Tipo raro si los había. Con la gorra con orejeras del Chavo y un pantalón cargo con remiendos y dos alas de plastico detrás de la espalda que movia con un hilo de barrilete al frente atado a una de las manos, el tarro de vidrio en la otra mano.
En Castelli y Pueyrredón, parado en la esquina, no necesariamente mirando hacia la posible clientela, sino en diagonal hacia enfrente. A menos que le estuviera gritando a voz en cuello a los chinos a la entrada del tenedor libre, cosa probable, ya que parecia necesitar un par de platos al dia extras.
- Al caramelito, al caramelito, venga usted y ame!
No era un vendedor de biblias. Ni un mormón ni un africano vendiendo esos maravillosos cinturones de cuero sintético.
- AL CARAMELITO DEL AMOR, AL CARAMELITO, LLEVE UNO GRATIS!
La cara chupada, cetrina, afilada, media tarde febril, la inutilidad de las horas.
Me acerqué un poco mas, desde atrás. Despues lo circundé timidamente para escuchar mejor, mirando a otro lado, los brazos cruzados, haciéndome el sota. Violines iridiscentes y filosos, extraños. Actividad barrial incesante. La intuición de el aquelarre. prostitución de las masas idiotizadas comprando zapatos nuevos para piés muertos que nunca irian a ningun lado.
Una patrulla azul pasa lentamente por la avenida con dos muertos adentro.
Me cruzo de brazos y me acerco un poco mas, medio metro: la distancia de el espacio personal de seguridad de un habitante de pueblo de medio pelo. Si esto es un western, no es así?
- A cuanto el caramelo? - pregunto.
- Son gratis amigo, llevese uno y enamórese del amor!
- Ok, me llevo uno. Cuanto...?
- Pero muchacho, amores son amores y el pago de perdedores. Este va a cuenta de la casa.
Sonrie. Le faltan dos dientes delanteros de abajo. Necesita un afeitado regular. A mi me quedan dos muelas, tengo veinte quilos de sobrepeso y no tengo a nadie que me escuche gritar. Por las noches solía llorar, ahora ya no lloro: solo caigo entre acantilados de pesadilla.
Me da un caramelo. Es como un Palito de la Selva.
Ni siquiera dudo.
Me lo pone entre los dedos, acepto: suicidio asistido.
- Y entonces el muchacho AMÓ!
Me sonrio con mis cachetes. Las mujeres en mi vida. Estoy vivo de pedo.
- Gracias por el caramelo.- digo yo. Me tengo que volver. Que tengas un buen dia.
- Y un gran dia para usted, caballero.
Un brillo borrachino en sus ojos.
Doy vuelta la esquina, camino una cuadra y media, la puerta de mi edificio: marrón, mal pintada, sucia, producto del hollín del barrio y un portero cuatrerito con cuello de buey que cobra doce mil pesos y se levanta a las once de la mañana y usa camisas que nunca podré yo usar. O comprar..
Si esto fuera Rusia, bien podrian imponer de vuelta la casta de la servidumbre, no me importaría. Latigazos a la cara.
Subo en el ascensor. Mismo espejo. Misma tristeza. Pienso en soles que se apagan. Pienso en África, pienso en la inutilidad de todos los ramos de rosas de la historia.
Entro a casa empujando la puerta de hierro y, así como suena, así como que te la cuento, me pongo a llorar.
Dejo el caramelo en el centro de mesa. Pongo a Skay Bellinson y su canción "La ultima primavera".
No hay "soundtracks at random". Uno pone lo que es o lo que uno quiere matar, a lo malo de adentro.
No me relajo, me siento en la cama. Sabelo, Fernando no se sienta en ninguna cama. Fernando se acuesta. O coje o duerme. Y ahi estoy. Mi esqueleto sostiene mi carne, mi carne a mi alma, y mi alma pende sostenida por nada.
Voy de vuelta al living, esquivo una mancha de yerba seca en el piso, pienso: La limpiaré luego. Me siento en una silla verde, hay papel y birome, no escribo: miro el papel y la birome. Un viejo walkman plateado. Pienso en un amigo santafesino, internado en un loquero por la droga. me duele. Aparto rapidamente mi mente de él. Pienso en mi vieja. Me duele. Aparto la mente de mi madre. Pienso en mi mujer. Me duele. Aparto mi mente de ella con dificultad. Pienso en pensar en escritores. Me rio por dentro. Que hubiera hecho Vallejo? Que hubiera hecho Carlitos Balá? Qué hubiera hecho Bukowski, que hubiera hecho Bolaño? Que hubiera hecho San Martín, Olmedo, quien sobrevivirá lo que siento por esta Avenida Corrientes? Yo a veces no puedo evitar emocionarme y pensar en el 2038, en el 2049, en las nuevas viejas guerras, en los autos solares, en las lechugas de Monsanto, en mis platos de polenta, en mis noches interminables aqui en el Abasto, Abbadon. Aquí aprendí a meterme en mi mismo, ví amor y lo abracé, ví un monstruo y tambien lo abracé. Ellos vieron solo al monstruo. No me abrazaron nunca mas.
Las elecciones hacen al carácter. Desenvuelvo el caramelo. Es un palito de la selva, seguro. El chabón debería estar loco, sin más. Un enamorado del amor.
Todo cuaja y cierra cuando uno pone en la receta general un setenta por ciento de desvarío comun y corriente en todas y cada una de las personas que uno llega a conocer.
Me lo meto en la boca, muerdo la mitad, la otra mitad entre mis deditos.
