jueves, 28 de marzo de 2019

Anahi Lazzaroni (1957-2019)




(Disclaimer: Estos poemas son robados de un blog y la foto de una web)


Anahí Lazzaroni nació en La Plata el 30 de agosto de 1957. Reside desde su infancia en Ushuaia, capital de Tierra del Fuego, Argentina.


Publicó, entre otros: “Dibujos” (Ediciones Revista Aldea, 1988), “El poema se va sin saludarnos” ( Último Reino, 1994), “Bonus Track” (Último Reino, 1999), “A la luz del desierto” (Último Reino, 2004), “El viento sopla” (El suri porfiado, 2011). Entre 1986 y 1994 codirigió la revista “Aldea”.


Colabora en publicaciones del país y del extranjero. Poemas suyos han sido traducidos al catalán, coreano, francés, inglés, italiano y portugués.


El disfraz


Para atravesar el invierno harás tu propio disfraz.


Tendrás que elegir los paños, los hilos, el color.


En otra época árboles y caballos alegraban el camino.


Ahora que todos


están viajando hacia sus propios miedos ¿qué pasará?


¿Te alcanzarán los preparativos?


¿O necesitarás:


un vaso de agua helada,


un cuaderno de notas,


una música del barroco,


y la mano que una vez te ayudó


a reconocer los escollos en el viejo mapa?


No podemos saberlo.


No te lo diremos.






Boceto


Cantos sólo cantos


escritos en una noche de vigilia.


La juventud huye, huye


a vuelo rasante,


en ese caballo con cara de Dios


van sus aromas.






Perfil


Ágil y lustroso


salta


(en la mitad de una mañana radiante)


el pez azul


de la melancolía.






En el fin del mundo


Hoy nadie se detiene


a mirar la lluvia.


Escribir cartas


es huir de la ciudad.






Leyendo diarios


Un cocodrilo del siglo diecinueve


bosteza.


¿El río?


Cualquier río fangoso


de África lejana.


Animal de sanas y sabias costumbres


si vinieras


y devoraras este caos perfecto


no harías otra cosa


que embellecer


el mundo.






En la casa del Tigre


Cuentan grandes penas, amoríos trágicos


e historias de madres posesivas hilando la tarde.


Despliegan el dolor como si fuera un mantel


y beben alegres las copas del olvido.


Una embarcación en ruinas


navega el río de la noche,


dicen que en ella viajan


el rey mendigo y su guardia de sonámbulos.


A mediados del siglo


en una ciudad mal llamada Buenos Aires,


repiten, un niño levantaba apuestas de caballos


a espaldas de sus inmaculados padres


y más lejos otro niño loco


se inventaba solitario la llanura.


Murmuran trozos de vida


ya cubiertos por el polvo


o casi.






Dos barcos


No se por qué me persiguen dos barcos


que se estrellan en la madrugada


o en una noche que no es ni áspera ni dócil.


Apenas veo sus proas.


No los distingo, los siento ahí


en alguna parte del mar,


de otro mar que no es el mío,


tampoco el de los sueños.


Quizás sí sea el de la infancia,


más allá del Le Maire,


el de los libros o el de las pesadillas de invierno.


Dos barcos grises, sin tripulantes,


chocando sin ruido


entre olas altas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario