martes, 26 de septiembre de 2017
domingo, 24 de septiembre de 2017
INTIMAS NAVIDADES EN SEPTIEMBRE (O LA DEBLACLE DEL RECARAJO)
Todos los zapatos que até
los tuyos, los mios, los de los pequeños
para sostener la trama de esta tragicomedia
las veces que bajé el mentón para cortar
un bistéc muy bueno en una casa muy mala
yo los quise desaparecer a todos ustedes
a cada masticar a cada bocado
a cada trago garganta abajo y quise que
se me hiciera a un lado de la vida o desaparecer
bajo mi camisa. Amén. Se me hizo.
Ahora en mi noche solo mía miro desde el balcón
las luces de la gran ciudad y el cielo claro
claro como un atropellamiento
luminoso como un suicidio doble
están en tu cabeza los mas maravillosos pensamientos
para mi persona y para un universo en general
hay en mi pecho los sueños de el humo que como
una gran hormiga azúl levantaron un imperio imposible
que ahora pone precio a mi propia cabeza
Sea entonces el precio de esta noche una cabeza
sea esta noche el precio de una cabeza que
tararea antojadiza un nombre que lleva
indiscutiblemente mi cabeza.
Aferro en mi puño con trémulo amor estas liendres que me
recuerdan que está prohibido matar en primavera
me calzo los pantalones terrosos que me llevarán
a ciegas a travéz de octubre, nutrido y demente
hacia el otro lado de las fiestas
donde coseran mis labios las putas nazis de la alegria
a donde mil retrasados mentales viven mi nombre
donde se encuentre el imbécil que corte la soga
que estupefacta ha atrapado mi cuello.
sábado, 23 de septiembre de 2017
miércoles, 20 de septiembre de 2017
YO SOY FELIZ CUANDO...
Yo soy feliz cuando estoy grave y solemne. Entonces viene la felicidad de las cosas que estan del otro lado de una alegría sin originalidad. Ahí me siento cómodo. La gente sin problemas me parece que son como fruta colgando de un árbol maravilloso y completamente estúpido. Por eso soy profuso en guarangadas y en epítetos politicamente incorrectos. La muchedumbre me aterra. Solo quiero hacer estas otras cosas super interesantes que no encuentro en ningún otro lado mas que estando conmigo mismo o con alguien meticulosamente elegido. Casi siempre el espejo.
domingo, 17 de septiembre de 2017
viernes, 15 de septiembre de 2017
NO TIENEN DERECHO
Te imagino como una cosa etérea
y es un comportamiento estúpido y animal
esa cosa mía, te pienso y te sé muerta
te pienso y se me traban las manos y la lengua no me dice nada
me quedo duro, me quedo blando
soy como una camioneta del ujo en un barral de putamadre
veo el vehículo, la fosa del conductor
a tu padre con el cabello blanco e impecable
ese rostro impasible de los que lo lograron todo
me veo a mi, fofo, cansado y harto de todo
supongo que soy un poco como tu padre
una fosa tonta un hueco mojado un trapo cansado
y he escrito hace diez años atrás, hace once años atrás
de como te amaba y de como odiaba a todos y ahora
tengo las lienas suficientes y menos acotadas que antes
el poema se hace largo y el lector está ausente
el ritmo se ha hecho vago, las luces se han vuelto bajas
las implosiones se han hecho mas violentas
la medicación colorida se ha hecho mas presentes
los viejos domicilios permanecen y los nosocomios se multiplicaron
hemos visto los terrores y tu te has ido y yo permanezco
odiandolo todo, aborreciendo al planeta entero porque
he considerado de antemano que todo era un fiasco
y entre baba y espuma el mundo ha contestado: no.
Tu barriga, tus pequeños piés, tu melena superentrecana
tu cosa de diosa venida a menos, tu sonrisa
tus labios duros tu existencia dura tus dientes irregulares
la muerte no tenía derecho de llevarte ni tiene derecho a
llevarme a mi o casi a cualquiera.
Y que es lo que hay a fin de cuentas?
los mas sabios son los mas secos de viente y los pelos
blancos impecables brillan en la obscuridad, en el paraje donde
yace tu cuerpo o tus cenizas
y me clavan las espuelas y me expulsan de el yacimiento donde
flota tu presencia.
No me hablan.
No me lastiman.
No me dicen nada mas que
debo esperar.
Y eso es la muerte antes que la muerte.
y es un comportamiento estúpido y animal
esa cosa mía, te pienso y te sé muerta
te pienso y se me traban las manos y la lengua no me dice nada
me quedo duro, me quedo blando
soy como una camioneta del ujo en un barral de putamadre
veo el vehículo, la fosa del conductor
a tu padre con el cabello blanco e impecable
ese rostro impasible de los que lo lograron todo
me veo a mi, fofo, cansado y harto de todo
supongo que soy un poco como tu padre
una fosa tonta un hueco mojado un trapo cansado
y he escrito hace diez años atrás, hace once años atrás
de como te amaba y de como odiaba a todos y ahora
tengo las lienas suficientes y menos acotadas que antes
el poema se hace largo y el lector está ausente
el ritmo se ha hecho vago, las luces se han vuelto bajas
las implosiones se han hecho mas violentas
la medicación colorida se ha hecho mas presentes
los viejos domicilios permanecen y los nosocomios se multiplicaron
hemos visto los terrores y tu te has ido y yo permanezco
odiandolo todo, aborreciendo al planeta entero porque
he considerado de antemano que todo era un fiasco
y entre baba y espuma el mundo ha contestado: no.
Tu barriga, tus pequeños piés, tu melena superentrecana
tu cosa de diosa venida a menos, tu sonrisa
tus labios duros tu existencia dura tus dientes irregulares
la muerte no tenía derecho de llevarte ni tiene derecho a
llevarme a mi o casi a cualquiera.
Y que es lo que hay a fin de cuentas?
los mas sabios son los mas secos de viente y los pelos
blancos impecables brillan en la obscuridad, en el paraje donde
yace tu cuerpo o tus cenizas
y me clavan las espuelas y me expulsan de el yacimiento donde
flota tu presencia.
No me hablan.
No me lastiman.
No me dicen nada mas que
debo esperar.
