Acaeció un ácaro careta en mi cutícula.
Calmé, colagogué, cristalice cataplasma, casi calva cosa queda.
Por cada hueso en el oriente hay un mudo agarrándose los testiculos
por cada gurisa enfebrecida por el mundo misterioso de las tisanas
hay un jovielino chamberguete fumarola con una verga empinada.
Y pasan de largo los años, se van... se van y no saludan y nada strolan.
Un año viejo se desempolva el lomo fisifantasma subido a un equino flacongo
y la remembranza de las tristes y gritonas piedras calientes y el armadillo
enroscado en la tierra se rasca el onmbligo y cambia de canál... que Moria
no lo hizo, que como se lo extraña a Mauro Viale, que qué será de Niembro cuando
se calle el alba y se le ponga el cierre relámpago a la Gran Saca...
Y el ácaro se hizo hombrecito a fuerza de patadas de bebé y de roer su cordón
Humbertilical, cosa que molestó mucho a los otros ácaros, que solo soñaban con
el colchón de los Perez García y hacían aquelarre y reunión mistica en cada recovecus.
No todo el mundo puede ser plomero matriculado, ni todo el mundo puede habitar en Arkham.
Las canciones de la cofradía de la flor total no saben nada de las bocas de los pitirrilones
ni de la galaxia quejumbrosa de los polvicos y las entreteladas. Nadie tocará tu puerta
si no le pones bisagra a la ventana. Sabios de todas las edades, especialmente los de entre seis y diecinueve años, le dicen no a la sidra por temor al malhabido petardo.
Cuanto hemos dialogado con mi primo Gilberto de que algun dia nos iban a robar
el feriado largo, de que nos iban a desposeer de los tutús entulados,
que nos querian birlar un marica, que la bocina se toca a mas de diez metros...
Y navegamos por el lago Nefertiti, ahi donde dobla el Rio Salado y todo se transforma
en una cabaña para cuatro personas y el gomón de la vida... ese gomón se nos dió vuelta.
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