En el edificio de enfrente hay una ventana abierta, por la ventana se ve una habitacion que tiene una puerta abierta, desde la puerta abierta se ve otra puerta abierta, otra habitacion. En la segunda habitación, en perspectiva, de una consecuencia casi daliniana, hay un hombre arrodillado en una alfombra que se hinca intermitentemente. El hombre es negro, saludable, fornido, lo conozco de vista, es uno de los vendedores senegaleses de aqui de Once. Es el momento de rezar a Alláh, el Piadoso, el Misericordioso. Con las manos en alto, de rodillas, con la cara casi contra el suelo. Ha caído el sol y la penumbra pre-otoñal se cierne sobre Balvanera. Son las 9 de la noche. Así es, hermano mío. Lo vamos a necesitar, te vamos a necesitar. Hoy ya es domingo. Nadie se acuerda de Cristo en esta vecindad ya.
Yo fumo en cadena, espero. No se a qué o a quien. Solo espero.
Yo fumo en cadena, espero. No se a qué o a quien. Solo espero.
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