Silbò una melodica en medio del verano del agun lado mas acà del nuevo milenio.
se persignarìa, pero mucho mas tarde. con el rabo inferior del ojo pudo ver su barriga.
brillante, redonda, ligeramente peluda, y por sobre la barriga, los pectorales
que a veces parecian pechos, en especial cuando se veia en fotos. siempre habia
sido asì. demasiada grasa en donde se paraban los musculos. en la entrepierna tambien.
se habia afeitado un par de veces ahi abajo, por estar al pedo o por ser flexible.
cosas que se hacen en el nombre del amor, o lo que quede de el despues de
escribir esto. el monte, ahi abajo, se veia ahora hirsuto, bajo control, bajo el pudor,
los rizos negros sobre la piel blanca, un poco de pelo por sobre y alrededor de una
poronga comun y corriente, casi diminuta, perdida entre las esquinas lechosas
de las piernas y la panza. uno nace asì, te morìs asì. a veces se le daba por pensar
demasiado en el hecho de tener un pitito normal, casi tanto como pensar casi en
que hubiera mejor sido nacer con alguna suerte de deformidad fisica, o sin pene en
absoluto. un cigarrillo en la mano, la musica prendida flotando como una delgada linea
muda y profundamente azul entre los labios inmoviles. tambien podia sentir su pelo caer
tempranamente, treinta y siete, se decia a si mismo, treinta y siete y todo acabado,
las reuniones de psicoterapia donde bajaba la cabeza mientras daba vueltas el mate,
las caras, por dios. las caras. uno nacia solo para estar lisa y llanamente clavado al
agujero del orto del mundo y ver mas ortos mirandote fijamente a los ojos, y
los culos se contaban sus problemas y lloraban y hacian reuniones y tomaban cafe
y se contaban sus penas y sus alegrias entre ayes irrisorios, llorar era importante,
reir era importante, espasmar orgasmar matar sufrir compartirlo todo y a la noche
descanasla espina dorsal y los filos de los dientes era importante. trabajar. buscar
la luz en un teatro de guerra donde las luminarias hacian el grueso de los volumenes
del desastre, donde los desheredados del infierno se convertian en los best sellers
en las estanterias de los verdaderos, pulcros, educados, escolarizados, salariados
perdedores del universo conocido y por conocer. No habia mas. Ni mejor.
Y la musica corria y el miraba su panza de fideos con salsa y se preguntaba
como podria ser que no se hubiera muerto hace mucho tiempo. Sabìa que no
habian sido las drogas poque las drogas seguramente le hubieran gustado, y mucho.
El alcohol. El alcohol, todo bien con el chupe. No lo probaba demasiado por las
mismas razones cobardes: emprender cualquier tarea posiblemente fructuosa le
provocaba un pudor suicida que iba solo en la direccion de la eternizacion de
una contenida bacanal personal de estupidez. El alcohol era bueno. Estaba todo bien
con el alcohol, pero para ser un genio como todos los demas, tenia tiempo de pensarlo,
y penarlo, y penarse y nunca perdonarse y saberse unico en su estrafalario afan de
esconderse de las noches de baile, de fiestas, de la malaria de la alegria. Ah,
la felicidad. Penso en esto y se aferrò a un nuevo cigarrillo. Estiro la mano y se
lo llevo a la boca. Un cigarrillo quema a una temperatura cercana a los quinientos grados.
Su boca quemaba mas que sesenta cigarrillos por dia. Por sus labios habian pasado
solo unas dos docenas de mujeres, una mas tonta y fea que la otra y a cada una
que le sucedia, mas tonta era la siguiente. Tenian un problema: querian amor.