Y eso es la muerte antes que la muerte.
miércoles, 13 de septiembre de 2017
sábado, 9 de septiembre de 2017
EL BEATO
Embroiderí en las carpetitas apoyabrazos de el sofá verde. En ese sofá se habia sentado el abuelo, pero este pequeño no había recordado nunca al abuelo. Y todo era nuevo, incluso, casi, la noción de la ausencia. la mayoria de las cosas eran altas, importantes, olían a decoro, a algo así como un titulo nobiliario, a estrella santa de navidad, a seguridad limpia. la vieja televisión en blanco y negro, apagada. Con su logo: Zenith. En una mesa ratona con ruedas hecha de madera y cañitos estilizados de aluminio y latón. El viejo parquet siendo encerado por la criada, Alba, morena, sin dientes, agradecida, humilde, de pelo color negro reluciente.
- Nunca supe como hacían las gitanas para tener el pelo de un color tan brillante, hasta que un dia las seguí hasta los cañaverales, y vi que ponian aceite de oliva en un fuenton y se embebian el pelo en todo ese aceite. Les daba un color hermoso, un negro, un negro verde, un negro que a veces se ponia azul, y cuando se lavaban el pelo en el aceite, reían. Entonces me enteré como hacian para tener el pelo tan brillante.
La abuela cerraba los ojos en el sofá, en el sofá donde antes mandaba como un cacique benevolente su marido. Pero el marido se había ido, y la abuela había tenido cáncer, dos veces, la habian operado, habia bajado de peso, le habia escapado a la muerte. Ahora descansaba en la poltrona con los ojos cerrados, el sol crepuscular entrando por la ventana, en el silencio de la casi noche, en el silencio de el fin de las edades cristianas al son del tambor de unos pocos solitarios grillos, en las postrimerias de el fin de la dictadura militar, al principio de los nuevos juegos. Las manos nudosas, el pelo blondo al spray, el vestido, las piernas cruzadas.
Las señoras y las señoritas deben cuidarse de no andar descruzando las piernas, de la misma manera que los niños deben ser vistos pero no oídos.
Yo siempre fui muy recatado. Hecho de algodón de azúcar, como en este rellano sempiterno de paz y de una exorbitante locura.
La abuela cerraba los ojos con la cabeza para atrás y desde afuera se escuchaba a veces pasar un camión, alguna catramina del tiempo de maricastaña aun con el agujero para la manivela de arranque debajo de el radiador en la trompa del viejo ocelote ese.
La cosa rodaba por el empedrado de la calle como un Gran Rey y se iba bufando y tirandose pedos hacia quien sabe donde con toda su carga de secretos.
Fui hacia la puerta terracota, sólida y pesada. El límite de todo, esa puerta. No tenia las llaves. la cerradura quedaba justo debajo de mi mentón. Yo era el niño. Yo fui un niño.
Ahora escribo esto para contártelo.
Nunca volví a casa.
Estaba en pijamas y olía a heno. Mi pelo estaba sucio, mis plantas en chancletas limpios. Afuera los niños jugaban al carnaval corriendo de un lado a otro de la vereda, hacia adelante y hacia atras hacia aqui y hacia alla, los mas atrevidos cruzaban la calle, los mas pecaminosos... los mas modernos reian desparpajadamente. Cretinos con madres gordas y estúpidas. Por lo menos tenian madre. Yo no tenia madre, y si la tenia nunca se la mencionaba, por lo menos no en mi casa. No mucho.
De vez en cuando se decian algunas palabras sobre ella y todos temblaban y se arqueaban en espamos, los otros ellos, los de grandes e importantes palabras, mis tios, mi hermana terrenal. Era un tema horroroso. Mi madre vivia a lo lejos, en un lugar que se llamaba Por Ahí. Y digo Por Ahí porque yo no sabia donde era esto o aquello, ahora sigue siendo lo mismo aqui en este mas acá mas cercano. Mi madre era rubia, tenia ojos azules y cuando me besaba me dejaba marcas de rouge en las mejillas y en las comisuras de la boca. Me amaba con un amor loco, con un amor monstruoso, con un amor demente y completamente absorbente y a veces tomaba un cinturón de hombre, en las noches y los dias mas insoportables, tomaba en el puño delicado el cinturón de un hombre que yo nunca supe quien era, me bajaba los pantalones hasta las canillas y hacía que yo me acostara en la cama mirando hacia afuera por la ventana en su casa, en la casa en la provincia profunda. Me daba con el cinto, yo hacía que lloraba y afuera había un cardenal en una jaula con su penacho bermellón. El sol brillaba caliente y el cardenal gritaba, y el cardenal tenia un gran ojo rojo, muy abierto. Y el pájaro me miraba y yo apenas podia verlo entre las lágrimas, pero el pájaro estaba muy interesado viendo a ver que pasaba con este otro pájaro tan peculiar en esa otra extraña jaula.
Pero eso es otro cuento.
La cuestion es que salí en pijamas, ya cayendo la noche, en chancletas, con mi pelo colorado y mi pequeño trasero.
La puerta cancel estaba abierta, tenia un pomo de bronce que años después sería robado algun muerto de hambre que le gustara mucho degustar metales. Creo.
Abrí el puto pomo de la puerta, salí, la puerta se cerró detrás mio, y caminé calle abajo.
Los niños jugaban a apretar el pomo, ese otro pomo, el de plástico a resortina que vendían en los kioskos. Lanzaban agua. Jugaban al carnaval. Debía de ser febrero, un febrero muy caliente. El pavimento rezumaba agua, las alcantarillas estaban secas con hojas de eucalipto, los vecinos charlaban secamente, las peluquerías estaban desiertas con sus dueñas abanicándose con las manos rollizas. Nadie parecia tener una sonrisa natural, pero el sentimiento de poder que emanaban de sus dientes me daba pavor y respeto. Miedo. Pensé en su momento que debia ser cosa del barrio nuevo. Palermo, ahí abajo en la tierra siempre se vé como una cosa gorda y verde y llena de agua. Tal vez ahora todos los barrios hayan cambiado, pero de todas maneras solo los ancianos y yo necesitamos barrios que no hayan cambiado. has visto alguna vez en las disquerias de penique como se agolpan en las viejas e inútiles bateas los discos de tango que ya nadie quiere escuchar? Ni siquiera los han cambiado por esos cedés, simplemente los han apilado en columnas horizontales monstruosas, en columnas de polvo de catafalco, en estandartes de plástico de lo mersa y lo berreta, escondidos al fondo de todo el requecho en negocios de registros fonográficos a quienes ya nadie quiere entrar.
