Como podrias describir el infierno?
Tal vez es una ira externa
que te consume desde los cabellos de los brazos
entra en tu espina y te arquea hasta matarte.
No hay a veces remedio para tal dolor
para el dolor de la mente y para el dolor
de la mente que guìa al cuerpo a
arquearse, a sufrir espasmos y moverse
en la direcciòn equivocada
por culpa de esta furia.
Un dia te enteràs que aquellas pastillas y
que aquel vino y toda esa cerveza
a la noche te hacen companìa.
Cuando todos duermen, vos pensas
en como salir de tu infierno
cuando el sol cae y la gente se sienta
en sus sofàs con la televisiòn prendida.
Y podès ver las estrellas ahi a lo lejos
azules y frias y los rayos catòdicos las alcanzan
y lloran con vos mientras tu cabeza se apoya
en la etiqueta mojada de la botella y se
despega sin un sonido.
Entonces levantas la otra mano hacia el anotador y
la birome negra, y detràs està la lampara
y en la làmpara hay una luz y en esa luz
hay una rèplica de tu corazòn
mientras ahì afuera alguien està pensando en vos
haciendo planes, te aman desquiciado
partido al medio, pobre y enfermo.
No es el amor, y vos quisieras que el sol se
detenga para siempre del lado de Japòn
para que en Buenos Aires solo hubiera una
larga y sempiterna obscuridad congelada.
Entonces entenderían ese frìo.
Pero solo se comprarìan mas televisores
mas làmparas, mas caloventores
y aprenderìan nuevas formas de completar sus
planes y perpetuar la locura mientras vos vas a la
contra de todo moqueando fumando y levantando fiebre
y tu viejo televisor espera ahi en la esquina a que
vengan los carroñeros de la felicidad ajena
a llevarselo junto con tu ùltimo testamento
escrito con tus maravillosos marcadores chinos
siete colores del arcoìris. Y en tu corazòn tembloroso
hasta esto mismo pensàs: «Ojala me haya salido bien.
Porque me van a seguir hasta mas allà de la muerte».
Tal vez es una ira externa
que te consume desde los cabellos de los brazos
entra en tu espina y te arquea hasta matarte.
No hay a veces remedio para tal dolor
para el dolor de la mente y para el dolor
de la mente que guìa al cuerpo a
arquearse, a sufrir espasmos y moverse
en la direcciòn equivocada
por culpa de esta furia.
Un dia te enteràs que aquellas pastillas y
que aquel vino y toda esa cerveza
a la noche te hacen companìa.
Cuando todos duermen, vos pensas
en como salir de tu infierno
cuando el sol cae y la gente se sienta
en sus sofàs con la televisiòn prendida.
Y podès ver las estrellas ahi a lo lejos
azules y frias y los rayos catòdicos las alcanzan
y lloran con vos mientras tu cabeza se apoya
en la etiqueta mojada de la botella y se
despega sin un sonido.
Entonces levantas la otra mano hacia el anotador y
la birome negra, y detràs està la lampara
y en la làmpara hay una luz y en esa luz
hay una rèplica de tu corazòn
mientras ahì afuera alguien està pensando en vos
haciendo planes, te aman desquiciado
partido al medio, pobre y enfermo.
No es el amor, y vos quisieras que el sol se
detenga para siempre del lado de Japòn
para que en Buenos Aires solo hubiera una
larga y sempiterna obscuridad congelada.
Entonces entenderían ese frìo.
Pero solo se comprarìan mas televisores
mas làmparas, mas caloventores
y aprenderìan nuevas formas de completar sus
planes y perpetuar la locura mientras vos vas a la
contra de todo moqueando fumando y levantando fiebre
y tu viejo televisor espera ahi en la esquina a que
vengan los carroñeros de la felicidad ajena
a llevarselo junto con tu ùltimo testamento
escrito con tus maravillosos marcadores chinos
siete colores del arcoìris. Y en tu corazòn tembloroso
hasta esto mismo pensàs: «Ojala me haya salido bien.
Porque me van a seguir hasta mas allà de la muerte».
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