martes, 30 de agosto de 2016

LiQUIDACIÒN Y CIERRE, LIBRERÌA EL VITRAL, MONTEVIDEO 108, CAP. FED., ARG.-, 29 DE AGOSTO, 2016



Habìa en la concurrencia una mezcla de fastidio, tristeza, algarabìa (si es que estro es posible). Se sentìa que habia apoyo, se sentìa que habia algo asì como un gran corazòn roto. La cuestion es que un diaya no va a haber librerias polvorientas en donde hurgar con esa combinaciòn de aventura y bolsillos quebrados y... sentir que estas en un lugar que se parece a tu casa. Yo creo que entrè un par de veces a El Vitral, no comprè nada, pero recuerdo vaaarias librerìas que cerrraron asì. Como las de saldos en Corrientes, pero mas viejas, un tanto magnànimas en su cochambrez... Y cuando cerraron pusieron un Burger en Callao y Corrientes. Yo no ando muy bien del estomago pero recordar esto me hace màs mal a la tripa, porque estoy mas viejo y no puedo hacer nada con mi vejez y la vejez de los demas y la caida de las pequeñas instituciones, en masa, y en la apariciòn de librerìas que ofrecen libros mas nuevos y mas aburridos y mas caros. Me retobo ensangrentado contra eso pero mis manos son pequeñas y cuando me cagaba a piñas por lo general iba con las de perder. El Vitral probablemente fuera una librerìa mas de oportunidades que de venta de saldois, aun asì, me pongo a pensar en el dueño, en los que atendian la librerìa, en que encontrar un laburo nuevo o cambiar de ramo a los cincuenta años o a los treinta es una bola rompecorazones, y en general, ser dejado atràs o dejar a otros atràs o quedarse a tràs con otros no es pelea, es retaguardia, y esas esperas, a cierta edad, y sin un libro que ofrecer, es como miorirse antes de morir, y eso se siente peor que la misma muerte.

Y me acuerdo de cuando tenia unos tiernos 18 o veinte años, cuando lleguè a Balvanera y habìa disquerias y librerias y ese puto Mercado del A. muerto mas que muerto. La gente le da vida a monstruos. No sè por que o quienes o que hacen eso quienes que absorben a los mas pequeños. O a que se le puede hacer un boicott. O por que o ante quien se puede uno poner de rodillas cuando a uno se lo suicida y por ende se lo obliga a dejar de competir. No me gustan esas librerias nuevas. Me gustan las librerias cochambrosas que tienen apiladas pilas y pilas de Radiolandia, de El Gràfico, librerias donde los vendedores estàn callados detras de sus anteojos y la mercaderia te grita fuerte y alto ese CARPE DIEM que siempre me hizo llorar, porque soy un marica, y porque tengo pasta de asesino eventual. Pero màs de marica.

A todo esto, y para dejar la lacrimosa de lado, si alguien sabe que serà de los dueños o si quieren compartir un parecer, avisen.











jueves, 25 de agosto de 2016

EN LOS JEANS


Esos sucios Adonis y sus pantaloncillos. En verano vaya y pase, pero en invierno era una pesadilla. Miraban cuatro horas un pantalon de mil pesos, lo escrutinaban con sus ojillos insignificantes y opacos, cada trama cada presilla y el diseño de la bragueta y los bolsillos, daban vueltas los bolsillos para ver... para ver que? Si habia monedas? Billetes de cien euros? Con sus estupidas caras afiladas por la Prestobarba y la avaricia. Cada centimetro cotejado. Les brillaban los ojitos entonces. Debian de ponerse el mismo fijador del pelo en las corneas al levantarse al mediodìa. Con sus grandes y estùpidos zapatos italianos y sus camisitas de media manga al bìcep, escondidos en el probador, escondiendo sus testiculitos y sus pititos en el breve cubìculo, delante del espejo, delante de la propia mentira apestosa de sus vidas comodas y miserables. Necesitaban mucho esos pares de pantalones. Algun tipo de piel brillante debia esconder la amarga ceniza de sus corazones.

- Tenès un talle mas en un color mas oscuro?