Eso es: estoy hecho de olvido. Y de luces.
Tenía cinco años y me acerqué a los niños que jugaban en shorts, en medias tres cuartos, en zapatos. Solo los mas afortunados tenian zapatillas primitivas con cordones blancos gruesos y relucientes. Los demás, los menos modernos, tenian zapatos de cuero, con cintas de cuero crudo cruzando los lomos de los pies. Se estilaban remeras y puloveres en invierno, pantalones de corderoy, era el sobre de el esqueleto de los niños. Pobres niños. Pobre yo. Pobre todos.
Alguien me arrojó agua y casi me largo a llorar. Los niños empezaron a reir. Uno particularmente feo rió y pude ver que le faltaban los dos dientes frontales. Me arrojó agua en medio de la frente y el contacto del agua simplemente me desesperó. El agua fría caía por mis sienes y mi mentón como un puto pelele subacuático. Lancé un golpe de puño. Fallé. Nunca fui bueno para las peleas, Solo para los suicidios. Fallé el puñetazo y con el pomo me lanzó agua otra vez en la cara, en la pechera del pijama blanco con ositos rojos y azules. Me sentí desnudo, apartado de todo, dejado de lado. Tal vez se suponía que debia reirme, pero los que se reían eran los demás y yo no podia entender por qué se reian, de que se reían. Simplemente no podía entender el concepto del juego sin dolor. Pensé en mi abuela en el sofá, detras de paredes seguras y sólidas, el olor a heno limpio, el olor a persona vieja, y se me estrujó el corazón con una pena monstruosa, y corrí hacia mi casa. Tres niños me siguieron corriendo. Yo gemía. El de los dientes frontales ausentes me agarró del cuello del pijama y me tiró al suelo. Cuando caí, levante la cabeza gimoteando y pude ver a un adulto de bigotes sonreir. Lo identificaba como algun pariente de uno de los niños, el pariente, tal vez el padre o el tio de uno de los que me estaba aplastando el cuerpo con su cuerpo en el suelo, y el muy hijo de puta, con su maldito bigote pre/post/dictadura se reía. Le parecia muy gracioso que a mi me estuvieran moliendo el alma a palos.
No habia ninguna abuela a la vista.
Me levantaron de los brazos y me metieron en la entrada de un viejo caserón del mil ochocientos con plantas y pequeños arboles saliendo de las paredes interiores, paredes con agua brotando de los ladrillos pelados.
Me pusieron de el lado de adentro y contra la vieja puerta de madera. Estabamos ocultos. La puerta era verde, por dentro y por fuera y yo me estaba poniendo de azul evanescente. El de los dientes frontales ausentes sonrió tapándome la cara con una mano. Con la otra sostenía un cortaplumas oxidado. El asa de metal tenia una pegatina o un un pedazo de cinta de madera que decía: SSR. Lentamente blandió el arma en mi nariz. Yo la miraba como si el mundo se fuera a acabar. Fue la primera vez y la ultima que sentí el mundo acabar. Ni siquiera cuando mi madre me fajaba siseando entre dientes el mundo parecia a punto de acabarse, Las palizas solo parecían ser el comienzo de una historia triste, pero al menos no era el final completo de la historia entera.
El sin dientes metió la navaja en mi nariz e hizo un movimiento rápido hacia arriba, pinchandome la fosa nasal. Yo traté de gritar pero mi aullido quedó en la palma y los dedos de el otro niño pequeño. Su mano olía a grasa de auto, a viejo galpón. El muy estúpido abrió los ojos muy grandes al ver el cuchillo entrando en mi nariz, se le humedecieron los ojos y pude sentir como un olor a orina dulce. El deleite de la vida. Probablemente lo llevara dentro suyo desde mucho antes de nacer. Un alma rota. Un alma tonta.
Hundió el cuchillo un poco mas hasta que la hoja salió casi arriba de mi tabique. Entonces tiró el brazo hacia atrás y mi nariz se dividió en dos.
Caí de culo contra el agua de las paredes que corrian por el pasillo hacia la puerta y de la puerta hacia la calle hacia un viejo cordón de adoquines.
Sin Dientes estaba ahi arriba con su hacha de la guerra.
Entonces los otros niños se agacharon, chistando y haciéndose "shhh" con las manos en los labios y entonces me cortaron la ropa al medio, me hicieron un tajo en la pechera del pijama y me sacaron los pantalones y tiraron mis chancletas al fondo del pasillo oscuro. El sin dientes me miraba desde lo alto. De pronto era un Dios Supremo, el Creador de Mundos. Yo era la criatura violada. Con mis manos cubría mi cara y entre mis dedos podia ver sus ojos brillantes y negros, estupefáctos ante su increíble poder. Él era El Creador. Yo solo era una pequeña bestia informe en su Obra.
Le tiré una debil patada con mi pierna flaca y blanca y el me devolvió una patada fuerte con su pierna enfundada en un corderoy obscuro y un duro zapato de cuero. Yo no estaba convencido de nada y el estaba convencido de todo.
Ese fue mi gran error en la vida: los que se plantean las cosas dos veces por lo general o lustran botas hasta los setenta o se suicidan.
El pequeño deforme con la gran nariz, sin los dientes frontales y el pelo negro y fosco y mal lavado no tenía duda alguna sobre las Razones de Su Creación.
Se bajó la cremallera y desenfundó el pito.
Los otros dos secuaces estaban estupefactos.
El Sin Dientes dijo:
- Ustedes también.
Entonces los otros dos niños también se bajaron el cierre de los pantalones.
- Y ahora?
- Ahora se la vamos a meter en la boca. - dijo Sin Dientes.
Se quedaron unos segundos ahi respirando sin decir nada con sus pequeños penes en las manos.
- Así? - dijo uno, masturbandose debilmente.
- No, así, frontándote hasta que se ponga dura.
- Pues no se pone dura.
- Es hasta que te gusta, entonces se pone dura - dijo Sin Dientes.
Y entonces hundió su pubis en mi cara y en mi boca y yo simplemente vomité sangre y asco, y me encontré repentinamente en el ocaso de mi vida revuelta como huevos fritos quemándose en un gran mapa celeste.
