MENSAJE PARA SIEMA - Por Landers Bliss
Me paré en medio del living con lá única pierna que me quedaba y con la cabeza goteando aún por el chaparrón, lo miré a los ojos con la carta en la mano. Divo me miraba sin preocupación desde el otro lado de mis barrotes sentimentaloides. Tomó otra empanada de la caja grasienta de cartón y se acomodó en el sillón con una cara de tedio monumental, un animal con pulgares, tragando ruidosamente. Un metro noventa y trés, y no mucho más.
- Dice así - dije, y Divo miró fijamente el agujero de el bocado en la empanada, y sentí pena por mi, pero más por el, porque estaba mas incapacitado que yo para la sinceridad. Carraspeé.
«Querido Siema, te escribo desde la desnudez, literalmente. He salido de la ducha, chorreando agua del cuerpo sobre el parquét, tratando de andar de pies puntillas pára no descolocar las tejas del piso. Hoy me ha hablado el Dani, dice que extraña asu amigo Siema, pero que Badajoz le gusta mucho, que tambien hay agua por todos lados. Cuando leí esto, por supuesto, se me heló la sangre, por la lejanía cruel de todo y de todos, y tambien porque me gustaría teletransportarme hacia una nueva realidad geografica, hacia un nuevo aire de libertad, lejos de las boletas de la luz y del gas. Este invierno en Buenos Aires ha sido bastante terrible, porque se me ha roto la mitad de la ventana, los herrajes se han vencido despues de setenta y cinco años y me han mostrado el dedo medio justo cuando ando más pelado y mas frágil que nunca. No paro de fumar, se podría decir que ando nervioso porque tengo mujer, y los agujeros en las paredes al lado de almohada que contiene la cabeza durmiente de la que amo rechiflan unos soplidos mojados a travez del revoque cuarteado. La otra noche fuimos a su fiesta de cumpleaños y estube bebiendo toda la noche hasta las seis de la mañana, maravillado por la vida feliz de los otros. Cuando volviamos en el subterráneo, alguien se tiró a las vias y nos sacaron a todos los pasajeros por las vías del túnel. No puedo expresarte con enteridad emocional el repeluz de los dias aquí en Buenos Aires. Todo el mundo se ha corrompido de apatía, se han vuelto viejos, en especial los jóvenes... los viejos que tengo alrededor, los popes de este edificio, te cagan con el brío de un buitre de veintitrés años. Se me escapa todo del repeluz, la cabeza me duele y late y cae la noche invernal de una manera agría y poderosa, como si todo fuera a estallar en mil pedazos de tanta mala electricidad. Siema, amigo mio, te extraño, extraño tener veinte años menos y extraño tener veinte años mas, vente años que nunca voy a tener, porque todos parecen haber desaparecido detrás de computadoras o han huido de inmigrantes económicos hacia lugares llenos de supuesta luz. Estados Unidos, Canadá, México. Todos los que conocíamos. Dolores murió en el dos mil dieciséis de cáncer de útero, y solo ahora me doy cuenta de el verdadero tenor de esas llamadas a media tarde que ella me brindaba, por lo general en tardes de una fina lluvia idiota, en dias nublados y ofuscados, ella llamaba y era cordial, se contenía, era buena, era buena... y yo le decía que yo no podia hablar mucho, que no podía verla, que estaba en una relación con otra mujer... o yo era estúpido, un idiota pollerudo utilitarista que solo podrá pagar en el purgatorio los silencios a los que la obligaba a la pobre Dolores, que solo quería un amigo. Ahora me doy cuenta que en su cabeza confundida solo cabía el amor, pero nadie la salvaba, la familia un hato de idiotas, solo la tenía como una suerte de tumor quístico, una mancha en el mantel de raso de la vida facilonga ahi en las faldas de los barrios ricos. No sé que mas decir de ella. Siema, amé profundamente a esa loca por mas de un lustro, y cuando nos separamos por su desasparición geografica, yo nunca mas tuve el valor de volver a llamar a ese loquero para jovenes enfermos mentales en los que estábamos todos nosotros todos años atrás, cuando eramos mucho mas seguros de que podiamos salir a flote a costa de sangre joven y buen estado físico. Te acordás, Siema, ese patio? El otro dia pasé por la puerta del psiquiátrico, mientras caía el sol, cagado de frio y muy al tanto de mi cercanía física y mental de el viejo patio de loquero, y cuando pasé por el portón del puto nosocomio no sé por qué me paré en seco y miré adentro, hacia el hall, y mas allá del hall hacia el patio, y todo estaba en penumbras, y un pobre diablo, mas allá de las sillas de la recepción, daba