Hace unos años le regalé un libro de Clarice Lispector a mi vieja con la poca guita que me quedaba para comer. Lo miro con asco y me dijo: Gracias, si yo no leo.
Creo que despues le regalé un perfume y despues de eso (porque el perfume tampoco le gustó), nunca le regalé mas nada. Los libros nos quieren mas que nuestra propia sangre. Ojo al piojoi a quien uno mira y por dios sabe que razon admira.
La sangre nueva sabrá mas de nosotros que nosotros de nosotros mismos. Elevo una oracion pagana por ellos, ya que nosotros ya no tenemos cura, jaja.
La ingratitud, inclusive de aquellos que nos han apaleado con sus fracasos y su falta de educación es infinita y perfecta.
El dia que me vaya, sabré que aprendí algo y que no querré volver nunca mas a sentir el dolor inflingido por el odio de mi propia sangre.
Morirse de hambre de amor es el castigo que solo deberia darse a los condenados a la mediocridad sentimental, y a los pobres de humanidad y compasión.
Nunca escribo sobre mi madre, ya lo habrás notado. Por algo es.
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