Los otros dos se acercaron para dármela tambien. Me levanté y salí corriendo. Salí hacia el unico lugar que recordaba que un rufián como yo pudiera ir: la Iglesia. Corrí cinco cuadras con los tres estúpidos detras mio, gritando y riendo, y yo estaba muy enojado con el mundo porque los gritos y las risas, los gritos como de malón de indios hacian suponer a las pocas personas en la calle de que todo se trataba de un juego, de que mi sangre no era sangre sino cháchara de carnaval y de que mi desnudez solo podia ser el acto maravilloso de una perversa y disfrutable magia o simplemente, los mayores mortales, los ocupados y subocupados de oficina y establo, todos se habían vuelto locos, y yo llegue a golpear la puerta de atrás de la parroquia, pero como todos sabemos, Dios no atiende los domingos después de la siete de la tarde.
Yo, otra vez, contra una puerta, la de dios, sin nada, respirando y esperando. Mi cráneo hecho una crema santa.
Sin Dientes clavó la hoja justo en el medio de mi abdomen desnudo y limpio y seco.
Ciertas cosas no se le hacen a los niños, pero ciertas cosas no deberían hacersele a los niños, especialmente por otros niños.
La hoja quedó clavada justo debajo de mi ombligo y justo arriba de mi pubis lampiño.
Los tres niños salieron corriendo y yo me arrastré hacia la cañada y el terraplén linderos a la parroquia muda. Los insectos me mordian el cuerpo con vehemencia y mis ojos veian imagenes triples y cuadruples y me dije a mi mismo que si Dios enviara un tren para ir al Cielo, lo tomaría, solo para que las ramas y las hojas y las cañas dejaran de escupirme en el torso y en el rostro, para que el mundo dejara de tajearme en este barrio nuevo, para que el mundo dejara de expulsarme continuamente, Porque, acaso no tenemos toda la vida en un solo dia, que esta bien que estemos desnudos y solos?
Sonó un trueno y el cielo púrpura se iluminó con un destello potente y breve, y entonces dejé caer mi cabecita de poelusa rubia sobre el viejo riel, y esperé hasta que el siseo de la vibracion de las ruedas del tren se hizo ensordecedor golpeando contra mi pequeña sien, y pensé en mi abuela, que era como un tótem indio, como la cabecera de playa de todas las guerras ganadas, y me sentí muy lejano a eso y muy cerca de todas las débiles sospechas que sostenian el marco plateado de mi mundo.
Entonces pensé en mamita y alargué mi manita hacia el tercer riel, y me dejé prender en luces y cuando mi cara se aplastó contra el fondo del mar incontenible, entonces, solo entonces, llegó la calma a mi cabeza, al fin coronada.
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- Nunca supe como hacían las gitanas para tener el pelo de un color tan brillante, hasta que un dia las seguí hasta los cañaverales, y vi que ponian aceite de oliva en un fuenton y se embebian el pelo en todo ese aceite. Les daba un color hermoso, un negro, un negro verde, un negro que a veces se ponia azul, y cuando se lavaban el pelo en el aceite, reían. Entonces me enteré como hacian para tener el pelo tan brillante.
La abuela cerraba los ojos en el sofá, en el sofá donde antes mandaba como un cacique benevolente su marido. Pero el marido se había ido, y la abuela había tenido cáncer, dos veces, la habian operado, habia bajado de peso, le habia escapado a la muerte. Ahora descansaba en la poltrona con los ojos cerrados, el sol crepuscular entrando por la ventana, en el silencio de la casi noche, en el silencio de el fin de las edades cristianas al son del tambor de unos pocos solitarios grillos, en las postrimerias de el fin de la dictadura militar, al principio de los nuevos juegos. Las manos nudosas, el pelo blondo al spray, el vestido, las piernas cruzadas.
Las señoras y las señoritas deben cuidarse de no andar descruzando las piernas, de la misma manera que los niños deben ser vistos pero no oídos.
Yo siempre fui muy recatado. Hecho de algodón de azúcar, como en este rellano sempiterno de paz y de una exorbitante locura.
La abuela cerraba los ojos con la cabeza para atrás y desde afuera se escuchaba a veces pasar un camión, alguna catramina del tiempo de maricastaña aun con el agujero para la manivela de arranque debajo de el radiador en la trompa del viejo ocelote ese.
La cosa rodaba por el empedrado de la calle como un Gran Rey y se iba bufando y tirandose pedos hacia quien sabe donde con toda su carga de secretos.
Fui hacia la puerta terracota, sólida y pesada. El límite de todo, esa puerta. No tenia las llaves. la cerradura quedaba justo debajo de mi mentón. Yo era el niño. Yo fui un niño.
Ahora escribo esto para contártelo.
Nunca volví a casa.
Estaba en pijamas y olía a heno. Mi pelo estaba sucio, mis plantas en chancletas limpios. Afuera los niños jugaban al carnaval corriendo de un lado a otro de la vereda, hacia adelante y hacia atras hacia aqui y hacia alla, los mas atrevidos cruzaban la calle, los mas pecaminosos... los mas modernos reian desparpajadamente. Cretinos con madres gordas y estúpidas. Por lo menos tenian madre. Yo no tenia madre, y si la tenia nunca se la mencionaba, por lo menos no en mi casa. No mucho.
De vez en cuando se decian algunas palabras sobre ella y todos temblaban y se arqueaban en espamos, los otros ellos, los de grandes e importantes palabras, mis tios, mi hermana terrenal. Era un tema horroroso. Mi madre vivia a lo lejos, en un lugar que se llamaba Por Ahí. Y digo Por Ahí porque yo no sabia donde era esto o aquello, ahora sigue siendo lo mismo aqui en este mas acá mas cercano. Mi madre era rubia, tenia ojos azules y cuando me besaba me dejaba marcas de rouge en las mejillas y en las comisuras de la boca. Me amaba con un amor loco, con un amor monstruoso, con un amor demente y completamente absorbente y a veces tomaba un cinturón de hombre, en las noches y los dias mas insoportables, tomaba en el puño delicado el cinturón de un hombre que yo nunca supe quien era, me bajaba los pantalones hasta las canillas y hacía que yo me acostara en la cama mirando hacia afuera por la ventana en su casa, en la casa en la provincia profunda. Me daba con el cinto, yo hacía que lloraba y afuera había un cardenal en una jaula con su penacho bermellón. El sol brillaba caliente y el cardenal gritaba, y el cardenal tenia un gran ojo rojo, muy abierto. Y el pájaro me miraba y yo apenas podia verlo entre las lágrimas, pero el pájaro estaba muy interesado viendo a ver que pasaba con este otro pájaro tan peculiar en esa otra extraña jaula.