vueltas en círculos mirando algo en el cielo moribundo de luces, y me dió un pavor indescriptible una cosa negra que me estrujó el corazón casi libre, y casi salí corriendo de terror, porque ese vago ahi en el patio del psiquiátrico podria haber sido yo, tranquilamente. No sé por qué te cuento esto o por que no te cuento otras cosas, solo sé que me duele el alma que me queda y tu oreja siempre ha sido muy paciente y generosa conmigo, y aún siento lo mismo después de muchos años. Todo el resto de la banda está muerta o se han fugado a otros institutos, a otros ojos, a otros labios y charlas. Sé que si los volviera a ver, me daría cuenta adelante de ellos que solo yo he involucionado a esta pasta espiritual enojada que me ahoga en espiral arrojandome a ese agujero negro que tan bien ya se conoce. Siema, extraño todo. Extraño el ayer, extraño el hoy, extraño un futuro posible, y prendo un deciomotercer cigarrillo buscando un milagro. He tratado de leer un poco, a Hank, a Soriano, biografías, para darme ánimo y hacerme sentir acompañado, pero las paredes me ponen muy triste, los nueve dias de lluvia constante e implacable me dejan hecho de ceniza, y algunos días no sé que hacer. Todos los libros y todos los reproches de los que conocimos o conocemos furtivamente me hacen sentir un desarrapado mental, un idiota con mierda en los pantalones. El teléfono no suena. Cuando suena, es una encuesta de un Banco o alguna oferta grabada. Pero los nervios me carcomen y solo escribiendo esto a tí tan breve y denso me da un poco de solaz. Podrias, amigo Siema mandarme un poco de luz desde un pedazo de papel real? No podría soportar otro correo electrónico de nadie. Prometo responder inmediatamente. Te puedo dar coima y decirte que prefiero mandarte una carta certificada a Neptuno antes que tomarme una taza de café que solo me miraría a la cara para escupirme? Perdón por esta negrura tan vehemente, pero estoy cara de culo y me duele la cara de tanto fumar tabaco. Para eso si tengo plata: pongo mis labios sobre el filtro de el pitillo y concentro mis ojos bizcos en el pequeño meteoro del otro lado de la papelina. Cuando dejo de fumar, apoyo la cabeza en la almohada, mirando las luces en el techo que entran sobre la persiana que solo baja hasta la mitad. Escucho el goteo de la cisterna de el toilette, y recuerdo a mi padre, en esta misma pieza, volviendose cada dia mas flaco y mas inválido, y cada día mas cuero y piel y huesos de un tinte grisáceo, y lo unico que no le reprocho al viejo es que tardó un poco mas de once años para convertirse en un pensamiento oculto entre la mugre abajo de la alfombra de mi familia. Me dá pena, pero tambien me alarma, porque al igual que él al final de su vida, tengo este sentimiento de un azul muy luminoso de volver a encontrarme con mis padres y mis abuelos, y ya todos sabemos como se puede lograr eso, entonces voy a la heladera a por una botella de agua helada, le doy tres o cuatro grandes tragos y las ampollas en la laringe gritan, hey, tonto, hora de dejar de fumar. Y yo me doy vuelta en la almohada mirando la pared con los ojos cerrados, y se me caen unas lágrimas idiotas, porque no hay manera alguna de que deje, por un solo momento, de tener un gran rojo latiente corazón de maricón, y la maldición de una buena memoria de cuando se me alzaba en brazos y todo lo que podía hacer era balbucear e irradiar desde la mudez de mi cabeza rubia todos los te quiero que se me cantara la gana, y que nadie me lo reprochara con retos y palabras que salen ensayadas previamente de la boca de un muerto.
- Eso es todo. Me tomé la frente, al borde del desmayo.
Divo se rascó la barba entrecana y justo en el momento en que se largaba un segundo chaparrón afuera de los goznes gimoteantes de la ventana cribada de gotas, me pidió que dejara de leer, que lo estaba lastimando, que era demasiado para su sensibilidad, y se levantó hacia el baño para cagar, y despues de cinco o siete minutos escuché su vozarrón preguntarme por un rollo de papel higienico, y le dije que no había.
Y pensé en soplar velas de cumpleaños algún día, a sabiendas que esos cumpleaños nunca vendrían, la torta con las velas en el living room a oscuras mientras me aplaudían nunca vendrían, y mi puerta seguiría abierta para todas las personas que necesitaran un bocado o un pedazo de algo dentro mío que nunca podría reemplazar con ningún esfuerzo, y me sentí muy mal, con el recuerdo de Siema y Dolores, ahi parados al lado mió, empañándome el alma.
Me paré en medio del living con lá única pierna que me quedaba y con la cabeza goteando aún por el chaparrón, lo miré a los ojos con la carta en la mano. Divo me miraba sin preocupación desde el otro lado de mis barrotes sentimentaloides. Tomó otra empanada de la caja grasienta de cartón y se acomodó en el sillón con una cara de tedio monumental, un animal con pulgares, tragando ruidosamente. Un metro noventa y trés, y no mucho más.
- Dice así - dije, y Divo miró fijamente el agujero de el bocado en la empanada, y sentí pena por mi, pero más por el, porque estaba mas incapacitado que yo para la sinceridad. Carraspeé.
«Querido Siema, te escribo desde la desnudez, literalmente. He salido de la ducha, chorreando agua del cuerpo sobre el parquét, tratando de andar de pies puntillas pára no descolocar las tejas del piso. Hoy me ha hablado el Dani, dice que extraña asu amigo Siema, pero que Badajoz le gusta mucho, que tambien hay agua por todos lados. Cuando leí esto, por supuesto, se me heló la sangre, por la lejanía cruel de todo y de todos, y tambien porque me gustaría teletransportarme hacia una nueva realidad geografica, hacia un nuevo aire de libertad, lejos de las boletas de la luz y del gas. Este invierno en Buenos Aires ha sido bastante terrible, porque se me ha roto la mitad de la ventana, los herrajes se han vencido despues de setenta y cinco años y me han mostrado el dedo medio justo cuando ando más pelado y mas frágil que nunca. No paro de fumar, se podría decir que ando nervioso porque tengo mujer, y los agujeros en las paredes al lado de almohada que contiene la cabeza durmiente de la que amo rechiflan unos soplidos mojados a travez del revoque cuarteado. La otra noche fuimos a su fiesta de cumpleaños y estube bebiendo toda la noche hasta las seis de la mañana, maravillado por la vida feliz de los otros. Cuando volviamos en el subterráneo, alguien se tiró a las vias y nos sacaron a todos los pasajeros por las vías del túnel. No puedo expresarte con enteridad emocional el repeluz de los dias aquí en Buenos Aires. Todo el mundo se ha corrompido de apatía, se han vuelto viejos, en especial los jóvenes... los viejos que tengo alrededor, los popes de este edificio, te cagan con el brío de un buitre de veintitrés años. Se me escapa todo del repeluz, la cabeza me duele y late y cae la noche invernal de una manera agría y poderosa, como si todo fuera a estallar en mil pedazos de tanta mala electricidad. Siema, amigo mio, te extraño, extraño tener veinte años menos y extraño tener veinte años mas, vente años que nunca voy a tener, porque todos parecen haber desaparecido detrás de computadoras o han huido de inmigrantes económicos hacia lugares llenos de supuesta luz. Estados Unidos, Canadá, México. Todos los que conocíamos. Dolores murió en el dos mil dieciséis de cáncer de útero, y solo ahora me doy cuenta de el verdadero tenor de esas llamadas a media tarde que ella me brindaba, por lo general en tardes de una fina lluvia idiota, en dias nublados y ofuscados, ella llamaba y era cordial, se contenía, era buena, era buena... y yo le decía que yo no podia hablar mucho, que no podía verla, que estaba en una relación con otra mujer... o yo era estúpido, un idiota pollerudo utilitarista que solo podrá pagar en el purgatorio los silencios a los que la obligaba a la pobre Dolores, que solo quería un amigo. Ahora me doy cuenta que en su cabeza confundida solo cabía el amor, pero nadie la salvaba, la familia un hato de idiotas, solo la tenía como una suerte de tumor quístico, una mancha en el mantel de raso de la vida facilonga ahi en las faldas de los barrios ricos. No sé que mas decir de ella. Siema, amé profundamente a esa loca por mas de un lustro, y cuando nos separamos por su desasparición geografica, yo nunca mas tuve el valor de volver a llamar a ese loquero para jovenes enfermos mentales en los que estábamos todos nosotros todos años atrás, cuando eramos mucho mas seguros de que podiamos salir a flote a costa de sangre joven y buen estado físico. Te acordás, Siema, ese patio? El otro dia pasé por la puerta del psiquiátrico, mientras caía el sol, cagado de frio y muy al tanto de mi cercanía física y mental de el viejo patio de loquero, y cuando pasé por el portón del puto nosocomio no sé por qué me paré en seco y miré adentro, hacia el hall, y mas allá del hall hacia el patio, y todo estaba en penumbras, y un pobre diablo, mas allá de las sillas de la recepción, daba vueltas en círculos mirando algo en el cielo