Y entonces
el hombre distante de si mismo
y la mujer distante de si misma
construyeron un altar bastante parco
solo un rectangulo con angulos y vertices
Blanco como el Dios Blanco
y arriba de él pusieron la oreja de Van Gogh
aun sangrante y yo la pude escuchar llorar aùn
y enfrente de la oreja sangrante de Van gogh
en el mismo pedestal pusieron un cheque en blanco
y entonces me lo mostraron a mi
y me dijeron que eso era arte y cuando pasè
la mano a mi espalda para buscar el cuchillo
con el que mataria a la verdadera pena de Van Gogh
no encontrè nada y
el hombre y la mujer distantes
sacaron un puñal de entre sus ropas de lujo
y era mi puñal y la hoja estaba hecha de mis dientes rotos
y de mis calzoncillos infantiles manchados de sangre
y nunca pudimos callar a la oreja de Van Gogh o
a aquellos que vendieron su alma para comprar otras, amor
y te escribo desde esta gran ciudad donde nadie
quiere demasiado a nadie y estoy esperando que me tasen a mi
a mi oreja a mis huevos que hiervan mi sangre y que
cuando hierva yo todo separen mi cabeza caliente de mi
cuerpo blando y me pongan un cheque en blanco dentro de la boca
al lado de otra hilera de cabezas que tambien pensaron
en el pobre Vicente.
el hombre distante de si mismo
y la mujer distante de si misma
construyeron un altar bastante parco
solo un rectangulo con angulos y vertices
Blanco como el Dios Blanco
y arriba de él pusieron la oreja de Van Gogh
aun sangrante y yo la pude escuchar llorar aùn
y enfrente de la oreja sangrante de Van gogh
en el mismo pedestal pusieron un cheque en blanco
y entonces me lo mostraron a mi
y me dijeron que eso era arte y cuando pasè
la mano a mi espalda para buscar el cuchillo
con el que mataria a la verdadera pena de Van Gogh
no encontrè nada y
el hombre y la mujer distantes
sacaron un puñal de entre sus ropas de lujo
y era mi puñal y la hoja estaba hecha de mis dientes rotos
y de mis calzoncillos infantiles manchados de sangre
y nunca pudimos callar a la oreja de Van Gogh o
a aquellos que vendieron su alma para comprar otras, amor
y te escribo desde esta gran ciudad donde nadie
quiere demasiado a nadie y estoy esperando que me tasen a mi
a mi oreja a mis huevos que hiervan mi sangre y que
cuando hierva yo todo separen mi cabeza caliente de mi
cuerpo blando y me pongan un cheque en blanco dentro de la boca
al lado de otra hilera de cabezas que tambien pensaron
en el pobre Vicente.
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