Pero eso es otro cuento.
La cuestion es que salí en pijamas, ya cayendo la noche, en chancletas, con mi pelo colorado y mi pequeño trasero.
La puerta cancel estaba abierta, tenia un pomo de bronce que años después sería robado algun muerto de hambre que le gustara mucho degustar metales. Creo.
Abrí el puto pomo de la puerta, salí, la puerta se cerró detrás mio, y caminé calle abajo.
Los niños jugaban a apretar el pomo, ese otro pomo, el de plástico a resortina que vendían en los kioskos. Lanzaban agua. Jugaban al carnaval. Debía de ser febrero, un febrero muy caliente. El pavimento rezumaba agua, las alcantarillas estaban secas con hojas de eucalipto, los vecinos charlaban secamente, las peluquerías estaban desiertas con sus dueñas abanicándose con las manos rollizas. Nadie parecia tener una sonrisa natural, pero el sentimiento de poder que emanaban de sus dientes me daba pavor y respeto. Miedo. Pensé en su momento que debia ser cosa del barrio nuevo. Palermo, ahí abajo en la tierra siempre se vé como una cosa gorda y verde y llena de agua. Tal vez ahora todos los barrios hayan cambiado, pero de todas maneras solo los ancianos y yo necesitamos barrios que no hayan cambiado. has visto alguna vez en las disquerias de penique como se agolpan en las viejas e inútiles bateas los discos de tango que ya nadie quiere escuchar? Ni siquiera los han cambiado por esos cedés, simplemente los han apilado en columnas horizontales monstruosas, en columnas de polvo de catafalco, en estandartes de plástico de lo mersa y lo berreta, escondidos al fondo de todo el requecho en negocios de registros fonográficos a quienes ya nadie quiere entrar.
Eso es: estoy hecho de olvido. Y de luces.
Tenía cinco años y me acerqué a los niños que jugaban en shorts, en medias tres cuartos, en zapatos. Solo los mas afortunados tenian zapatillas primitivas con cordones blancos gruesos y relucientes. Los demás, los menos modernos, tenian zapatos de cuero, con cintas de cuero crudo cruzando los lomos de los pies. Se estilaban remeras y puloveres en invierno, pantalones de corderoy, era el sobre de el esqueleto de los niños. Pobres niños. Pobre yo. Pobre todos.
Alguien me arrojó agua y casi me largo a llorar. Los niños empezaron a reir. Uno particularmente feo rió y pude ver que le faltaban los dos dientes frontales. Me arrojó agua en medio de la frente y el contacto del agua simplemente me desesperó. El agua fría caía por mis sienes y mi mentón como un puto pelele subacuático. Lancé un golpe de puño. Fallé. Nunca fui bueno para las peleas, Solo para los suicidios. Fallé el puñetazo y con el pomo me lanzó agua otra vez en la cara, en la pechera del pijama blanco con ositos rojos y azules. Me sentí desnudo, apartado de todo, dejado de lado. Tal vez se suponía que debia reirme, pero los que se reían eran los demás y yo no podia entender por qué se reian, de que se reían. Simplemente no podía entender el concepto del juego sin dolor. Pensé en mi abuela en el sofá, detras de paredes seguras y sólidas, el olor a heno limpio, el olor a persona vieja, y se me estrujó el corazón con una pena monstruosa, y corrí hacia mi casa. Tres niños me siguieron corriendo. Yo gemía. El de los dientes frontales ausentes me agarró del cuello del pijama y me tiró al suelo. Cuando caí, levante la cabeza gimoteando y pude ver a un adulto de bigotes sonreir. Lo identificaba como algun pariente de uno de los niños, el pariente, tal vez el padre o el tio de uno de los que me estaba aplastando el cuerpo con su cuerpo en el suelo, y el muy hijo de puta, con su maldito bigote pre/post/dictadura se reía. Le parecia muy gracioso que a mi me estuvieran moliendo el alma a palos.
No habia ninguna abuela a la vista.
Me levantaron de los brazos y me metieron en la entrada de un viejo caserón del mil ochocientos con plantas y pequeños arboles saliendo de las paredes interiores, paredes con agua brotando de los ladrillos pelados.
Me pusieron de el lado de adentro y contra la vieja puerta de madera. Estabamos ocultos. La puerta era verde, por dentro y por fuera y yo me estaba poniendo de azul evanescente. El de los dientes frontales ausentes sonrió tapándome la cara con una mano. Con la otra sostenía un cortaplumas oxidado. El asa de metal tenia una pegatina o un un pedazo de cinta de madera que decía: SSR. Lentamente blandió el arma en mi nariz. Yo la miraba como si el mundo se fuera a acabar. Fue la primera vez y la ultima que sentí el mundo acabar. Ni siquiera cuando mi madre me fajaba siseando entre dientes el mundo parecia a punto de acabarse, Las palizas solo parecían ser el comienzo de una historia triste, pero al menos no era el final completo de la historia entera.
El sin dientes metió la navaja en mi nariz e hizo un movimiento rápido hacia arriba, pinchandome la fosa nasal. Yo traté de gritar pero mi aullido quedó en la palma y los dedos de el otro niño pequeño. Su mano olía a grasa de auto, a viejo galpón. El muy estúpido abrió los ojos muy grandes al ver el cuchillo entrando en mi nariz, se le humedecieron los ojos y pude sentir como un olor a orina dulce. El deleite de la vida. Probablemente lo llevara dentro suyo desde mucho antes de nacer. Un alma rota. Un alma tonta.
Hundió el cuchillo un poco mas hasta que la hoja salió casi arriba de mi tabique. Entonces tiró el brazo hacia atrás y mi nariz se dividió en dos.
Caí de culo contra el agua de las paredes que corrian por el pasillo hacia la puerta y de la puerta hacia la calle hacia un viejo cordón de adoquines.
Sin Dientes estaba ahi arriba con su hacha de la guerra.