Lo hacian para joderte. Despues de un tiempo ya no sabias si eras hombre o mujer. Bien podìas ser una grua en el dique cinco descargando diez toneladas de bosta y ni a vos te importaba. La cuestiòn es que ellos tenian la guita y vos cobrabas parte de esa guita para despues comprarte VOS un par de pantalones y eso era lo que en realidad te jodìa, lo que te daban ganas de vomitar.
Volvias a casa pensando en todos los animales que no tenian piernas. Mayormente gusanos, serpientes. Los kiwis evolucionarian para volar con las piernas y asì pagar un par de pantalones.
Bicho de mierda, el kiwi.
Fue la forma en que tomò la etiqueta, si, eso fuè.
Con la punta de los dedos, y los dedos eran morochos por el lado contrario de la palma y la palma era casi blanca, y los dedos eran delgados y nudosos. La mano de un pianista, la mano de alguien que ha heredado su fortuna. La mano manicurada de un niño rico.
La mano de un muerto con un cajòn prepago, pensè.
Diò vuelta la etiqueta con la punta de los dedos, muy suavemente como quien toca un sorullo seco. Y en su carita se dibujò una sonrisa  sarcàstica y superada. Diò vuelta la cabeza hacia donde yo estaba, dijo algo que no pude escuchar señalando el pantalòn con su dedito unido a su manita y yo asentì, acomodando el cuerpo de tal manera que lo transportè posicionalmente hacia el fondo, hacia los probadores. Sonreì, reconociendolo en control de la situaciòn.  De fondo, una musica persistente, indistinta, compuesta mayormente por ritmos percusivos impersonales y uno o dos semitonos de sintetizador.
Uno no escucha a ningun Bach cuando te bajàs los pantalones para ver lo que hay.
El caballero entrò en el probador, cerrè la cortina.

- Cualquier cosa que necesites, me pedis.
- Gracias.

Acaso no habia sido yo humillado toda mi vida por estos olfas medio idiotas con la extension de la Visa de papà? Sentado en clase, escondiendo mis zapatillas baratas, arreglandome el guardapolvos manchado de tinta, agachando la cabeza para que estos gordos ñoños hijos de los Lìderes de la Industria con sus palabras crueles no me enfermaran la cara de por vida? Los veias en la escuela, en los barrios, en sus puertas sin mancha cuando ibas a llevarle tres grandes de muzzarella y dos cocas de litro y medio un viernes de lluvia a las once y cinco de la noche en julio cuando no podìas secarte las bolas del frio o aguantar un paso mas por las ampollas en la entrepiernas.
Y dejaban caer su dinerillo en tu mano llena de odio y vos sonreìas, y mientras cerraban la puerta del departamento un ultimo contacto visual te auscultaba el alma y te hacian saber, sin una sola palabra, que habìa insectos mas importantes que tu vida.
Eras un mendigo en el àgape del señor feudal, excepto que el banquete era solo para el señor feudal. Los demàs estabamos invitados junto con nuestro catre, nuestro hospital publico y nuestras caries y nuestras mujeres destrozadas a mirar por un rato agònico còmo y hacia que lado debia girar en realidad el mundo.
Respirè hondo y me crucè de brazos. 
Al lado del probador, en la semipenumbra, en el suelo, una caja de herramientas. Abrì la tapa con el piè, desinteresadamente, casi sin respirar, y cuando la tapa cayò hacia atràs con un ruido gentil y metàlico, por primera vez en meses, sonreì.
Entonces dije desde detràs de la cortina:

- Hay otro modelo del mismo estilo, querès verlo?
- Y bueno dale, a ver que tenès...

Ese dejo cansinamente autocomplaciente lo logrò del todo.
Me agachè, cerrè la mano en la empuñadura y con la izquierda abrì la cortina negra.
El pobre infeliz aùn estaba con los pantalones abajo y si tenia alguna expresiòn en el rostro tal vez fuera la de alguien quien tuviera pacientemente que rechazar una felaciòn o haber resuelto ya un inconveniente extremadamente menor.

- Este es el nuevo modelito.

Bajè el martillo y este entrò limpiamente por la coronilla hasta el centro del cerebro con un sonido seco y triste, como el de una gran rama hueca y rota suspendida en el vacìo del tiempo.
Nunca màs volvì a vender pantalones. Mucha gente mala adentro de esos jeans. A veces camino por las calles y veo una mujer, un milagro, un culaso, las piernas y la curvatura de la parte de abajo de la piernas antes de llegar a los tobillos, como si Dios se hubiera dignado a prestar atenciòn de una buena vez por todas a su obra en el mundo, y entonces noto que ese cuerpo de Cristo està enfundado en jeans y tengo espasmos diafragmàticos y tengo que contenerme de volcar el estomago a plena luz del dia, ahi en la calle.
No està de moda usar pollera ultimamente. Tal vez la tendencia vuelva a la gabardina, tal vez al corderoy, este invierno.
Tengo cuarenta y dos años. Nadie sabe que estoy esperando. 

viernes, 19 de agosto de 2016

BUENOS AIRES, 19 DE AGOSTO, 2016, MADRUGADA.


