grasamente, con pulcritud de consorcio prevenido. El mundo estaba prevenido, pero se caia a pedazos. Llorando, maldiciendo, siempre esperando en una inconciencia colectiva la proxima desgracia, la proxima bomba, que se derritieran los polos y subiera el mar dos metros y medio, que importaba? Para eso estaban los guardias del mundo con sus fusiles y sus balzas. Pan comido. Algo deberàn hacer ellos a su tiempo por nosotros.
Bajè, cerrando la puerta del ascensor con esa conciencudez casi bovina que habita siempre en mi mente, la que cargo desde niño como un pequeño mundo en mis pequeños hombros de estibador miniatura. Soy un tipo fisicamente bajo y mis ideas andan por abajo del radar, porque tambien son bajas. Tengo mis libros. Los he leido. Ya no me importan.
Abriò la puerta. Mi amor. Ahì por ultima vez. No hay besos. Su rostro y su cuerpo compuestos solo levemente, como un figurìn de todas las chances del mundo de ella y mias dibujadas con un dedo en un vidrio empañado por la lluvia y nuestras exhalaciones. Debì portarme mejor con ella.
La mirè mejor inclinando la cabeza suavemente hacia la derecha. Como un perro. Como un amo. Estaba mas hermosa que nunca. Volvia a ser yo. lo que habìa ocurrido entre nosotros habia sido extremadamente hermoso, pero lo que no puedo tener, me parece alcanzable solo con el hedor interminable del deseo. A vos no? Y apenas pude ver su cuerpo ligero asomarse para abrirme la puerta de su vida, abrì las puertas de su muerte. Lo indecible. Lo que quiero y lo que no quiero.
Con la izquierda la tomè del cuello de la camisa, que por suerte era roja y era fuerte. La saquè hacia afuera y escuchè un primer grito, el ùltimo. Y con la izquierda, alcè el puñal y lo hundì en el centro de la cara. Hubo un flash de sonrisa. Despues nò. No era un efluvio de simpatìa incontenible de los mios, amor mio. Hundì el puñal una vez y se abriò una flor y la cara se emaciò y disolvio mientras la flor se abria rapidamente, entre colores. Una margarita gigante o una orquidea. Otra puñalada y dos, tres flores, Cada vez que caia el cuchillo se multiplicaban las flores, una de cada estilo y raza, un color, y estallaban, una rosa china, por nuestros paseos en Belgrano, dos colores, una azucena, por los patios pensativos de nuestra niñez, suave y delicada, tres colores y una cala, por los amores que predicamos como poseìdos mientras nos quemabamos juntos rozandonos en el sueño inutil del verano, si, todas las flores del mundo para nosotros, amor mio, todas, absolutamente todas; al septimo puñalazo, ya habia un ikebana de posibles amores rotos sobre el amor ahora imposible. Te acordàs como paseàbamos por el parque del brazo, mientras el mundo exterior se caia a pedazos y nosotros aguantàbamos? Era increible estar ahi de piè. estabamos de pie! Estabas contenta, y yo preocupado. Y aùn te amo.
Una decima puñalada y las flores ya son veinte. Multiplico esfuerzos en honor a la belleza que te deja brote por brote. Cae tu cuerpo, como cae un sol que se apaga dejando a un planeta entero, como un tren que se va de un pueblo chico donde nadie se divierte. Tu cuerpo cae, pesado, ligero. Eras delgada y blanca, con un ombligo perfecto y con tus dientes. que me imprta, me digo, si alguna vez sonreias? Las cejas, tus manos delicadas de niña mujer. Adios, manos de niña.
Me arrodillo, casi no puedo escuchar tu corazòn. Despido tus restos recojiendo las flores, decenas de ellas, de tu cuerpo, de tu rostro pàlido como una sàbana. Actùo rapido. Son hermosas y coloridas, los diseños son arabescos que debo matener vivos por el resto de mi trajìn de este dìa. He de volver a la cama con estos colores, a esa otra, con estos colores calientes que se pasan de acariciada a otra acariciada, de historia a historia, una lagrima gigante, una sonrisa leve y contenida por el inmenso dolor interior, y los recuerdos. Que, esto se sabe, hemos de llegar a la meta con por lo menos media medalla de buenas hechuras, con un poco de bagaje del que alardear a los que aun estèn alrededor nuestro, en el final. Pongo el ramo dentro de la campera y abotono, agitado, metòdico, torpe pero activo. Bajo por el ascensor, abro la cancel con tus llaves. Detràs queda tu cuarto que nunca te entendiò y viceversa. Morirè algun dia y estaremos reunidos de vuelta entre tanta mierda, entre el papelerìo celeste y yo no sabrè como explicarme, pero me tendràn ahi en el medio de todo, en un magno desdèn gèlido, culpable sin lugar a dudas y completamente desarmado... entre el cielo y el infierno, como quien es detenido en la direcciòn de la escuela haciendo quebrados por alguna travesura cometida. Pero mi travesura serà interminable, y la condenaciòn de tus ojos serà eterna, pero no importa, estamos en la pelicula de la vida, jugando, solo jugando.
Me subì a un taxi porteño. Estaba un poco mareado, pero con la visiòn aun clara. Le di la direcciòn al taxista, un hombre de barba descuidada, o casi un hombre. Yo solo podia ver sus brazos y su cabeza, como solo lo parcial de un muñeco automàtico. Gracias a dios solo querria un poco de dinero.
Lleguè a mi casa, subì y ahi me quedè, en medio del living, asiendo las flores finales, casi sorprendido. Me sentìa un hombre acaudalado, ampuloso, gordo de bienes, y mierda que lo era. Esperè por unas horas asì sentado en la silla, carcomido por los nervios, por los finales que siempre me ponen al palo. Entonces tocaron el timbre. Era esa otra. Al fin. Bajè con el ramo acunado en los brazos, nunca se habia visto arreglo floral mas descarnado en el mundo, mas terrible. Alguna vez voy a volver para agradecerte. Mi clase de belleza , en brazos y en la puerta. La abrì. Era mas estupida y fea que la anterior. Me sonriò con una risa simiesca y supe que era otra de las incorrectas. La invitè a pasar. Y cuando se parò delante mio le dije:

- Como estas, amor, todo bien?

Y ahi supe que la habia cagado otra vez, por siempre jamàs otra vez, pero le extendì el ramo de flores y esta otra, tambien culpable y asesina, como todas, lo tomò, reblandeciendo la sonrisa estupida en algo mas vulnerable, aferrandose a la mentira interminable, a la asquerosa estafa de la idea de la belleza.
Como todos.
La puerta se cerrò detras de ella y pensè, mas vale que seas buena conmigo, mas vale que te portes bien esta vez.

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