Entonces los otros niños se agacharon, chistando y haciéndose "shhh" con las manos en los labios y entonces me cortaron la ropa al medio, me hicieron un tajo en la pechera del pijama y me sacaron los pantalones y tiraron mis chancletas al fondo del pasillo oscuro. El sin dientes me miraba desde lo alto. De pronto era un Dios Supremo, el Creador de Mundos. Yo era la criatura violada. Con mis manos cubría mi cara y entre mis dedos podia ver sus ojos brillantes y negros, estupefáctos ante su increíble poder. Él era El Creador. Yo solo era una pequeña bestia informe en su Obra.
Le tiré una debil patada con mi pierna flaca y blanca y el me devolvió una patada fuerte con su pierna enfundada en un corderoy obscuro y un duro zapato de cuero. Yo no estaba convencido de nada y el estaba convencido de todo.
Ese fue mi gran error en la vida: los que se plantean las cosas dos veces por lo general o lustran botas hasta los setenta o se suicidan.
El pequeño deforme con la gran nariz, sin los dientes frontales y el pelo negro y fosco y mal lavado no tenía duda alguna sobre las Razones de Su Creación.
Se bajó la cremallera y desenfundó el pito.
Los otros dos secuaces estaban estupefactos.
El Sin Dientes dijo:
- Ustedes también.
Entonces los otros dos niños también se bajaron el cierre de los pantalones.
- Y ahora?
- Ahora se la vamos a meter en la boca. - dijo Sin Dientes.
Se quedaron unos segundos ahi respirando sin decir nada con sus pequeños penes en las manos.
- Así? - dijo uno, masturbandose debilmente.
- No, así, frontándote hasta que se ponga dura.
- Pues no se pone dura.
- Es hasta que te gusta, entonces se pone dura - dijo Sin Dientes.
Y entonces hundió su pubis en mi cara y en mi boca y yo simplemente vomité sangre y asco, y me encontré repentinamente en el ocaso de mi vida revuelta como huevos fritos quemándose en un gran mapa celeste.
Los otros dos se acercaron para dármela tambien. Me levanté y salí corriendo. Salí hacia el unico lugar que recordaba que un rufián como yo pudiera ir: la Iglesia. Corrí cinco cuadras con los tres estúpidos detras mio, gritando y riendo, y yo estaba muy enojado con el mundo porque los gritos y las risas, los gritos como de malón de indios hacian suponer a las pocas personas en la calle de que todo se trataba de un juego, de que mi sangre no era sangre sino cháchara de carnaval y de que mi desnudez solo podia ser el acto maravilloso de una perversa y disfrutable magia o simplemente, los mayores mortales, los ocupados y subocupados de oficina y establo, todos se habían vuelto locos, y yo llegue a golpear la puerta de atrás de la parroquia, pero como todos sabemos, Dios no atiende los domingos después de la siete de la tarde.
Yo, otra vez, contra una puerta, la de dios, sin nada, respirando y esperando. Mi cráneo hecho una crema santa.
Sin Dientes clavó la hoja justo en el medio de mi abdomen desnudo y limpio y seco.
Ciertas cosas no se le hacen a los niños, pero ciertas cosas no deberían hacersele a los niños, especialmente por otros niños.
La hoja quedó clavada justo debajo de mi ombligo y justo arriba de mi pubis lampiño.
Los tres niños salieron corriendo y yo me arrastré hacia la cañada y el terraplén linderos a la parroquia muda. Los insectos me mordian el cuerpo con vehemencia y mis ojos veian imagenes triples y cuadruples y me dije a mi mismo que si Dios enviara un tren para ir al Cielo, lo tomaría, solo para que las ramas y las hojas y las cañas dejaran de escupirme en el torso y en el rostro, para que el mundo dejara de tajearme en este barrio nuevo, para que el mundo dejara de expulsarme continuamente, Porque, acaso no tenemos toda la vida en un solo dia, que esta bien que estemos desnudos y solos?
Sonó un trueno y el cielo púrpura se iluminó con un destello potente y breve, y entonces dejé caer mi cabecita de poelusa rubia sobre el viejo riel, y esperé hasta que el siseo de la vibracion de las ruedas del tren se hizo ensordecedor golpeando contra mi pequeña sien, y pensé en mi abuela, que era como un tótem indio, como la cabecera de playa de todas las guerras ganadas, y me sentí muy lejano a eso y muy cerca de todas las débiles sospechas que sostenian el marco plateado de mi mundo.
Entonces pensé en mamita y alargué mi manita hacia el tercer riel, y me dejé prender en luces y cuando mi cara se aplastó contra el fondo del mar incontenible, entonces, solo entonces, llegó la calma a mi cabeza, al fin coronada.
MI QUERIDA MARY SHELLEY:
Todos somos como Frankenstein en cierta manera. Mal cosidos, mal armados, mal reanimados, con el corazón latiendo en una mano y el cadáver de la infancia en la otra.
jueves, 7 de septiembre de 2017
EL RESUCITADO
Hoy encontré esto. Entre mis devaneos, mis cavilaciones, mis stalkeos, mi interrogante eterno, y esto. Fuimos novios unos largos tres años y medio. Dolores Weihmuller. Mi primer novia, mi primer novia que tuve a los 30 años. La primer mujer a la que abracé con esa fuerzxa primera y nueva. la primer mujer que dije era mia y que durmió conmigo en mi cama, en mi pieza, con la puerta cerrada. Y esta noche de insomnio me entero que hace casi un año que está muerta. Era la piba mas buena del mundo, un alma errante, como yo, como toda la gente que conocí en los loqueros. Ni llorar puedo. A veces, cuando ves a una persona con una enfermedad mental, en medio de la vorágine de la locura, que es como un huracan insoportable, podés ver esos claros de bondad, de tranquilidad, podes ver esos atisbos donde se ve claramente a la persona definida y enfocada que Dios quiso hacer pero que por esas de la vida se trastocó y mutó en mala suerte, en un destino torcido, en un bosquejo obscuro de la idea original. Ya no importa. Yo estaba enamorado de esta mujer. La amaba. Le escribí poemas, tocabamos y cantabamos juntos y grababamos infinidad de improvisaciones locas con un viejo walkman. Estabamos los dos completamente enloquecidos, fuera de los rieles, encendidos de amor y de desesperanza. Pero nos teniamos a los dos. Unas internaciones de ella nos distanciaron. Ella llamaba de vez en cuando y hablabamos un poco, o nos vimos un par de veces. Un dia llamó y yo muy paciente y egoistamente le dije que estaba con otra mujer, que mesura, que mantengamos la etiqueta. Solo fui otra voz de rechazo en el telefono. A los locos no nos quiere nadie. Nadie. Ni entre nosotros nos entendemos, asi que dificil querer lo-que-sea. Soy un sorete como cualquier otro, supongo. Esta foto que posteo acá la robé del muro de alguien. Esa sonrisa de Dolo es la sonrisa que deja al éter, a su madre y a su padre, a su hermano y hermana, a sus amigos y amigas y en cierta forma, a mí. Yo siempre escribí de como la mayoria de la gente que quiero está loca o muerta. Bueno, por ser un forro de mierda y andar enroscado con mi sombra... lo unico que tengo es de muestra un botón. No sé que quiero decir. No sé que le pasó. Ví su perfil de facebook y estaba muy desmejorada. Parecía tener 20 años mas de los 50 que debe de haber tenido cuando murió. Miro esta foto y envidio a quien le haya sacado esa foto. me acuerdo cuando venia a acurrucarse conmigo y me decía: "Quiero mimos". A veces la vida es un largo e incesante invierno y tomamos lo que podemos y damos todo lo que hay y lo que habrá. Ahora tengo que ir a buscar unas fotos, hacer unos escaneos, tal vez preguntar por una direccion, mandar un sobre con cosas por correos, algunas cartas no mandadas por ella. Pero bueno, todos nos hacemos un sobre con algo adentro, en algun momento, no?