He notado entre mis pocos amigos, los cuales conozco felizmente de tratamientos psicoterapeuticos grupales, una reservada resignacion cuando se trata de la perdida o internacion de un amigo en comun o un conocido. Podemos conocernos hace mucho tiempo y entonces nos enteramos de alguien que lo internaron por una crisis o un consumo o lo que fuese. Esta gente vive vidas muy duras, ambos los internados y los que tenemos la suerte de estar a nuestra suerte en nuestros departamentos en esta vida. Teniendo en cuenta de que todos, yo y ellos, padecemos de algun tipo de raye mental, somos algo asì como... el segundo y tercer punto de vista de una situacion particular donde el ojo sano (el veedor sin problemas mentales, sea esto depresión, esquizofrenia, psicosis, consumo de drogas, enfermedad sociopatologica, o que tengas hemorroides extremas, lo que fuese) puede o no verlo mas claramente. Pero yo tengo estos vislumbres de medianoche, aquellos momentos en donde la herida es tan grande que lo abarca casi todo y puede entender la situacion solo por el tañaño del dolor mismo. Por supuesto, sin soliviantarla.
Me refiero que cuando uno oye de algun muerto o algun internado uno adquiere esta actitud. Una solemne frialdad, como quien estuviera en el frente de alguna guerra y unio piensa, ok, asi estan las cosas, es lo que pasa en estos dias, asi es como es y cada uno en su camino y el que cae cae. Lo he visto esto en personas por lo general que llevan una vida de decadas de internaciones. O sea, siete, ocho, una docena o mas de internaciones donde el problema central, la psicopatologia central no disminiye sino que el daño es permanente y certero y hace claudicar as posibilidades de desarrollo mas bàsicas y primeras y mas importante. Me refiero a imposibilidad de conseguir trabajo, tener una vida sentimental estable, conocer gente ecuanime a algun fucking standard de humanidad aceptable. Me acordaba del Estani y de las cosas que me cuenta, de sus dias, de su cotidianeidad en Munro, de sus padres, de como el se expresa de cierta manera de alguna gente que conocimos, de Albert cuando me cuenta sus cosas y las cosas de Damiàn, que està internado de vuelta.... Una cosa es cierta: la vida de enfermo de un drogadicto que se pasa veinte años internado solo la sabe el internado.
Ojalà pueda verlo al Estani este fin de semana.
En este momento estoy escuchando a Vivaldi, "Las cuatro estaciones". Obviamente, no me siento muy bien. Todo parece ser de papel y estar en llamas. Mi departamento se cae a pedazos.

Vinieron 4.008 pesos de expensas. Por primera vez en 10 años voy a ser deudor.

Nadie parece saber que estoy vivo. Mi enojo me hace un ser despreciable, supongo. Perdon por no tener dinero para comprarme un saco de pana y lso zapatitos yeayeahs para hacerme el que soy un winner y un ser humano frio y sin corazon! Vivo en 85 metros cuadrados de soledad.
Se me exprime de a poco mas allà de esta vida.
Me duele el pecho, fumo bestialmente.

He compuesto los temas mas tristes de mi vida estos ultimos 10 meses. Uso mucho el teclado. Hago pequeñas sinfonias o movimientos usando los cuatro acordes que conozco, todos inventados en tresillos. 
Ando para atràs. He llegado a pensar que estoy como hace 10 años atràs, solo, con frio, asustado, sin plata, sin amigos, listo para el calabozo de los locos. La cuestion es que ahora estoy medicado, y me siento igual.
Alienado de miedo, solo y triste. Sin posibilidad de irme a ningun lado, mas otros temas que no puedo mencionar porque es la privacidad de otra gente.
Vivaldi de fondo, ya te lo dije, pero lo vuelvo a mencionar porque me conduce a escribir vigorosa y febrilmente.

Estos ultimos quince años he conocido mucha gente y la mayoria ya no està. Nos hemos rechazado mutuamente como si fuera un metodo cruel de selecciòn natural o un ensayo para la vida despues de la muerte en vida. He estado ocasionalmetne con una docena o mas de mujeres, las cuales han sido maravillosamente frias y calientes. Algunas de ellas no han estado internadas sino que han salido de lineas de encuentros de telefonos. Han venido a casa, me han garchado o yo a ellas, no estoy muy seguro. Otras, he compartido cinco años o algunos meses. 
Fueron mis novias, y las pyuertas parecen ser mas felxibles para una salida que para una entrada.

