Celosamente, debajo de la máscara roja de carton piedra, ahogando los gritos con la boca contra la almohada, guardaba tembloroso el terror de su cuerpo diurno hecho de ceniza. La máscara roja ocultaba la piel negra, y debajo de la piel negra estaba la carne roja, y debajo de la carne roja, sostenida por esta, estaba el cuajo de sus huesos de donde venía la pasta de la máscara. La vida era la máscara. La muerte de la vida era la máscara. la máscara era la interpretación de todas las posibles vidas, debajo de camisa y perfume y prendedor y rape al rás. A su lado, una pila de manuales de conducción de almas, pero tambien odiaba sus pies, enormes y confundidos, que no podian muy bien llevar la máscara a ningún lado ni a ninguna mujer ni a ningun hombre, porque los hombres de el círculo exterior, la pared, no se proveían de máscaras removibles: esos seres desnudos y toscos y crueles eran la máscara a alcanzar con su máscara, y esa batalla perdida ese cataclismo, era ahora bien, en su completa ceguera, un fín mundano, el fin humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario