Caminando en la noche de Costanera Sur,
doy vuelta el rostro a la arboleda salvaje de
la Reserva; me vió joven y sonriente de dientes
el cielo se pone violeta y mi corazón negro
Estamos a mano.
Pienso en la daga
en que eramos seis
despues cuatro
despues tres
después dos por
un buen tiempo
y ahora
soy solo uno.
Duermo en mi cama ancha como un crucero demente
y salvajismos pueblan mi cabeza con pesados relinchos:
debería salir de esta de alguna manera.
Esta noche he visto cuarenta parejas rubias
frotarse contra los arboles ancianos y retorcidos de la pérgola
mientras el viento no los hendía
ni la tormenta los atemorizaba
vi una gorda jadear contra un pene sin verguenza
y otra, atlética como un guepardo, negra como un Corvette Stingray
estirada cuan larga era sobre el tope del espejo de agua
respirando, sola, descuidada, sin preocupaciones, fría
Con mi piés, esta noche, canté una canción extraña y enfurruñada
sobre las baldosas infinitas de todo el largo de la Costanera
llégué al horario del ocaso, y eso no parece
preocuparle a cualquiera y volví cuando el sol murió
los coches, coléricos y peligrosos mancillandolo todo
con esa fria energía que propele a las excusas de la carne
Pienso en la daga, pienso en cuerpos y curvas, pienso en muerte
pienso en la vida que amo con cada hueso hirviente que me habita
pienso en la vida en los arboles y en las hojas verdes que se excitan
perturbadas por la proximidad infantil de un cielo que no acoge a nadie
Pienso en la vida como en un circulo cerrado para todos
que debe ser caminado por algunos, trotado por otros
y en el entretiempo acariciar a los animales, no desgastar los colores elegidos
planchar ropa comprar muebles penar por la falta de dinero
enamorarse separarse humillarnos en el nombre de un sentimiento
prender la radio y escuchar las noticias que hablan de la misma vida
y entender a veces resignadamente que todas las señales en la ruta
nos han dejado muy lejos de cualquier lugar que hayamos pensado como una casa.
doy vuelta el rostro a la arboleda salvaje de
la Reserva; me vió joven y sonriente de dientes
el cielo se pone violeta y mi corazón negro
Estamos a mano.
Pienso en la daga
en que eramos seis
despues cuatro
despues tres
después dos por
un buen tiempo
y ahora
soy solo uno.
Duermo en mi cama ancha como un crucero demente
y salvajismos pueblan mi cabeza con pesados relinchos:
debería salir de esta de alguna manera.
Esta noche he visto cuarenta parejas rubias
frotarse contra los arboles ancianos y retorcidos de la pérgola
mientras el viento no los hendía
ni la tormenta los atemorizaba
vi una gorda jadear contra un pene sin verguenza
y otra, atlética como un guepardo, negra como un Corvette Stingray
estirada cuan larga era sobre el tope del espejo de agua
respirando, sola, descuidada, sin preocupaciones, fría
Con mi piés, esta noche, canté una canción extraña y enfurruñada
sobre las baldosas infinitas de todo el largo de la Costanera
llégué al horario del ocaso, y eso no parece
preocuparle a cualquiera y volví cuando el sol murió
los coches, coléricos y peligrosos mancillandolo todo
con esa fria energía que propele a las excusas de la carne
Pienso en la daga, pienso en cuerpos y curvas, pienso en muerte
pienso en la vida que amo con cada hueso hirviente que me habita
pienso en la vida en los arboles y en las hojas verdes que se excitan
perturbadas por la proximidad infantil de un cielo que no acoge a nadie
Pienso en la vida como en un circulo cerrado para todos
que debe ser caminado por algunos, trotado por otros
y en el entretiempo acariciar a los animales, no desgastar los colores elegidos
planchar ropa comprar muebles penar por la falta de dinero
enamorarse separarse humillarnos en el nombre de un sentimiento
prender la radio y escuchar las noticias que hablan de la misma vida
y entender a veces resignadamente que todas las señales en la ruta
nos han dejado muy lejos de cualquier lugar que hayamos pensado como una casa.
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