Viendo un documental de Nick Cave, me acordé de cuando era adolescente y con los pibes ibamos al puente de las vias del tren, en la estación Tres de Febrero. En el puente estaban el puente, las vias peladas, los durmientes y entre los durmientes un vacío de 20 metros. Caminábamos por los durmientes mientras venia el tren, y cuando el tren pasaba como un rayo, antes de que nos levantara como sorete en pala, saltábamos al costado del puente, sobre esta masa de metal (verde?). Y el tren hacia retumbar todo y tus zapatillas saltaban de bajo de tu cuerpo y vos apenas podias sostenerte sobre esta viga de metal, y el tren a 20 centimetros de tu cara y 20 metros de vacio hacia la gran avenida y yo decia, ok, mas vale que no me caiga, mas vale poner la mente en otro lado, y uno trataba de no parecer un mariquita enfrente de los otros purretes, cosa dificil. era mas dificil no parecer un mariquita que ponerte enfrente de una locomotora de diez toneladas en movimiento. por supuesto que nunca podias poner la mente en blanco porque cada vez que pasaba el tren te meabas de miedo, pero los dias eran excitantes y llenos de salud inclusive con la cercanía de la muerte, con la proximidad del peligro inútil. Tengo la vaga sensación, muy vaga, de recordarme en bermudas, o en pantalones cortos. Mis piernas. Unas cosas apenas bronceadas, sin mucho bello, y un par de zapatillas baratas marca Rocky, que parecia las botitas de All Star solo que la versión pobre que uno compraba entonces ara ensayar ser cool. Recuerdo eso, mis tobillos, mis zapatillas baratas, mi bronceado, el miedo, la exaltación, caminar sobre esos durmientes con todo ese vació abajo con los autos y los taxis negros y amarillos zumbando mientras a mis pies siseaban vibrando sordamente los rieles mientras el tren se aproximaba. En algun momento empecé a usar jeans azul claro. Me probé por un breve tiempo las botas de mi viejo. Alguien me compró unos zapatos que no me gustaban. Me puse una camisa a rayas, negra con rayas verde claro. Intenté ponerme colonia. Nunca habia tocado a una mujer por dentro. Un dia me dieron un beso. Besar a una mujer, abrazarla, hacer el amor, ese es otro tipo de tren aproximándose, es inclusive mas mortal. mas temible. Mas aterrador. Inmiscuirse de sopetón en las cuestiones amorosas, los arrumacos, el morreo, la revolución hormonal, el fundirse por completo con otra persona sin conocimiento factico de causa, la conceptualidad estética de la adolescencia siendo trastocada, ese es el tren mas asesino que haya habido jamás en la Tierra, y se lleva todo por delante. casi alegremente!, jaja, no hay puente abajo de los pies, o Dios sobre tu cabeza. Zapatillas rocky, la marca de calidad con la suela de PVC. Medias tres cuartos de toalla. Hedor de pies. Sudor apestoso donde ayer no había mas que pelusilla. Ponerse adelante de un tren. Ponerse adelante de un tren en movimiento. Ponerse adelante de un tren marrón con el techo de plata mientras las caras van pasando hacia Retiro en un dia que se va nublando. Ponerse adelante de un tren. El viento haciendo flamear las mangas de mi remera blanca. todo era blanco, entonces. Salir a robar. Chicos de 17 años esnifando Poxirrán de una bolsa. El cuarto luminoso de Gabriela. Recuerdo vagamente su cara. Su apellido creo que era Gallo. Tal vez alguien hacía bromas con su apellido mientras dabamos vueltas por el barrio esquivando los soretes en la vereda. No estoy seguro que ese día quería culearme, pero si recuerdo la película que ibamos a ver en la videocasetera: La Serpiente y el Arcoiris. La videocasetera no anduvo así que me fuí (huí, porque me la veía venir y si no se la hubiera hecho ver a ella). Sí, tenía dieciseis años. A diferencia de una mujer, una guitarra eléctrica puede lastimarte mientras vos sabés de que está hecha la guitarra. Pero que remate mas ambiguo que, al mismo tiempo, lo dice todo mas que brillantemente. No es momento de decir quien vive y quien no. Mi cabeza destella. Pienso en los momentos de entonces y en los momentos de ahora y soy solo un torso, vagamente trapezoidal, caja toráxica, grueso, pesado. Soy la lluvia. Soy las calles de mi viejo barrio, las hojas del otoño sobre las centenarias veredas de Palermo. Calles solitarias, mojadas, hambrientas, silenciosas, inhóspitas y vastas. Ellas me parieron. Ellas trajeron las canciones y tambien algún dia se las llevarán de mi lado.
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