(O deberia DECIR QUE CON UNO MISMO LA PUERTA ES INFLEXIBLE Y QUE CERRADA ES EL ESTADO ANTINATURAL NATURAL DE LA COSA MISMA, SIN EXCEPCION, SIN DULCE EN LA BOCA?).

Perdòn, se me clavaron las mayusculas, no era mi intencion "gritar" a voz en cuello que algunas mujeres no son perfectas.
De todas maneras, son las mas interesantes, no?

La verguenza mas grande de todas es ver como la gente supuestamente normal me trata con esta deferencia melosa, absolutamente descalificante. O sea, no hay nadie que quede a salvo de esta reseña. Es triste, allà a mediados de los ochentas, eramos veinticuatro personas en el living de mi vieja casa en Palermo. Ahora soy yo solo con una botella de Michel Torino mientras suenan las bombardas y los petardos. No està tan bien ni està tan mal.
Sì, no voy a ningun lugar donde no me sienta bienvenido.

COMPLETAMENTE DISPONIBLE


Cual fue el pacto?

No hubo ninguno.

No se lo que habia en tu cabeza---
Tal vez algunos abrazos y besos y eventualmente 
partir

Parece que las cosas son asi, ahora

Yo te quiero, vos me querès
y ya no te quiero, o vos no me querès

Mudo de piel, de domicilio
corto mi pelo, gano en dinero
como facturas mirando el horizonte
desde un tercer piso y vos te fuiste con otro

Pienso en Romeo y Julieta
en sus tumbas frias de màrmol
en Zefirelli y en su Cristo inglès de ojos azules

Miro mi departamento destrozado
el arenero de un genio idiota

Tengo un solo cinturòn que a duras
penas puede sostener mi barriga 
o mi cuello

Ladra un perro

De la cintura para abajo
estoy completamente disponible

Mi corazòn?

Yo no tengo corazòn.

lunes, 15 de agosto de 2016

Estoy


Estoy tan al tanto de
donde estuve y donde estoy y donde
estarè que puedo señalar el
centimetro cùbico exacto de
mis alegrias pasadas
y de mi tumba

Se me dice que olvide
solo para que ellos no sufran
el peso de que se me recuerde.

Ciertos hombres y mujeres...


Los hombres rotos atraen
mujeres rotas que desean
hombres rotos que sepan como dejar
de ser hombres rotos

Creen que hay una nueva pagina
de esperanza luminosa
en la historia de la vida

Y esos hombres rotos apartan
esos libros
porque ciertos hombres no
pueden estar en historias inasibles

Se deja caer este libro sobre el
mantel de la mesa    delicadamente
se lo pone a un costado con una mano
gentil    se acerca el vaso de de agua o 
de vino
y la mujer observa desde detras de
su màscara de impasible domingo
la daga en la caja toraxica en el pecho
y mira a la ventana
pensando tal vez en un buen par
de zapatos, en los viejos cuentos de
Andersen, en estafas, en la practica
de las guerras
y boton a boton, lentamente
se abre la blusa y las yemas de los
dedos tocan la piel
activan la navaja
y todo es silencio en la desapariciòn
del departamento.

Tiembla...


Tiembla el cigarrillo
en mi mano que tiembla


Ignoro mi nombre
pero hoy soy las mas profundas
inquietudes de la tierra


Somo hermanos
debemos serlo


Inhabiles en las cosas practicas
de las instituciones y las escuelas
aun somos preguntas


Nos olemos diferentes
y aun asi atisbamos cada uno
en la ventana del otro


Combatimos la repulsiòn
nos exponemos placida o asperamente
medimos el radio de nuestros huecos
y el alcance de nuestros brazos
intuyendo una entrega
sanguinaria


si el amor duele y el odio duele
y todo parece doler muchisimo
por que aun existe
la sed?

domingo, 14 de agosto de 2016

Sabbath



Debo sacar algo de mi, alguien que tire un salvavidas por favor
un ahogo menor
esa caida particular donde nadie  quiere nadie
donde esta prohibido amar para aferrarse
es sabado y no hay y un detras de la pintura que colguè entre vos y yo
eso me zaterra un monton
os sabados nunca han perdonado a nadie
a quien haya declarado que necesita a alguien
(vos sabes)
las referencias que mostrè y que expuse como un agape frugal
pùtrida verguenza
esta es la ultima noche que le hablo a alguien
pa que me diga si pudrì a un angel
esa caída particular donde nadie quiere a nadie
porque nadie es alguien sin alejarse 

jueves, 11 de agosto de 2016

En algun camino triste...


