Ni siquiera tenia nombre. Lo habiamos designado con rabia y con un desdén producto de una juventud sin pensamiento. Lo primero y lo ultimo que recuerdo era verlo llorar ahi parado con su cara de pelele rojo, inflamado en los ojos de tanto llorar y probablemente de tanto sin dormir a la noche, descolocado e insano, oliendo a plastilina y madera de lápicitos de colores con su maldito guardapolvo impecable blanco. Estaba ahi parado arriba de la tarima exterior de el sotano, con la caldera abajo, las manos lívidas y los ojos hundidos por la inflamacion de las lagrimas, rogando como un cerdo en el matadero. Que era lo que decia? Cual era su queja? Quien sabe. La queja que penamos todos supongo.
Mientras escribo esto, la pierna mia, la derecha, rebota incontrolablemente contra el parquet del suelo. Se está levantando el parquet justo donde hago tap tap tap con la gamba. Yo tampoco tengo mucho tiempo. Necesito, por primera vez en mi vida, poner un punto aparte aqui, porque esta es una pequeña historia de una tragedia anónima, la sinopsis o la abreviatura de un querer que nunca ocurrió.
Habia llegado al colegio todo acicalado y terriblemente asustado a mitad de el año de cursada de quinto grado. Lo veias a la cara y ni siquiera querias averiguar su nombre. Yo no era ni especial ni nunca fui y nunca seré alguien muy valiente, pero la cara del chaboncito me daba ambos pena y un coraje malsano que a otros les hubiera costado mucho menos articular. Mayormente me dediqué a mirar y escuchar, aunque yo no estoy exento de culpa.
Fui parte de esa violación.
Y ahi estaba parado el chaboncito con su guardapolvos reluciente y todo su cuerpo temblando y sus lagrimas.
Pude ver en ese niño a mi propia persona, solo que yo ya andaba suelto de cuerpo porque tambien habia lidiado con eso y me habia curtido con esos sentimientos internos, esa conversión gradual a otro idiota mas, a otra tragedia pequeña profunda mas, otra neighborhood casualty de esas que pasan desapercibidas por todos porque, hey, esas cosas pasan, son juegos de niños.
En realidad, en el patio de escuela lo que se aprende es a matar.
Cuando el pibito pasaba por los pasillos del aula ninguna de las chicas lo saludaba. Los pibes lo ignoraban o hacian muecas. Ensayos de asesinato.
Le decian, lo llamaban: «Chico Nuevo». Lo haciamos compulsivamente como si tuvieramos la chota muy grande. Él ponia caras, se excusaba mental y fisicamente, tenia un torbellino adentro. Lo estabamos destripando y era una sensación muy fresca y satisfactoria, como pisar pollitos.
No recuerdo si Chico Nuevo era hijo de milicos, eso si, lo vi muchas veces por esa calle donde estaban los departamentos de los oficiales, los padres de mis amigos mas caros al alma, los verdaderos hijos de puta, o los que la pasaban bien porque los viejos la habian pasado bomba, literalmente. Andaba por ahi. El pibe simplemente andaba por ahi como un fantasma que nadie queria ver. Y el pibe era
---translúcido---.
No pinchaba ni cortaba. Tenia ese pelo peinado a la gomina, la cara desencajada que trocaba el color continuamente: un rojo encendido, un blanco teta, despues se ponia gris o cualquier otro color de la paleta de una morgue fresca, y daban ganas o de matarlo o de arrullarlo por quince minutos y despues arrojarlo a una zanja de olvido. Cambiaba de piel, intentándolo con una fuerza y una desesperación y con un espiritu de contricción que uno no sabía, adelante de el, lo que eran las palabras amables.
Trataba tanto y tan fuerte de hacer amigos que daba repeluz. Era una carniceria espiritual, y el cerdo en el matadero era él y, como todos sabemos, los niños de diez años son los genocidas mas viles y ruines de toda la historia, en cualquier tiempo.
Eso lo sabemos todos. Todos somos culpables de asesinato en algun momento de la vida, en especial las niñas lindas y los toritos de quinto grado. Alguien podria argumentar esto y tratar de pelear o hacer retórica en contra de esto, pero el caso es que todos sabemos mas o menos bien como dejar a un incauto en el fondo del tacho de la basura hecho un puñado de cenizas.
Hombres y mujeres de hoy, de ayer y de siempre.
«Hey Chico Nuevo!»
«Hey, cara de caca, hey Chico Nuevo, queres venir a jugar con un poquito de toda esta muerte? Tenemos de sobra y es toda para vos, cara de pija, sorete».
Juana de Arco y su walkman en la hoguera.
Teniamos palabras tentativas que se amoldaban a nuestras virtudes que a su vez se amoldaban a nuestra torpeza: lo lastimabamos por deporte, yo por lo menos era mas callado y mas fragil que los otros pero no tanto como Chico Nuevo.
Estaba en una Tierra Media.
Eso me hace tan culpable como el otro resto de los violadores.
Lo reventamos en un santiamen. No costó mucho. Nos salía facil. Volviamos a casa donde comiamos buena comida caliente y los viejos nos acariciaban la cabeza con nuestros cabellitos rubios mientras sabian, ellos, los viejos, que
la CRIA HABIA SALIDO CAMBIADA.