SEPELIOS Y PARTICIPACIONESPublicado el 17/11/2016
Dolores Weihmüller q.e.p.d., falleció el 16-11-2016. - Sonia Irazu de Weihmüller participa el fallecimiento de su hija en el afecto y ruega una oración en su nombre. - LAZARO COSTA, 25 de Mayo 501, San Isidro. Tel. 4732-1200.
EL RESUCITADO - un poema de Fernando Christian Rodriguez Besel
Para Dolores Weihmuller, QEPD
Hoy lo han resucitado
al conocido este tuyo y mio
el de la cara como de ripio de tanto dolor
el que denunciaba que le habian robado las zapatillas
al corazon desnudo ese
le pusieron los brackets
le enderezaron el pelo
le cosieron los labios abiertos
y con un pañuelo le hicieron jurar
que el moco era pecado
lo surcieron a almíbares
le tajearon el pecho con la borrachera
de todos los mandamientos
y le pusieron un cisne en la cabeza partida al medio
y de ropas un monton de palabras suaves
y símbolos tan antiguos y rancios como todos los tiempos
de los de los hombres que se encargan de la seguridad y de esconder las
llaves
y entonces vino un paje muerto a contarmelo a mi al oído
yo que estaba echado con la lepra sobre mi mesa de trabajo
desnudo y con una pistola de amor en la cabeza
yo sostenia mi pene y en mi mano agarrotada
no había ninguna Biblia discernible
ni cielo que clamara que me hubiera parido
sin padre y madre
ahogandome pensando en que debia volver
a ese colchón asqueroso que me quita cada noche
de la vida
y vinieron y me lo contaron todo
y yo te lo conté a vos
y entonces yo tambien me cosí la boca
pero los cordeles quirúrgicos se partieron y
en la noche que yo siempre mas quiero
rompí los huevos sobre la sartén
prendí un cigarrillo
y le juré a estos demonios que me llevan al infierno
que amo, y que te amo a vos, y que no se hable mas
de ese otro
que de eso no se habla
que hay cosas que no se dicen de los muertos
SEPELIOS Y PARTICIPACIONESPublicado el 17/11/2016
Dolores Weihmüller q.e.p.d., falleció el 16-11-2016. - Sonia Irazu de Weihmüller participa el fallecimiento de su hija en el afecto y ruega una oración en su nombre. - LAZARO COSTA, 25 de Mayo 501, San Isidro. Tel. 4732-1200.
EL RESUCITADO - un poema de Fernando Christian Rodriguez Besel
Para Dolores Weihmuller, QEPD
Hoy lo han resucitado
al conocido este tuyo y mio
el de la cara como de ripio de tanto dolor
el que denunciaba que le habian robado las zapatillas
al corazon desnudo ese
le pusieron los brackets
le enderezaron el pelo
le cosieron los labios abiertos
y con un pañuelo le hicieron jurar
que el moco era pecado
lo surcieron a almíbares
le tajearon el pecho con la borrachera
de todos los mandamientos
y le pusieron un cisne en la cabeza partida al medio
y de ropas un monton de palabras suaves
y símbolos tan antiguos y rancios como todos los tiempos
de los de los hombres que se encargan de la seguridad y de esconder las
llaves
y entonces vino un paje muerto a contarmelo a mi al oído
yo que estaba echado con la lepra sobre mi mesa de trabajo
desnudo y con una pistola de amor en la cabeza
yo sostenia mi pene y en mi mano agarrotada
no había ninguna Biblia discernible
ni cielo que clamara que me hubiera parido
sin padre y madre
ahogandome pensando en que debia volver
a ese colchón asqueroso que me quita cada noche
de la vida
y vinieron y me lo contaron todo
y yo te lo conté a vos
y entonces yo tambien me cosí la boca
pero los cordeles quirúrgicos se partieron y
en la noche que yo siempre mas quiero
rompí los huevos sobre la sartén
prendí un cigarrillo
y le juré a estos demonios que me llevan al infierno
que amo, y que te amo a vos, y que no se hable mas
de ese otro
que de eso no se habla
que hay cosas que no se dicen de los muertos
lunes, 4 de septiembre de 2017
EL CIEGO
Cuando era chico
habia un boletero en la cancha de polo al lado
de mi casa
era ciego, con su baston blanco
y su chambergo y su camisa blanca sin
planchar
y una de esas caras que lo ven todo que es como ver una montaña a catorce kilometros mas allá
Y pasaba por la ventana de mi casa en Palermo y mi papá me decía: andá a ayudarlo a cruzar la calle.
Y la calle era una calle cortada por donde no pasaba nadie y yo iba y le decia, señor, lo ayudo a cruzar la calle? Y el ciego me decía: Sí.
