CHANTACUATRO Afuera de el Chantacuatro hay un tumulto de pequeños pordioseros ha llegado la cana con cuatro osos alrededor de cuatro niños sucios que no se van piden tazas a medio llenar de café de Starbucks una pizca de un biscocho unos cuantos pesos para andar por ahi y son los señores de la cuadra viven cerca de los verdaderos conventillos de los contenedores de basura de esa casona con los pasillos oscuros que se extiende hasta el fondo de la manzana Y ha llegado la policia bien alimentada y brutal a quemar la paja en el campo verde los turistas que han venido a ver bailar tango a jovenes perfectas de sonrisa de cera de piernas largas ajustadas a vestidos negros de lujo que ya no fuman cigarrillos entre pieza y pieza y los alemanes y los brasileños y los franceses inqadvertidos con las billeteras llenas incómodos en la cola afuera del Chantacuatro nerviosos por la proximidad de el pequeño crimen del que son parte enfrente hay una boutique de productos regionales que nadie compra y a la vuelta de la esquina un restaurant con borrachos importados que gritan volcándose la cerveza al lado de una estatua malísima de Gardel que sostiene impertérrito una sonrisa enferma algo muy diferente a el pasado el pasado que ví desvanecerse a traves de los visillos de las persianas de mis ojos muy diferente a el ahora el pasado en el que por las calles de post-guerra del Abasto encontrabas mendigos calientes y perros muertos pozos como cráteres de bombas en el esqueleto de los siete subsuelos muertos del viejo y vacío Mercado del Abasto las disquerías aledañas repletas de pianos mojados de gramófonos desangrados juntando polvo a la espera de un renacimiento que nunca vino entonces fué cuando se empezó a mover el dinero cuando hicieron un shopping mall tan absurdo y estéril que su sola mencion en este poema malo me hace revolver las tripas de bronca y desde las ventanas de el Chantacuatro tomado por los indigentes miraban desde la penumbra del edificio sin electricidad desde las ventanas arriba las caras enmarcadas con ojos animales, las cabezas rapadas los torsos desnudos en el verano arropados por un silencio ensordecedor detrás de la calma chicha de las cortinas de la pensión era el lugar donde no había que estar ni cerca y ahora que la poca peligrosidad causa un revuelo callejero menor me da nostalgia y vergüenza y tengo el derecho de cerrar esta mañana como yo quiera y por ende lo hago así.
martes, 7 de mayo de 2019
Chantacuatro
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