En algun camino
triste
convertì mis luces
a bajas bestias


En algùn camino
absorto en jungla
al analisis de la espina
hice un pacto malo una sinapsis
inadvertida
crecì de altura amurallando
la ternura en alguna cambicha
adorando imprecaciones
enterrando un cariño viciado
y por la culpa de enterrar
caì a esa fosa
abracè ese ataud


en algun camino triste
el tatù tcarreta detuvo su rumiaje
mi mochila de niño se hizo harta
mis pies desnudos se abrieron de carnes
y los tarsos se clavaron al suelo
de donde ahora beben desesperados
los podridos caìdos que gritan en la noche
disolviendose en la lluvia

Vida


Vos sos rubia
porque te cagaste
a trompadas con el henna


Y yo soy gordo porque
retengo liquidos


O tenes el pelo negro
como una cofia parka
que te tapa la vida
a eso y a tu nariz de
gancho que le falta
un buen polvo


Mi cadera te puede dar
un polvazo de palomo macho
35 segundos de sexo salvaje


O estoy solo o estàs sola o
mas allà de los 32 años
no nos aguantamos ni a nostros
mismos


Zapatos y zapatillas nuevos
dos remeras corte de pelo y plan
de dieta: rechazados por nuestros
hombres y mujeres, Dios, el sabueso
fiscal juntando cupones de descuento
para el shampoo anticaspa mientras quitamos
el vapor condensado del espejo del baño con la
mano, y quisieramos volverlo a poner


Pero no se puede.