moribundo de luces, y me dió un pavor indescriptible una cosa negra que me estrujó el corazón casi libre, y casi salí corriendo de terror, porque ese vago ahi en el patio del psiquiátrico podria haber sido yo, tranquilamente. No sé por qué te cuento esto o por que no te cuento otras cosas, solo sé que me duele el alma que me queda y tu oreja siempre ha sido muy paciente y generosa conmigo, y aún siento lo mismo después de muchos años. Todo el resto de la banda está muerta o se han fugado a otros institutos, a otros ojos, a otros labios y charlas. Sé que si los volviera a ver, me daría cuenta adelante de ellos que solo yo he involucionado a esta pasta espiritual enojada que me ahoga en espiral arrojandome a ese agujero negro que tan bien ya se conoce. Siema, extraño todo. Extraño el ayer, extraño el hoy, extraño un futuro posible, y prendo un deciomotercer cigarrillo buscando un milagro. He tratado de leer un poco, a Hank, a Soriano, biografías, para darme ánimo y hacerme sentir acompañado, pero las paredes me ponen muy triste, los nueve dias de lluvia constante e implacable me dejan hecho de ceniza, y algunos días no sé que hacer. Todos los libros y todos los reproches de los que conocimos o conocemos furtivamente me hacen sentir un desarrapado mental, un idiota con mierda en los pantalones. El teléfono no suena. Cuando suena, es una encuesta de un Banco o alguna oferta grabada. Pero los nervios me carcomen y solo escribiendo esto a tí tan breve y denso me da un poco de solaz. Podrias, amigo Siema mandarme un poco de luz desde un pedazo de papel real? No podría soportar otro correo electrónico de nadie. Prometo responder inmediatamente. Te puedo dar coima y decirte que prefiero mandarte una carta certificada a Neptuno antes que tomarme una taza de café que solo me miraría a la cara para escupirme? Perdón por esta negrura tan vehemente, pero estoy cara de culo y me duele la cara de tanto fumar tabaco. Para eso si tengo plata: pongo mis labios sobre el filtro de el pitillo y concentro mis ojos bizcos en el pequeño meteoro del otro lado de la papelina. Cuando dejo de fumar, apoyo la cabeza en la almohada, mirando las luces en el techo que entran sobre la persiana que solo baja hasta la mitad. Escucho el goteo de la cisterna de el toilette, y recuerdo a mi padre, en esta misma pieza, volviendose cada dia mas flaco y mas inválido, y cada día mas cuero y piel y huesos de un tinte grisáceo, y lo unico que no le reprocho al viejo es que tardó un poco mas de once años para convertirse en un pensamiento oculto entre la mugre abajo de la alfombra de mi familia. Me dá pena, pero tambien me alarma, porque al igual que él al final de su vida, tengo este sentimiento de un azul muy luminoso de volver a encontrarme con mis padres y mis abuelos, y ya todos sabemos como se puede lograr eso, entonces voy a la heladera a por una botella de agua helada, le doy tres o cuatro grandes tragos y las ampollas en la laringe gritan, hey, tonto, hora de dejar de fumar. Y yo me doy vuelta en la almohada mirando la pared con los ojos cerrados, y se me caen unas lágrimas idiotas, porque no hay manera alguna de que deje, por un solo momento, de tener un gran rojo latiente corazón de maricón, y la maldición de una buena memoria de cuando se me alzaba en brazos y todo lo que podía hacer era balbucear e irradiar desde la mudez de mi cabeza rubia todos los te quiero que se me cantara la gana, y que nadie me lo reprochara con retos y palabras que salen ensayadas previamente de la boca de un muerto.
- Eso es todo. Me tomé la frente, al borde del desmayo.
Divo se rascó la barba entrecana y justo en el momento en que se largaba un segundo chaparrón afuera de los goznes gimoteantes de la ventana cribada de gotas, me pidió que dejara de leer, que lo estaba lastimando, que era demasiado para su sensibilidad, y se levantó hacia el baño para cagar, y despues de cinco o siete minutos escuché su vozarrón preguntarme por un rollo de papel higienico, y le dije que no había.
Y pensé en soplar velas de cumpleaños algún día, a sabiendas que esos cumpleaños nunca vendrían, la torta con las velas en el living room a oscuras mientras me aplaudían nunca vendrían, y mi puerta seguiría abierta para todas las personas que necesitaran un bocado o un pedazo de algo dentro mío que nunca podría reemplazar con ningún esfuerzo, y me sentí muy mal, con el recuerdo de Siema y Dolores, ahi parados al lado mió, empañándome el alma.
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