Fernando tenia un problema: daba amor. No cojìa, hacìa el amor. Y cuando la
cosa no funcionaba y la pija se bajaba, por supuesto, ellas berreaban intensamente
con toda la locura que solo un animal estupido puede hacer, y al no tener
AMOR, querian ser culiadas. Se bajaba el telòn, solo por esa noche. Al dia
siguiente, la mujer no estaba. Se tomaba cuatro ibuprofenos para el dolor de
espalda, un antiepileptico, dos tazas de mate cocido, bajaba al kiosko de la
vuelta de la esquina y le pedia al pibe que atendia el puesto un pancho: queso,
salsa golf, papitas. Y la salchicha, que estaba hecha de carne de perro muerta
moldeada por un pedazo de acero muerto caliente, EXACTAMENTE IGUAL QUE
SU VERGA. El sol brillaba alto y enojado en verano, aunque era mejor que en invierno,
y el sol le daba en el cuero cabelludo y entre los poros y en los brazos y a traves
de los agujeros en la suela de las zapatillas, y en el alma, donde se consumia
con rapidez un joven de quince años con un avion de papel en la mano esperando
una razon hecha de huesos para volar. Un tipo solitario, este Fernando. La vida
no lo habia tratado muy bien, la vida no lo habia tratado muy mal, la vida simplemente
lo habia esquivado con un gesto de desinteres en la boca, encogido de hombros, dado un
paso al costado y seguido su camino y Fernando se habia quedado esperando que la vida
volviera atras, pero al no venir, Fernando habia quedado en suspension criogenica emocional
por los ltimos veinte años. Habian ocurrido algun par de sucesos. Enfermedad y muerte
del padre, muerte de la abuela, divorcios, un par de novias melindrosas con cara de
pesadilla, y el loquero, el loquero lo habia perseguido los ultimos diez años,
la enfermedad mental de los que sienten demasiado lo habia atracado de mala manera,
aunque no habia descendido tanto como la mayoria de la gente que habia conocido este
ultimo tiempo. No habia sido internado, habia estado cerca, pero habia vuelto a su
casa a volverse loco por cuenta y cargo propio, nada de inyecciones ni enfermeras,
pero si habia visto lo que es pagar el precio equivalente al corazon negro profundo
de un hombre adulto, esto es, poco despues de que mil millones de lagrimas y arrugas
nuevas en la frente lo pusieran como un palo clavado en medio del desierto a preguntarse
cuantos pares son tres botas. Enfermedad de la madre. Todos sus amigos estaban
mentalmente discapacitados, o tenian algun tipo de defecto estructural cerebral
importante, viviendo con sus madres y padres, comiendo buen morfi, amados,
apalancados, mamados y vueltos a tapar con la mantita,pero, en realidad, eso no le
disgustaba, porque Fernando, lo que mas queria, era irse a vivir con el Sapo Pepe a
Barrio Parque a escribir folletines del Far West desde un semi-loft en lo alto de
la luz estroboscopica del Monte de los Soretes. Pero eso no ocurriria nunca. Su
propia condenaciòn estaba en persistir en la maldita lucha de clases:
cualquiera que tuviera un par de zapatos o zapatillas de mayor valor a doscientos cincuenta
pesos era un mierda. Una vez, Fernando habia tenido un buen fangote en el bosillo,
rara ocasion que fue desperdiciada de la manera mas pendeja, atribuido a que solo era el
dinero de un muerto, nueve mil dolares de groso capital tirada a la basura
en un par de Toppers verdes, empanadas de gourmet y una abrochadora italiana para
engrapar los tickets de las expensas. Cuando se termino la pala, tuvo que poner
cincuenta dolares para cancelar la cuenta de ahorro, y ESA plata ya estaba en el debe
de la cuenta. Se habian acabado los dias de vino y rosas, y no habia habido rosas, y no
habia habido vino, solo unas cervezas a cuenta de quien suscribe y manises. Y no
habia habido ningun amor. Un par de zorras grises con quienes perder el tiempo
y la saliva en un pallier de desastre en las zonas mortales del invierno de la vida muerta.
La cabeza no funcionaba, se pagaban las deudas, no habia calefon, no habia limpieza,
ni religion, ni verdadera diversion, ni espiritualidad, nada, solo un abrir y cerrar de
puertas de todo tipo mientras los testiculos se vaciaban y los orgasmos apretaban
los dientes de los actores en un relampago sin sentido y finitesimal. Igual que ahora,
la musica sonaba, y mientras el compàs era aprendido por los actores efìmeros, la obra
se desenvolvia cansinamente hacia un final sin mas emociones que una cuenta bancaria
exhausta y lujos desgastados hacia un simple plato de fideos, videos porno a la medianoche,
y cigarrrilos de saldo pedidos por cartones mientras el aire de la noche entraba por
huecos que silbaban carcomiendo las viejas paredes del departamento sin muebles, y
hacia tartamudeara los marcos de las ventanas corredizas, mientras un aullido humano
entraba a ravez dee la noche y abombaba los oidos y esto, esto que se lee, se hacìa y se
hace, porque no hay nada mas que intentar por hacer, mas que nacer.