jueves, 4 de agosto de 2016

LAS MANOS QUE TE GUARDAN



Mis paseos por plaza Once son muy breves. Por lo general son los sàbados hacia lo de mi madre. Suele suceder, extrañamente, en un dia nublado. Probablemente ese sàbado llueva. Tenuemente. La clase de lluvia que empapa lentamente el pelo y entumezca los huesos paulatina y obcecadamente. Ese dia no llevo gorro o sombrero. Mascullo, me pesan los hombros. Maldigo. En Plaza Miserere la pululancia de sujetos de la clase trabajadora. Bulliciosos, locos, por trabajos que nadie quiere y que solo una clase de hombres, bajitos y de tez morena, sobrevivientes del conurbano, pueden soportar. Es un dia de escape, y de prisiòn. Ser negro y estar mal pago te lleva a un ritmo cansino pero tenaz. Lo he notado en los vendedores de la calle, en los manteros, en los peruanos, en los senegaleses que estoicamente esperan hablando entre ellos a viva voz mientras la gente pasa y escucha su cantarino y hermoso lenguaje caliente. Algunos son viejos. Tienen la barba de tres dias, blanca, las pupilas y el iris casi blanco. Han venido de muy lejos. A veces sonrien y todo el dia parece iluminarse con un fulgor breve e intensìsimo. Me dan fuerza y un poco de coraje. Han venido de muy lejos para probar mejor suerte en una America donde las maquinarias industriales y morales no funcionan. No son tontos y ya lo saben. Es invierno, hace frio, y despues del invierno vendrà otro invierno. Relojes, anteojos pirateados, pulseras de oro y nìquel, pantuflas chinas con corderoy dentro con motivos andinos.
El cielo gris y el aspecto gèlido del todo lo bañan esta tarde. Asì fue como tomè el 32 y pasè una tarde casi relajada. Volvì medio hombre, como de costumbre, de vuelta a casa ( casa? Que es eso?). 
En el viejo y querido 32, craqueteando, carreteando sobre la bordona calle del Riachuelo, unos vericuetos cerca de la villa de ladrillos naranjas de Valentin Alsina y subir entonces el puente con su viejo motor en tercera marcha mientras todo el chasis y la carroceria tiemblan como un epilèptico convulsionando. La brea y el cromo en el aire saliendo en grumos casi sòlidos al aire y bañandolo todo en las faldas de Pompeya, y las luces, y lo inhòspito de un barrio costero, un barrio costero a un rio de mierda y càncer, y la bajada del puente ya con el motor del colectivo mas relajado, respirando un poco, el chofer que quita el piè del acelerador con evidente enojo, listo para dar mil vueltas por donde no lluevan las balas. Unos cuantos pasajeros mudos, desacelerados, como figuras de arcilla, en campera, en gorros, desgastados la tela y los esqueletos, los hàlitos de vida. 
Resisten, como yo. Algunos estan locos y tienen hijos a los que volveràn locos. 
El mundo de mañana serà mas dificil que el de hoy.
Y las vueltas, pasando por el costado del Hospital Penna por la avenida Sàenz, y dejando atràs los pocos vestigios de civilizaciòn. La casa Reschigna con sus guitarras baratas en la vidriera. El gimnasio con el cartel despintado oxidado que promete una vida nueva con un cuerpo de acero. Las boticas de artilugios de dos pesos. Un kiosko nocturno con la puerta enrejada donde un empleado receloso de su cabeza expende cigarrillos a una figura calva y de baja estatura que se para delante de la reja como si fuera a dar un gran salto sobre un apacible ciervo o tajearle la cara a la luna.
Pienso cosas raras en este trayecto y a veces enjugo lagrimas, otras veces puteo. Los dientes se me aprietan, a veces se parten. Una vez en mi departamento tomo calmantes para el dolor de muelas: me duele toda la cara, los calmantes ayudan a alguna parte de la cara y no me quejo. Estoy acostumbrado.
El colectivo llega a plaza Once. Cinco pasajeros y yo, mas el chofer. Llueve intensamente. Corro hacia el puesto de panchos que tiene el alero de membrana plastica, un toldito rantifuso de color azul hecho con la manta protectora del alguna cuadrilla de obreros gasistas del gobierno actual. Me rasco la cabeza y el pelo no se levanta, està pegado al craneo por la lluvia àcida y fria. Bruma y viento. La plaza està desierta ahora, todos han corrido a otro lado, a otro infierno menos mojado y menos amenazador. El sonido de las llantas silbando pasando sobre el agua, huyendo, el frio de las luces de baterìas de los autos, autos cochambrosos, solo eventuales a una noche cerrada y ortiva que todo lo consume excepto a los que puedan caminar o esconderse en algun vehiculo. Un taxi negro y amarillo toca una bocina y un hombre se zambulle adentro. La vida se termina por un breve momento y recomienza cuando dos botijas se ponen a mi lado. Intuyo un golpe. No llega. Usan gorras blancas de Nike y uno de ellos, cetrino y huesudo, tiene una herida cortopunzante en el pòmulo cicatrizada hace mucho tiempo atràs. Me sonrìe. Le falta un diente frontal o està roto. Hay un espacio vacio ahì y algo sale de dentro, un sibilar de serpiente, maleducado, torpe. Siento una debil punciòn de muerte. Es el miedo. Me importa. Solo quiero llegar a casa a por una ducha caliente.
Tengo un kilo y medio de limones y mandarinas en una bolsa y un paquete de fideos.

- Estan ricos los panchos, amigo?

No estoy comiendo un pancho. Ya conozco la cantinela esa. No soy tu amigo. Pienso, no soy amigo de naides. No me requieren. No es en realidad un pensamiento sino un sentimiento de arraigada verguenza, encarnada en mi infancia, hecho de hebras fràgiles y perennes.
Los miro a los dos.
Esta vez nò.
El de la cicatriz alzò una mano y sentì una nausea en el alma. Me toca el hombro. Demasiado cerca. Pongo mi mano en su pecho y me lanzan una cachetada. Retrocedo dos pasos. Quisiera escupirlo. Pero salgo corriendo afuera del toldo hacia el centro de la plaza, debajo de la lluvia y dentro de la bruma. Doy vuelta al monumento a Rivadavia, pergeñando un desencuentro. Me resbalo a los veinte metros. Tengo mas de cuarenta años, fumo cuatro paquetes de cigarrillos por dia y mis rodillas estàn hechas de plastilina. Me raspo una mano al caer y seguro sale sangre, y el agua de lluvia y la mugre de Balvanera entran en mi torrente sanguìneo como un beso caliente. Mis tobillos no responden, estoy descolocado. Siento miedo porque mi cuerpo no encuentra salida decorosa y hàbil a esta cagada. No estoy motivado. No tengo razones para ganar o perder.
Me doy vuelta sobre mi trasero mojado y recortado contra las luces de gàs de los postes veo sus dos figuras, gemelas, peliculescas. De hecho, no he visto peliculas con gente como ellos: la pobreza y la maldad, cuando van de la mano, solo puede ser representada mientras entra en otros cuerpos a travès de los ojos sino a travès de los cuerpos. Ahi se hierguen ellos, ahi he caido yo. Recordè esa frase de «ahì te mueres, ahi te secas». Se trataba de algo sobre los mineros de el desierto de Atacama. Estamos lejos de Atacama.
Una de las figuas negras mueve el pulgar y una navaja crece repentinamente de entre sus dedos. Un brillo dèbil ilumina uno de sus ojos y veo que no hay ojo siquiera, solo una cosa opaca, pètrea, insondable. Hay gozo en su silencio. El otro se acerca y me pega una patada en el costado. Cerca del hìgado o cual fuere el òrgano que me duele. Me duele mas la crueldad. Es como estar en el patio de escuela otra vez, pero con un cuchillo muy cerca de la nariz.

- Dame la bolsa gato, dale!

Trato de patearlo. El botija se agazapa y me tira una dentellada con la pua. Me rasga el jean. Toca mi piel. Le arrojo la bolsa y las mandarinas ruedan por el suelo de cemento mojado. Brillan casi naranjas. Se la hago dificil y me doy cuenta. No se va a agachar gentilmente a recogerlas.

- Dame plata la concha de tu madre. Y dame la campera. Dale!

Mi cuerpor y el de ellos es lo unico que hiende la bruma impenetrable y el silbido de las civilizaciones, esta o la de cualquier otro planeta, que callan para observarnos.

- Tomà, aca tenes. Forro... de mierda. No te zarpès, loco.

Ruego.
Meto la mano en el bolsillo, reculan los dos unos diez centimetros, relojeando por algun vigilante presente. No hay nadie. La ciudad esta noche no funciona. Hay que zafar.
Su mano fria se mete en la mia y se hace doscientos pesos. Monedas por el suelo, bolsillo roto. Es como la pata de un ave rapàz.
La garra fria  àspera en mi mano caliente. Me da un puntazo en la frente, de regalo. Nada grave. En mi proximo viaje a la India a ver al dios Brahmaputra, lo cubriran con ese circulo naranja que todo lo bendice. Por un precio acorde.
De pronto soy un ciervo.
Y mi frente se abre.

- Chau tonto.

Y los dos, como accionados por un resorte hacen dos pasos paralelos al monumento con los restos de Bernardino Rivadavia.
No llegan muy lejos.
Vi sus manos. Uno a veces no cree lo que ve porque uno es bajo y zafio y un hombre vulgar.
Educado por tutores y adultos responsables làbiules. Cientos de miles de hora de mala televisiòn y las falacias de Disney.
Dos manos. Como hechas con alguna especie de arbol del color de la arena. O una arcilla, fina y sòlida. Convolutante.
Los cuellos de ambos se retorcieron y pude escuchar el aire de los pulmones de ambos botijas ceder al reflejo de la respiracion, y recortados contra las luces mortecinas de la plaza los vi alzarse en el aire. Estaban muy alto, casi recortados contra las lunas artificiales de los postes de luz. Eran brazos largos y finos, hechos de las arenas del principio de los tiempos, y los brazos estaba conectados a un cuerpo longilìneo del mismo color de las cortezas mas añosas, y sobre el torso fracturado y mohoso, una cabeza saliendo de entre la niebla purpùrea y casi solida. Ningunas facciones discernibles. Solo altura y tal vez fuera yo mismo el que exudaba un extraño vigor elèctrico y una angustia. Eso, una angustia. Una indecisiòn muy profunda.
No era humano. No conozco o he visto nunca un ser humano de unos tres metros de altura. No he visto nunca eso, y no lo estoy viendo ahora y no lo volverè a ver nunca mas, desde la esquina del monumento tumba, sin piernas aparentes, sin consistencia aparente, sin tangibilidad aparente. Solo un loco. Solo un loco puede ver esto o vivir esta vida extraña mia y no hay vida real en el ser que aprieta mas y mas con unas manos enormes los cuellos de los botijas, que se retuercen como gatos en una bolsa de arpillera. Yo no respiro. No puedo correr. He dejado de existir por un breve momento. Y entonces, los fisuras dejan de moverse y sus esqueletos secos en sus pantalones de jogging de tela de aviòn caen al suelo cuando el ser de otro mundo abre sus manos, con una imponencia letànica y una solemnidad de otros tiempos que nunca podrè ni querrè describir y nombrar. Y esos dedos fulguran con el hielo seco de el aire mojado, y las ordas gotas de lluvia caen en el silencio y todo se ha mandado a callar excepto el agua, el agua... Miro hacia arriba y en la cabeza del Gòlem no hay pòmulos u ojos o cicatrices o facciones. Solo un hueco. Un hueco de las arenas del tiempo donde aquel desdichado que se haya levantado con el pie izquierdo esa noche podrìa hundirse. Ser tragado. Ser absorvido y simplemente ser diluìdo, esfuminado, aplacado certeramente de la maldiciòn de alguna mala estrella.
Cierro los ojos mientras me orino encima.
Me cubro la cabeza, listo a ser el proximo. Escucho un ruido sordo. Despuès, solo silencio.
Desde detràs de mi mano veo al el Gòlem desaparecer entre la niebla y los pocos àrboles de Plaza Miserere. No entiendo por que no comprendo como pueden mezclarse el humo y la niebla y el tiempo o cualquier otra cosa. Ya no entiendo el pavimento, el viento, el frio, la lluvia, los caramelos de la niñez en el kiosko de Fernando. No hay padre y madre. Mis rodillas estan muertas. Gateo hacia donde el Gòlem graciosamente desaparece cansinamente dirigiendose hacia la avenida Rivadavia.
Cierro la boca, porque los dientes se me hielan, y la visiòn se me tuerce y me doy cuenta que no puedo controlar mi cabeza y mi cuello y mi reflejos de defensa. Caigo al suelo otra vez.
Escucho un sonido y veo a alguien parado detràs mio. Es una viejita cachuza, emponchada con una campera barata y con las manos a los costados. La cara ajada, los hombros vencidos. La mandibula le cuelga. Mira hacia la avenida. Solo arboles empapados y mustios.
Me limpio la canciòn sanguinolienta que es mi frente, el agua, el sudor helado. Los botijas no se mueven y las gotas gruesas de lluvia empapan sus cuerpos delgados, ahora inservibles. Casi siento pena por ellos. Sacudo la idea de la pena con mucho esfuerzo.

