Es loco, me olvido las letras todo el tiempo pero las que aprendì de joven en los noventas me las acuerdo a la perfeccion. La revolucion tenia el rostro fresco y rosado y vital, se abrìa los labios vulvares, sonrojàndose, detràs de un kimono de stickers indies. Prometìa todo un viaje. Cumpliò. Nunca he de olvidarme de eso: la raiz està fuerte y serà resiliente como un Panzer y me mirarà desde el espejo hasta el dia final. No quiero que eso muera. No se va a morir. Mi cuerpo y el de ustedes es finitesimal, pero esa revoluciòn se queda, con su sonrisa de buscona, como en un poster de 2da guerra mundial, con su bìcep arremangado y la sonrisa de una fisicoculturista que bien podria partirte los dientes de un pestañazo. Las revoluciones son asì a veces: porque te quiero te pego. Mientras tanto buscamos esa marcha escondida en el mecanismo secreto de la caja de cambios del Citröen 2CV. No nos olvidamos de esos paseos de niño cuando nos asabamos en ese asiento de cuerina. La columna persa en la Costanera Sur pasando fugazmente y nunca olvidada. El terreno ganado al rio de la Reserva Ecologica. El algodon de azucar. Encerrados en el baño como escarmiento. Los soldados de plastico. Las tortas de cumpleaños. Los mates mañaneros de hoy ya grandes, la musica, la lucha, el torniquete en la garganta, los cementerios como ultimo bastiòin del respeto, el paso del tiempo, el paso por los hospitales, el Paso de Borgos, el vampiro de la autocensura, las mujeres, los besos los polvos los abrazos, todos los puloveres de lana virgen y prìtina que desaparecieron de nuestras vidas y nuestros inviernos, tan gèlidos e inmateriales como todos nuestros juguetes desaparecidos.
miércoles, 4 de enero de 2017
4 de enero, 8:43 a.m., 2016, Balvanera. Argieland. Tierra de putos. Indiada tipo Samsung 4G.
Es loco, me olvido las letras todo el tiempo pero las que aprendì de joven en los noventas me las acuerdo a la perfeccion. La revolucion tenia el rostro fresco y rosado y vital, se abrìa los labios vulvares, sonrojàndose, detràs de un kimono de stickers indies. Prometìa todo un viaje. Cumpliò. Nunca he de olvidarme de eso: la raiz està fuerte y serà resiliente como un Panzer y me mirarà desde el espejo hasta el dia final. No quiero que eso muera. No se va a morir. Mi cuerpo y el de ustedes es finitesimal, pero esa revoluciòn se queda, con su sonrisa de buscona, como en un poster de 2da guerra mundial, con su bìcep arremangado y la sonrisa de una fisicoculturista que bien podria partirte los dientes de un pestañazo. Las revoluciones son asì a veces: porque te quiero te pego. Mientras tanto buscamos esa marcha escondida en el mecanismo secreto de la caja de cambios del Citröen 2CV. No nos olvidamos de esos paseos de niño cuando nos asabamos en ese asiento de cuerina. La columna persa en la Costanera Sur pasando fugazmente y nunca olvidada. El terreno ganado al rio de la Reserva Ecologica. El algodon de azucar. Encerrados en el baño como escarmiento. Los soldados de plastico. Las tortas de cumpleaños. Los mates mañaneros de hoy ya grandes, la musica, la lucha, el torniquete en la garganta, los cementerios como ultimo bastiòin del respeto, el paso del tiempo, el paso por los hospitales, el Paso de Borgos, el vampiro de la autocensura, las mujeres, los besos los polvos los abrazos, todos los puloveres de lana virgen y prìtina que desaparecieron de nuestras vidas y nuestros inviernos, tan gèlidos e inmateriales como todos nuestros juguetes desaparecidos.
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