Probablemente el tipo sabia entonces muchas cosas mas de las que yo sé ahora cuarenta años después, pero me dejaba tomarlo del brazo. Me gustaba agarrarlo del brazo y sentir esa masa caliente, muy caliente debajo de la manga del saco grueso. Caminabamos despacio. Eran solo diez metros, pero eran unos buenos diez metros. Entonces el señor iba y levantaba el pié y subia el cordón de la vereda con su viejo zapato marrón y entonces yo lo soltaba. Tal vez me decia gracias, o un hasta luego, pero se iba, caminando entre las hojas secas de eucalipto en el suelo, abajo del sol, hacia su trabajo, en un verano tórrido. Y yo lo miraba irse, entonces me daba vuelta y veia a mi padre sonrerime. Extraño muchas cosas, pero a mi padre y a los ciegos es lo que mas extraño. No necesito a Borges, Borges me la suda, necesito gente común que no pueda ver mas allá de lo evidente. Extraño eso: el brazo de un anciano invidente y los dientes de mi padre. La cara de mi padre, Las caras de mis tios. Los abrazos de mi tio. Extraño tanto a los ciegos que me estoy volviendo ciego. Yo no necesito la poesía: los versos y las puntuaciones y los acentos y los sentimientos son como un bowl con comida de perro en una mesa dorada a la hoja y enjoyada con esmeraldas y rubíes. Que vengan los ciegos. Tengo tres amigos ciegos. En el psiquiátrico conocí muchos ciegos. En Tribunales conocí mas ciegos. En el calabozo de la taquería eramos cinco ciegos jóvenes y una manta sucia y orina en el suelo. Eramos jovenes y estupidos y ciegos. Ahora ya me vuelvo viejo y sigo estando ciego. Pero este ciego en particular, con un trabajo en particular, con un saco en particular y con todo ese rescoldo interior quemándome la manita es el mejor ciego que conocí. Era un folklore gentil. Era un trecho breve pero los efectos secundarios fueron terribles, y maravillosos.
habia un boletero en la cancha de polo al lado
de mi casa
era ciego, con su baston blanco
y su chambergo y su camisa blanca sin
planchar
y una de esas caras que lo ven todo que es como ver una montaña a catorce kilometros mas allá
Y pasaba por la ventana de mi casa en Palermo y mi papá me decía: andá a ayudarlo a cruzar la calle.
Y la calle era una calle cortada por donde no pasaba nadie y yo iba y le decia, señor, lo ayudo a cruzar la calle? Y el ciego me decía: Sí.
Probablemente el tipo sabia entonces muchas cosas mas de las que yo sé ahora cuarenta años después, pero me dejaba tomarlo del brazo. Me gustaba agarrarlo del brazo y sentir esa masa caliente, muy caliente debajo de la manga del saco grueso. Caminabamos despacio. Eran solo diez metros, pero eran unos buenos diez metros. Entonces el señor iba y levantaba el pié y subia el cordón de la vereda con su viejo zapato marrón y entonces yo lo soltaba. Tal vez me decia gracias, o un hasta luego, pero se iba, caminando entre las hojas secas de eucalipto en el suelo, abajo del sol, hacia su trabajo, en un verano tórrido. Y yo lo miraba irse, entonces me daba vuelta y veia a mi padre sonrerime. Extraño muchas cosas, pero a mi padre y a los ciegos es lo que mas extraño. No necesito a Borges, Borges me la suda, necesito gente común que no pueda ver mas allá de lo evidente. Extraño eso: el brazo de un anciano invidente y los dientes de mi padre. La cara de mi padre, Las caras de mis tios. Los abrazos de mi tio. Extraño tanto a los ciegos que me estoy volviendo ciego. Yo no necesito la poesía: los versos y las puntuaciones y los acentos y los sentimientos son como un bowl con comida de perro en una mesa dorada a la hoja y enjoyada con esmeraldas y rubíes. Que vengan los ciegos. Tengo tres amigos ciegos. En el psiquiátrico conocí muchos ciegos. En Tribunales conocí mas ciegos. En el calabozo de la taquería eramos cinco ciegos jóvenes y una manta sucia y orina en el suelo. Eramos jovenes y estupidos y ciegos. Ahora ya me vuelvo viejo y sigo estando ciego. Pero este ciego en particular, con un trabajo en particular, con un saco en particular y con todo ese rescoldo interior quemándome la manita es el mejor ciego que conocí. Era un folklore gentil. Era un trecho breve pero los efectos secundarios fueron terribles, y maravillosos.
domingo, 3 de septiembre de 2017
EL MÚSICO PROFESIONAL
EL MUSICO PROFESIONAL
Fue una noche en un local restaurant muy seguro y muy limpio
fuimos a comer algo con mi tía
hace unos veinte años atrás, lejos de la pesadilla de ahora
El lugar estaba bien pero era un lugar al que ahora nunca entraria
aunque me dieran comida gratis, aunque no vieran que me como las uñas
había una banda en vivo, la banda se llamaba Max, y la banda trataba
de tocar musica country
Que mierda, hasta tocaron los hits de Kenny Rogers
esto debe de haber sido en los tristes mediados de los noventas
porque en un momento los muchachos y muchachas de la banda
en sus camisas y botas tejanas, desde debajo de sus sombreros tejanos blancos
una lengua pútrida negra apareció desde debajo de sus pequeñas cabecitas
les bajó lamiendolo todo hasta los dedos
y empezaron a tocar una de
Nirvana
«Smells like teen spirit"
Después se despidieron con otra de Kenny Rogers
«The gambler»
todo el mundo estaba cantando y bailando
nadie estaba borracho
todos estaban con la panza llena
una noche de «cena show cualquiera»
más
muy bien pagada
Entonces tube que ir al baño
escaleras arriba
me lavé las manos con el jabon fino colgado de un fierro
de mis manos salian grumos grises de mugre
Bajé las escaleras y ví al guitarrista de la banda subirlas
para hacer tambien lo suyo, con su sombrero Stetson
sus jeans y su camisa bordada
y lo felicité por las canciones y le pregunté:
Tienen canciones propias? Tienen canciones que hagan ustedes?
Y el semblante le trocó a una negrura infinita y los ojos
se le ensombrecieron como a un gris muy líquido y ténue
y ví que debajo de los ojos habia unas bolsas grises y purpúreas
llenas de arrugas había una tristeza completamente seca en esa
cara y ví la paleta de colores faltantes en esa cara
esa irradiación ausente tan temida
Me dijo: No, no hacemos canciones propias, solo covers
Esa fue la lección mas importante sobre música que recibí en
toda mi vida
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