Levanto la cabeza la vieja y le pregunto si lo viò.

- A quien?, - me dice la vieja.
- Al que los agarrò.
Y la vieja pone cara de tumba y me dice:
- Yo nunca veo nada.

Le creo. No tengo ya humanidad que me reste, pero le creo.
A lo lejos, del otro lado de la plaza, las luces azules de la patrulla.
No hay manera que pueda explicar nada. Es creer o reventar. No hay nada que hacer. Es como cuando mi abuela me decia que no mire el bowl mientras ella preparaba la mayonesa porque sinò la mayonesa se corta.
La sirena se hace mas fuerte y empieza a llover mas fuerte como si toda la ciudad estuviera mojada por el fuero mas interior y fuera a reventar. 
Buenos Aires siempre fue un mal lugar para estar. 
Desde el vamos.
Esta noche tuve un poco de suerte y algo màs. No se lo dirè a nadie. Ni siquera detras de esta botella de vino, amigo mio. Hay lugares precisos para la gente que vè fantasmas y que anda por ahi pregonàndolo a cada gil que se preste.
Corro lo mas rapido que puedo en el sentido contrario de las luces azules. Por un segundo miro para atras y la vieja me mira.
Se que està mintiendo, pero al mismo tiempo, mientras pierdo la cordura esta noche y todo se nubla opinadamente, sè que alguna gente sabe que si vas a amar un montòn, tambien vas a mentir un montòn.
Pero eso ya lo sabìas, no?

martes, 2 de agosto de 2016

HAY UN GRAN VACÌO

                                                                                    (pARA aLICE gRIFFIN)


Debo reaprender a escribir.
Tengo que hacerlo.
Porque estoy proximo a muertes.
Porque me doy asco por la falta de brillo
en mi alma
en mi cuerpo
en mis semejantes
porque estoy rodeado de dementes felices.

De gente que come carne
y me evita
y yo soy todo carne
soy todo donaciones

No recibo una carta desde hace cuatro o cinco años
y esa persona probablemente està muerta
en georgia.

Porque antes de esa carta hace unos cuatro cinco años
pasaron otros diez.

Solo llegò una vez una denuncia policial.
Tuve que ir a los Tribunales para que alguien
muy feo me dijera que puede ver dentro de mi alma.
Sentì terror, indefensiòn.
En mi propia alma, me exilio, me exilan.

Tengo dos amigos.
Y una amiga, vapuleada en una brùjula incierta.

Ninguno de los dos amigos me dice eso.
Nunca.

Hay un gran vacio.


lunes, 1 de agosto de 2016


Tal vez una arraigada timidez
que se convirtiò en verguenza
el despliegue del plumaje brillante
del mundo maravilloso
velò mis ojos.