No se por que escribo esto hoy, supongo que me duele el pecho y el pronostico es mucha obscuridad y una muerte cercana. El pecho, me duele. El paquete de Baltimore cerca de mi mano izquierda. Puedo fumar con las dos manos, soy ambidextro. Tengo el corazon negro, la boca gris, nombro a los caídos. Me nombro. Menudo laburito el mío. Pero por cualquier razon que sea, me acordé de él, de esa complexión inflamada a reventar, como parado ahi listo para liberar a un muneod que no lo quería. Como te explicas estas cosas? Como sobrevivís a esto? Como si el pibito cargara en sus brazos, como todo bebé nacido torcido, un cartucho de dinamita que alguien le hubiera puesto en el regazo.
Sabes que pasa? Es que cuando uno nace bueno, te hacen bosta. Y uno quiere elegir pero todos ya han elegido por nosotros. Somos frágiles, abiertos, sensibles. Aguantamos por un rato. Nos cagan en la cabeza, nos pegan palos, penamos y callamos. Imaginamos represalias, grandes peleas, despues lloramos en la cama, o tomamos pastillas para pasar al dia siguiente, que es el mismo dia que el dia anterior.
De vez en cuando se ve alguna noticia en el diario de alguien que se tira por el balcon o toda una familia muerta por un tímido Charles Manson que todos hicieron nacer pero que nadie vió venir.
No he conocido nunca en mi medio siglo de vida un ciego que no fuera feliz.
Y este tipo. Digo tipo porque espero que no se haya tirado de ningun balcon, aunque con su suerte de entonces hubiera rebotado en el pavimento, hubiera caido de pie como un muñeco inflable y apareceria otra vez todos nosotros los siomes para apuntarlo con un dedo sucio. «Hey Chico Nuevo, no hay escapatoria!". «Bola de caca! No te quiere ni la Parka, Chico Nuevo!".
Era trascendente solo en su propósito de amor completo, y por ende, ni lo diabamos ni lo queriamos: era un avanzado a nuestro tiempo, y por ende lo habiamos seleccionado para que asesinarlo bien temprano.
Si me lo pongo a pensar, el pibe sabia mucho mas de mí que yo de él. Se me habia acercado. Habia tratado. Era delicado y fluia como un arroyo claro, como electricidad mansamente envasada. Yo vivia en las nubes, asustado por mis propias cosas, pero yo a él lo habia olido y me habia hecho fruncir la nariz solo porque la otra gente fruncía la nariz CUANDO ME OLÍAN A MI.
Era injusto, pero era un sentimiento imparable. He aprendido de ello: ahora yo soy un chico nuevo. Tengo cuarenta y tres años recien cumplidos y me apoyo contra la puerta de metal de mi departamento con un cuchillo nuevo de setenta pesos en la mano: pronto vendran a buscarme, las parkas van a venir a buscarme, los hijos de puta van a venir a buscarme a mi, porque los hijos de puta tienen muy buena memoria, y saben mi nombre, como el Diablo. Escucho musicas terribles que me erizan los pelos, son las musicas de los condenados que han sido rechazados toda la vida, de los que la cagan constantemente, los que se cuelgan con el cinto de la puerta del armario, los que se vularon la cabeza con una escopeta calibre diecises. Soy de los que cuando una mujer se acerca, toda la cara de ellas se frunce y se aqueja y se irritan cuando huelen que estoy podrido por dentro como por fuera.
Las novelitas les han enseñado muy bien. A cada caquiento lo suyo.
Parirán hijos idiotas y se querrán entre ellos.
Pobre Chico Nuevo, con su Corona de Cartulina de Rey Pelele.
Pobre yo, tambien, con mi cuchillo y mi cardigan y mi guayabera y mis gordos piés.
Chico Nuevo un dia desapareció de la faz de la tierra. Se escabulló por alguna tangente que encontró, o no encontró, a tiempo. O al viejo teniente lo trasladaron a la base Marambio. O, se cago matando de un tiro en algun recoveco de los edificios de la calle Baez. En una de esas el viejo milico lo cagó de un tiro solo por principio básico de piedad. Vivirá? Tiene razones parta haberse ido antes de tiempo? Tal vez la reglamentaria de papá le sirvió a alguien al fin. Patria o Muerte. Ni quiero imaginarme que clase de milico resultó de tremendo hijo o que tremendo hueco craneal le quedó al Chico Nuevo por tener esa piara podrida de flia.
Tal vez lo logró. Tal vez ahora soy yo contra esta pared de papel y los dedos me apuntan a mí.
No importa cuanto pueda conjeturar. Tengo mi reloj propio y se está parando.
A veces lo veo en mis sueños, o quisiera verlo mas a menudo en mis sueños, conjurarlo de alguna forma solo para que me sirva a mi, A MI A MI A MI!!!, para que me haga bien mierda, para que yo pague al fin con mi vida todo lo que hice dandole un monton de muerte a otros, a él.
Porque yo lo maté. Yo bajé la maza sobre su cara. No fue otro.
Esto no es ficcion. Probablemente esto esté ensanguchado con poemas pizarnikescos o simplemente se me tome por otro maricon con chamberguito y con una cerveza Stella Artois en una mano de dedos delgados y pálidos en un chiribín mefistofelicamente gay de San Telmo. Por eso no salgo. Por eso no voy a donde me invitan. Por eso escribo. Por eso bebo solo. No me importa. Yo se quien soy y todo lo que no soy. Chico Nuevo siempre me acompaña, ahi parado, llorando como una marica en la esquina de mi pieza, con el brazo estirado y apuntandome con su dedo rechoncho rojo porque todavia nadie quiere ser su amigo mientras todavía estallan las carcajadas del barrio, mientras lo convertíamos al verdadero cristianismo, haciendolo mil pedazos, reventandole la cabeza hasta que no quedó nada.
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