miércoles, 20 de agosto de 2014

ALGUNA SUERTE DE GUSANO


Estaba de rodillas en la tierra. En la tierra no crecia el pasto. Era mas bien un pastiche de remedo de tierra, bastante seca, bastante humeda y bastante mierdosa, con raleos de ensayos de hierba por aqui y allà, pero para mi era el cielo mas perfecto que podia tener un niño de nueve años, y yo tenia nueve años, y tenìa DERECHO a tener nueve años.
Estaba de rodillas, inclinado sobre mi pequeña parcela, con mis canicas de vidrio, con mi bolsita de bolitas, tratando de enfocar la vista en la bolita de mi contrincante. Nunca le habia acertado a una bolita con mi bolita y nunca lo lograria. Diez años mas tarde, debido al perfeccionamiento de lanzamiento de colillas encendidas a cordones, cloacas y rincones potencialmente inflamables de mi cuarto, tal vez, entonces tal vez.... pero tenia nueve años, y esas bolitas hacian un ruido bastante terrible al chocar las unas con las otras, una suerte de CHASK! muy frio y muy terrible. Incluso en la bolsa parecian rechinar con una melifluidez impertèrrita exasperante.
Lancè. Errè por quince centimetros y el imbècil de niño de mi contrincante y sus dos hermanos lanzaron una gran carcajada, repetidamente. Me estaban tomando el pelo, y las canicas eran dinero, valian dinero, es el dinero de los niños las malditas bolitas... Mirè hacia mi solitaria ultima bolita perderse contra la casa de departamentos, mi hogar, mi ataud primero, mi cancha de sacrificios. La tarde eras pròdiga en tristes zòcalos. los niños corrieron hacia la bolita perdida aun rodando y la tomaron con los nudillos en un unico movimiento. era la tarde de: hagamosle el culo al imbecil de vecino que tenemos. Reian profusamente.
Me herìa que se rieran de mi. Cuando fui grande, supe como esconderme para que no se rieran de mi. De todas maneras yo, en cierta forma, me acostumbraba cobardemente, suicidamente, a perderlo todo. Podìa sentirlo en mis huesos y en mis organos internos, esta desubicaciòn espacio-temporal, como si una bisagra de mierda innombrable, pudiera moverse antes de tiempo, un claquè de funebrero, un anestesiar de las luces de las tardes.
Entonces vi un gusano, no, una lombriz, en la tierra donde habiamos hecho el opi para las bolitas. Era una reluciente, babienta, purpùrea cosa; agitandose y reorcièndose en si misma. Habia sido descubierta por unos niños idiotas. Que sentirias vos si te quitaran el techo de tu casa? Eso sentìa la lombriz. Me mirò con ojos redondos y tristes y con unas grandes ojeras, y se metiò de vuelta en la tierra a fuerza de empujones, protestando y puteando por lo bajo. Pensè, si pudiera hablar me diria hola y me saludaria con una manito, si las lombrices tuvieran manitos.
Pero nò. Simplemente empujò y empujò y empujò, y cuando volviò  al resguardo de la pobre tierra, la pobre lombriz me mostrò su rosado e indemne pobre culito y desapareciò.
A mi me gustaba esa calle cortada en Palermo. Era un buen lugar para soñar, y yo podia soñar mucho, a veces soñaba tanto que a mi me salian paperas y fiebre y vomitaba, pero dicen que eso lo hace todos los niños, aunque los niños que yo conocia, en su mayorìa, tenian otros ojos, otras piernas, otros torsos, otras telas cubriendo sus cuerpos,y sus huevos... no estaban medio pànfilos de melancolìa como yo. Me sentìa diferente. No me sentìa especial porque no era especial, y porque hasta las grandes porciones de torta y los coloridos envoltorios de regalos en ocasiones especiales parecian un tanto demasiado sobreactuados. Yo era un pequeño imbecil con un ansia de asentir. Y lo hacìa. En el barrio pensaban que los Rodriguez eramos felices. A mi me mandaban a la psicopedagoga, en Viamonte y Esmeralda, y yo hacia montañas rusas con rieles de plastilina, donde hacia bajar unas bolitas como si fueran el tren. La doctora me miraba con lo que yo se ahora no era un èxtasis sino un interès medicinal y me sonreia.
Nunca me dijeron por que iba a un mèdico. Mis padres no veian a ningun mèdico. Solo veian a otros hombres y otras mujeres y quedaban embarazados.
Un dia, por la noche, a eso de las ocho de la noche, debajo de un cielo azul flamìgero y devastado por el verano, alguien se bajò de un pequeño auto, entrò por la puerta de mi casa, me acariciò la cabeza yme regalò un libro.
Con ese libro empecè rapidamente a mudar de piel, en ese verano, una piel gruesa y perfecta, una piel de la contextura y sensaciòn sensacional del terciopelo peruano, mas una exhalaciòn de buey sacrificial y el saltar de un gato negro sobre la cama; y en los subsiguientes inviernos, lo mismo: escuchando musicas nuevas, agazapado en mi escafandra de recuerdos. Me sigue sucediendo, ocurre por etapas de una dècada tras otra dècada. Me pasa que extraño y siento nostalgia por las cosas de hace diez años. Cuando tenia dieciseis años, extrañaba las vacaciones en el mar y sus portentos nocturnos misteriosos, el salitre del mar, las niñas y mis castillos de arena y mis autos de juguete de plastico. Cuando lleguè a los veinticuatro años, me perdia en pensar en como habia aprendido a bichar, tiempo atràs,  libros antiguos, en su mayoria insoportabilidades imposibles, pero de graciosos lomos y amarillas y desgajadas paginas gruesas. Tambien extrañaba mi primer guitarra electrica, lo mismo que ahora.
Algun dia un hipnotizador me hara recordar como era, los detalles, detras de toda esta pàlida de exasperante amnesia selectiva.
A los treinta, perdì a mi papà por las pastillas y empecè a tomar las mias. Entonces perdì la habilidad de recordar lo que era estar sin pastillas, el vivir relajado en un mundo de recuerdos ingenuos y de experiencias de sol en casas y departamentos, retozar en abrigos de pieles cuando niño, la sal del mar y la espuma arrebujada en las puntas de las olas bulliendo por el movimiento, y los cuerpos bronceados recostados en reposeras guarangas y berretas Plasnavi, la arena, quemarme los pies, enamorarme, los ojos achinados, la homogeneidad y la impersonalidad de los adultos, cual lagartos marrones, como maniquies en un cuadro de Edward Hopper.
Y esa lombriz? Esa lombriz soy yo. No puedo hacer maromas ni expresarte grandes cosas brillantes ni postulados pseudo-literario/intelectuales espectaculares ni inteligentes. no tengo ese poder. Yo sè de los huevos podridos y verdes, de los hongos en los pies y de la caricia imperfecta. Ojala puedas vos tambien tener tu casita pequeñita en algun lado del mundo sin que te saquen el techo de la tierra de encima, para que alguien venga a decir estupideces sobre lo que es ser una suerte de gusano.

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