Anoche soñe con cataclismos, con plástico del infierno cayendo de los cielos. Estaba mi tía y alguien mas, estábamos en una terraza de un edificio desconocido, y mi tia me miraba con severidad odiosa, y el fuego plástico caia sobre mi cabeza desde las nubes cumulosas, sobre las cabezas de todos en el sueño, caia en mis ojos, en mis córneas, en mi cabeza, en mi alma, y el terror, el Gran Terror, el enojo de los Señores del Cielo, la Gran Invasión.
Tenia gusto a frutilla. Un poco plástico, caramelo de mierda, juguete cárnico para los odontólogos.
Me apoyo en un codo. Espero que suceda algo. No pasa nada. Voy a la cocina, pongo la pava. Recuerdo a mi abuela el dia que no se acordó mas como hacer polenta. Ya no sabía nada de nada. Cuando cayó enferma, en su cama de hospital me preguntaba: "Cuando nos mudamos a esta pieza?". Yo solo estaba ahí parado aterrado... Ella habia visto la nieve histórica de la Capital federal de 1917. Habia sido la primer mujer de su linaje en hacer uso del voto femenino que impuso Evita, tenia unos ojos marrones maravillosos, había perdido a dos hermanas asfixiadas por comer pan caliente. Con mi abuelo ferroviario se habían levantado de la pobreza y del rechazo familiar a su casamiento, hasta hacer de la familia una joya estupenda en un mundo implacablemente cambiante. Las señoritas se habian convertido en putas, los doctores te tuteaban con una agria frescura en tu lecho de muerte. Los pibes meaban a plena luz del dia y fumaban porquerías y hacían muecas. Tiraban las casa mas viejas del barrio, y, para mi, esos patios internos parecían llorar con una modernidad devastadora. Mi abuela, mi querida abuela que un dia lloró cuando a la vuelta de las vacaciones de la costa la sorprendieron con que le pintaron la casa de amarillo.
Lágrimas en sus mejillas.
Yo no se aun que le aportaba a su memoria. O a mi memoria.
Mastiqué cansinamente mientras el caramelo dulzón se me pegaba a las dos ínicas muelas que tengo. Lo despegué con la lengua una y otra vez.
Tragué la mitad, harto de todo. Me puse la otra mitad en la boca. Misma operación de mastique.
Miro la ventana del balcón. Un necesario Mister Musculo no vendria mal en mi cesta de compras. Los vidrios tienen tres milímetros de resina voladora de tabaco del lado de adentro y tres de tierra afuera,. Veo todo marrón. Del color del interior de los intestinos manchados.
Del color que no me gusta. No? Si? Es o no es? Es así? El tipo está completamente desbalanceado, llamen al SAME, llamen a las haditas aladas que lo toquen un poco y que le ajusten la tuerca en la sintonía correcta!
Stanley está internado otra vez después de cinco años. El viejo y querido Estanislao. Practicamente incomunicado, ni siquera el viejo tiene permiso de llamarlo. Lo mandaron a una clínica en Munro. Casa familiera con rejas blancas detrás de dos sauces sucios. La calle de tierra lo arrula, de alguna manera. Lo llamé ayer, me comunicaron con un interno, el telefono se abrió y pude atisbar con las orejas el mundo privado de una internación psiquiatrica. Me bajó la sangre a los pies. Habló conmigo por cinco minutos. Distante, ligeramente hastiado. Pero esas rejas lo calman. Lo vi en Google Maps. Porque yo yoy un tipo moderno, vistes. Solo lloro en privado, borro los videos emocionantes. Escucho a Tan Biónica. Voy tres veces por semana a un spa donde me hacen colonoscopías gratis mientras sonrio envuelto en una toalla que no debería haberme tocado nunca. Fresias hipoalergénicas de diseño envolviendo a los reyes de las amapolas del control. Tomo té verde con jazmín. Vivo en Balvanera hace cinco años pero me desagradan esos negritos salientes del barrio. Sus templitos a San La Muerte en las veredas. Mis paredes son de un color relajante, entre malba y el color de una morcilla. Tengo una pistola automática de un plástico secreto. Soy supervisor de telemárketers con la nuca afeitada milimetricamente con subalternos que no me quieren agregar a Facebook. Voté a Maurice. Fumo cogollo. Sé como hacer un nudo de orca con los ojos cerrados, y mi lengua está afilada como una hojita de afeitar. Escucho exclusivamente musica hecha con instrumentos naturales sin electricidad fabricados en maderas nobles cortadas por artesanos de Córdoba en pequeñas tiradas sólo para mi y mis amigas en solerito. Palo santo volando como un suave vórtex espacial de Valiums en el living, sanándome, sanándome, sanándome, hacheros en el norte del sur de Sudamérica, fumando armados picantes locales deseando que los filos de sus hachas centenarias estuvieran a dos centimetros de mi cuello, y pisar repentinamente una banana sin querer.
Gracias caramelito. Ese hombre en la esquina debió ser amigo de mi padre o el padre de mi madre. Tal vez. Tal vez.
No hay punto central en esta nebulosa pensiva. Y tampoco es necesario. Fragmentación total o casi total. Dispersión no-subversiva. Piedad y suicidio. La polilla sobre el teddy bear.
No importa. Estamos en camino a ESO.
Todo es amor, baby.
Todo.
De mi jugo gástrico, la extrusión. A mi sangre, espesa al doscientos por ciento ahora, adentro corre y corroe el cavallino negro a mi sistema nervioso central iridiscente, mueve, aplasta, difumina con dedos menstruales, dibuja cercos.
Ahí vienen las hadas a llevarme.
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