Hoy pasé una siesta en lo de mi tio, el hermano de mi padre. Me acosté en su cama, la cama donde mi tio falleció.
Apenas puedo escribir esto.
Prendí un cigarrillo, a mi lado una mesa de luz. No lo pude evitar, abrí el cajón. En el cajón había un casette virgen aparentemente sin uso, pero sin el celofán. Me dije: esto lo escuchaba mi tio, tengo que saber que es. Lo puse en la campera y ahora lo estoy escuchando.
Lo ultimo que mi tio escuchó de musica antes de morir fue un cassette con las canciones de mi padre.
Las canciones que mi padre grabó en seis horas de estudio en el 99.
Esta noche mi tio vino a hablarme con su voz y en su voz está mi padre, y en este viejo walkman estoy yo. Imagino a mi tio muriendo en esta cama, pensando en toda su vida, con este casssette con las zambas de mi viejo, y ahora soy yo el que fuma
esperando y escuchando en la misma cama, en la cama prestada por un ser maravilloso, escuchando a mi tia, al mismo tiempo, roncar en la otra pieza, a los 73 años, tomando una antes de ir conmigo, su sobrino dorado caido en desgracia, a la casa museo de Anne Frank.
Volví a Balvanera ya de noche. No tengo frío. Estoy loco.
Rumio esto esperando la demolición total. Odio a Dios, no te los lleves tan descaradamente de mi de esta manera tan vertiginosa y penosamente lenta al mismo tiempo.
Llevame a mi.
Apenas puedo escribir esto.
Prendí un cigarrillo, a mi lado una mesa de luz. No lo pude evitar, abrí el cajón. En el cajón había un casette virgen aparentemente sin uso, pero sin el celofán. Me dije: esto lo escuchaba mi tio, tengo que saber que es. Lo puse en la campera y ahora lo estoy escuchando.
Lo ultimo que mi tio escuchó de musica antes de morir fue un cassette con las canciones de mi padre.
Las canciones que mi padre grabó en seis horas de estudio en el 99.
Esta noche mi tio vino a hablarme con su voz y en su voz está mi padre, y en este viejo walkman estoy yo. Imagino a mi tio muriendo en esta cama, pensando en toda su vida, con este casssette con las zambas de mi viejo, y ahora soy yo el que fuma
esperando y escuchando en la misma cama, en la cama prestada por un ser maravilloso, escuchando a mi tia, al mismo tiempo, roncar en la otra pieza, a los 73 años, tomando una antes de ir conmigo, su sobrino dorado caido en desgracia, a la casa museo de Anne Frank.
Volví a Balvanera ya de noche. No tengo frío. Estoy loco.
Rumio esto esperando la demolición total. Odio a Dios, no te los lleves tan descaradamente de mi de esta manera tan vertiginosa y penosamente lenta al mismo tiempo.
Llevame a mi.
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