Hay dos tipos de masculino cuyas uñas están manicuradas o tan impolutas y exentas de mancha que no se puede creer. Politicos y psiquiatras. Hay algo que me excede en el tipo de persona que no tiene las uñas comidas, o sucias, o astilladas, u opacas. Sé que estan del otro lado de esta vida que tengo. Hay algo ahí que intuyo, algo adyacente a la cámara hiperbárica de somnia de Michael Jackson, o a fotos en posición de loto en atardeceres perfectos en las cumbres del Himalaya Celestial Spa and Resort of Your Fucking Life. Como estuve siempre en el banquillo de los acusados, me intriga y me repele. Una mezcla de querer violar a mis jueces o cobijarlos en la hoguera agreste y violentamente amable de mi insanía. Que significa? Que llaves perdidas? Cual fué el crimen mío y el de ellos? Me atrae, me repele, me llena el estomago de pus y de sangre y de fuego. Es una maldición hecha de tristeza, ataúdes, cáncer, mañanas angelicales robadas de mis manos. O tal vez solo es que el mundo se ha vuelto loco a su manera, grupos por aqui, tiznados de maravillas y estos otros aullandole a una luna sin Dios en las afueras de la buena o mala vida. Todo depende, y todo pende. Escribo esto sin camisa, sin silencio, sin Dios, sin mascota, sin cenicero disponible, sin índice juez. No es el lugar, es la columna de fuego que atraviesa mi cuerpo parado donde está parado, rompiendo como las olas, como un macho celoso penetrando en las entrañas calientes de una dama. Como quien huele las patas de los perros en el tiempo candente de la Tierra. Es envidia. Es orgullo. Es perfume. Carne rota y huesos viejos. Es un rio que se lleva a los malditos que han cuestionado el río y el poder del río y la consecuencia de preguntarle a el río. Tengo la sangre de un azul casi transparente y le da puñetazos al suelo, una y otra vez, una y otra vez, crucificada, y crucificada otras cien mil veces.
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