Bebo dos cervezas. Tengo una tercera. No bebo.
No suelo beber. Las cervezas me beben a mi.
Cual es la poesia en esta jeringoza? Mi cuerpo
sufre las calamidades de las onda neuroticas de mi mente.
No tengo medallas. Estoy ausente. Mi familia abre pan dulces.
Es el 7-1-17, Todos se han ido. Guardo esta gema podrida para mostrarsela
a la muerte. La muerte quiere verme. Golpea la puerta con dedos huesudos.
A veces fue una mujer, a veces un amigo. Estaba con el agua al cuello.
No podia actuar. Estaba solo. Me desentendieron. Esto no es catarsis.
Me he repetido que no son cartas suicidas. Porque las cartas suicidas
nunca funcionan: no describen bien la situacion porque el suicida
ya ha encontrado la respuesta a todas sus plegarias: el fin de las cartas
suicidas. Mi padre lo hizo. Lo harè yo algun dia, tarde o temprano.
No es mi cabeza, no es mi corazon. Son estos alcoholes que tomo por
necesidad extrema en mi soledad forzada, en mi arresto domiciliario.
Acaso se me ha olvidado en lo mejor de mis epocas. Nadie me conoce.
Tengo una hermana que viaja en un Fiat hacia un gran supermercado.
No puede ofrecer sexo. No puede ofrecer un amor completo. Congelada.
Soy el perro, la correa, el palo, el gemido. Mis mujeres nunca lo sintieron
suficientemente. Una a una desaparecieron. Fueron mas fuertes.
Una musica debil se deja escuchar mientras Balvanera me perdona la vida.
Una musica debil y letànica se escucha mientras Balvanera vè como se
extingue mi vida entre los macaquitos y las putas rollizas. Yo no les
hice nada, cuadricùlo este poema con la inquietud de cuanto durarà
el «numbface» de estas Iguanas con sabor a mentol y color de orines.
Hay algo mas, deberia decirtelo. Mi rostro transparente nunca dejò de amarte.
Aparte de eso, solo fueron cartas suicidas, de las amorosas, de las que
huelen a ajo y provenzal en un departamento destruido por el tabaco
y la humedad y la negligencia administrativa. He fallado. No he sido
el peor, pero se me ha dicho que vaya al rincon. Todas las mujeres con
impecables soleros nunca han venido. Las otras, han visto el payaso
hebefrènico, al azucarado al hombre que estaba al limite aùn con una sonrisa.
Ellas eran mas fuertes que yo: pensaban que la vida era tan simple como
deber vivirse. Lo hice por mi y lo hice por ellas. Se fueron.
Ese punto seguido despues de «lo hice por ellas" lo dice todo. Seis sillas
y un sillon, vacias. Un amplificador en el sillòn de mimbre y una cumbia psicopàtica de fondo.
Hago lo que puedo. Mis bìceps no pueden moverse mas. Desfallezco.
Hay melodias maravillosas en los cerebros de los malditos, pero
nadie se acerca: solo quieren maravillosos libros con impolutos lomos.
Ete aqui, este que suscribe, nunca publicado, o casi. Soy un hombre, y
soy esclavo. Curtite, estoy perdido en accion, desaparecido, devanado
al susurro como un diente de leòn en una brisa caliente y perfecta
de un verano perfecto. Me hago un esfumatto y languidece el suave
piano en un caso de tuberculosis, amarilla, suave, delectable.
Adios, amiga, amigo, adios. Es el fin
del poema.
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