miércoles, 18 de julio de 2018

MEMORIAS COLGANDO DEL TIEMPO (1987)

Uno de los puntos de partida para ser quien soy hoy, para bien o para mal, fue el dia que en el frente de la casa de Rodolfito, escribí "FER 1987" en el cemento fresco de la vereda. Ese día terminé la primaria. Recuerdo el tenor de la luz solar de ese día, puedo sentir aún el rigor de los zapatos de cuero (escuela con uniforme, religiosa, llena de "almas" adentro), recuerdo la primavera bombástica y salvaje, el llanto de las niñas que lloraban en el aula, la cara de la que no pasó de grado, la cual fué notificada en el último día de curso, su cara, SU CARA. Recuerdo risas de vuelta volviendo a casa, recuerdo algunos niños de buena hablando de como irían a ciertos colegios, recuerdo la cara de Luis Suaznabar, de Octavio, de Daniel con su impedimento del habla, los rulos a lo Lisa Simpson de Natalia, siempre tan amable y estudiosa, puros 10's. El llanto de mi padre adelante de la señorita Kuki. No sé por que mi padre lloraba, pero a mi me parecía que yo habia sido algo así como la peste bubónica ese último año de escuela. Recuerdo el color verde intenso y acerado de los árboles de Palermo, por ese entonces un barrio con antecedentes historicos y culturales centenarios y aún vivientes antes de que se transformara en un barrio/bar para chetos insurgentes contrarrevolucionarios. Recuerdo todo eso. A los catorce años empezaron a aparecer las primeras casas de videojuegos ocultas en departamentos tugurios los cuales se conocian de boca en boca. Mi pelo creció un poco mas largo de lo habitual, mi cara se amargó un poco por la incertidumbre, también seguí con las clases de inglés, con la masturbación, con el "petty shoplifting", a veces con resultados fantásticos y a veces no tanto. Dejamos de ir de vacaciones con mi familia, por razones de dinero o de salud de mi padre o lo que fuese. De vez en cuando ibamos a Córdoba, muy de vez en cuando, a ver a mis tíos y a mis primas. Me enamoré de mil niñas, de mil viejas, dejé los muñequitos de He-man a un costado y los reemplacé por algunas revistas raras que encontré escondidas en el ropero de mi padre. Dejé de ver a mi madre por media década, me compré una tabla de skate, y los tracks, pero nunca compré las ruedas, la pinté con aerosol blanco con rayas rojas y me la olvidé en no se donde, tal vez apoyada contra un árbol que mi abuelo había plantado y que aún sigue en pié. José Ortega y Gasset 1710, PB 2. No busques el edificio, lo demolieron hace unos 30 años, junto con mi primer vello púbico. Compré mi primer guitarra electrica. Fué entonces en que empecé a ser mas nocturno, pero no afuera, adentro. Escuchaba cassettes de U2, leia libros de Leo Buscaglia, lloraba a la noche, presentía un futuro turbulento, hojeaba enciclopedias y revistas de aviones. Hasta incluso llegué a ir al edificio Alas a tratar de enrolarme como cadete suboficial de la Fuerza Aérea. Me rechazaron inmediatamente después de abrir la puerta de el botija engominado que me hizo entrar de vuelta, pero esta vez golpeando la puerta. Dios lo bendiga por su aridez interior. Si no fuera por él, hoy estaría con el culo como una orquídea de tanto soldado haciendo un carnaval en mi cola. Pero a mi me gustaba mas despertarme un poco más que a media mañana, y Silvia Pérez en una malla color carne con las tetas paradas en el traje de baño mojado, el pelo goteando en una foto inmortal y supercachonda, pura fibra y pelos de concha y calor calor calor heat heat heat pussy pussy pussy for the baby. Esas cosas que están ahi al acecho: mujeres, guitarras, tardes barriales, los viajes en bicicleta de toda la tarde hasta la noche, la pequeñoburguesía de los mas bajos entre la clase media desesperada o la algidez de los valiente salientes del barro del barrio. Cosas llenas de misterio, los arrabales evanescentes, los baldíos con sus rejas de cementerio enormes y oxidadas, los frutos rojos salvajes con semillas adentro colgando de esos muros malevos que transpiraban a chorros historias de fantasmas, de ratas histéricas de la mente, de polvo de catafalco y el mensaje de: nunca me olvides. Pero fué ese dia, ese día en que con el dedo índice, pequeño y limpio y sin manchas de tabaco, penetré el cemento para decir que te quería, y te sigo queriendo, a vos, a mi, a mi espina.


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