Pienso en los bustos
de los proceres
(todavia pienso, y me añejo y me muero y nadie!)
pienso en esas cabezas en bronce
en el marmol de carrara tan
finamente tallado
las narices y las bocas tan severas
tal vez los maestros y preceptores
todos capados de mano asesina todos ellos
y no...
y no...
la obsolecencia de los ejemplos
en las eras disueltas en años de patios de escuela estériles
nunca me lo pude sacar de la cabeza, a eso,
el aula de escuela vacia
llena y vacia
cuerpos en movimiento en busca de
la ruptura del código maestro
los miles muertos en ese campo yermo
esos inviernos con frio y las canciones
de Sinnead O'Connor desde la radio a transistores
el derrumbe del corazon, el andamio flaco y la paliza
y no...
y nada siempre...
esos augustos del pasado cruzados a sablazos
cribados con escupidas y chicles globos pegados en la frente
y un millon de delincuentes juveniles dolidos con la mirada torva
hastiados y suicidas a los quince años
por la masacre del verano
y cuando pienso en eso pienso en decir: amigo mio?
A quien? A que? Por que, si no hay?
Desgarra mi cara en jirones la verdad de mi dolida locura
Y aún es: no, no, no. Y penetra en mi alma como un violador
matándome mil muertes en el lado oscuro y solitario e irreflexo
de alguna pobre y paupérrima
luna.
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