se persignarìa, pero mucho mas tarde. con el rabo inferior del ojo pudo ver su barriga.
brillante, redonda, ligeramente peluda, y por sobre la barriga, los pectorales
que a veces parecian pechos, en especial cuando se veia en fotos. siempre habia
sido asì. demasiada grasa en donde se paraban los musculos. en la entrepierna tambien.
se habia afeitado un par de veces ahi abajo, por estar al pedo o por ser flexible.
cosas que se hacen en el nombre del amor, o lo que quede de el despues de
escribir esto. el monte, ahi abajo, se veia ahora hirsuto, bajo control, bajo el pudor,
los rizos negros sobre la piel blanca, un poco de pelo por sobre y alrededor de una
poronga comun y corriente, casi diminuta, perdida entre las esquinas lechosas
de las piernas y la panza. uno nace asì, te morìs asì. a veces se le daba por pensar
demasiado en el hecho de tener un pitito normal, casi tanto como pensar casi en
que hubiera mejor sido nacer con alguna suerte de deformidad fisica, o sin pene en
absoluto. un cigarrillo en la mano, la musica prendida flotando como una delgada linea
muda y profundamente azul entre los labios inmoviles. tambien podia sentir su pelo caer
tempranamente, treinta y siete, se decia a si mismo, treinta y siete y todo acabado,
las reuniones de psicoterapia donde bajaba la cabeza mientras daba vueltas el mate,
las caras, por dios. las caras. uno nacia solo para estar lisa y llanamente clavado al
agujero del orto del mundo y ver mas ortos mirandote fijamente a los ojos, y
los culos se contaban sus problemas y lloraban y hacian reuniones y tomaban cafe
y se contaban sus penas y sus alegrias entre ayes irrisorios, llorar era importante,
reir era importante, espasmar orgasmar matar sufrir compartirlo todo y a la noche
descanasla espina dorsal y los filos de los dientes era importante. trabajar. buscar
la luz en un teatro de guerra donde las luminarias hacian el grueso de los volumenes
del desastre, donde los desheredados del infierno se convertian en los best sellers
en las estanterias de los verdaderos, pulcros, educados, escolarizados, salariados
perdedores del universo conocido y por conocer. No habia mas. Ni mejor.
Y la musica corria y el miraba su panza de fideos con salsa y se preguntaba
como podria ser que no se hubiera muerto hace mucho tiempo. Sabìa que no
habian sido las drogas poque las drogas seguramente le hubieran gustado, y mucho.
El alcohol. El alcohol, todo bien con el chupe. No lo probaba demasiado por las
mismas razones cobardes: emprender cualquier tarea posiblemente fructuosa le
provocaba un pudor suicida que iba solo en la direccion de la eternizacion de
una contenida bacanal personal de estupidez. El alcohol era bueno. Estaba todo bien
con el alcohol, pero para ser un genio como todos los demas, tenia tiempo de pensarlo,
y penarlo, y penarse y nunca perdonarse y saberse unico en su estrafalario afan de
esconderse de las noches de baile, de fiestas, de la malaria de la alegria. Ah,
la felicidad. Penso en esto y se aferrò a un nuevo cigarrillo. Estiro la mano y se
lo llevo a la boca. Un cigarrillo quema a una temperatura cercana a los quinientos grados.
Su boca quemaba mas que sesenta cigarrillos por dia. Por sus labios habian pasado
solo unas dos docenas de mujeres, una mas tonta y fea que la otra y a cada una
que le sucedia, mas tonta era la siguiente. Tenian un problema: querian amor.
Fernando tenia un problema: daba amor. No cojìa, hacìa el amor. Y cuando la
cosa no funcionaba y la pija se bajaba, por supuesto, ellas berreaban intensamente
con toda la locura que solo un animal estupido puede hacer, y al no tener
AMOR, querian ser culiadas. Se bajaba el telòn, solo por esa noche. Al dia
siguiente, la mujer no estaba. Se tomaba cuatro ibuprofenos para el dolor de
espalda, un antiepileptico, dos tazas de mate cocido, bajaba al kiosko de la
vuelta de la esquina y le pedia al pibe que atendia el puesto un pancho: queso,
salsa golf, papitas. Y la salchicha, que estaba hecha de carne de perro muerta
moldeada por un pedazo de acero muerto caliente, EXACTAMENTE IGUAL QUE
SU VERGA. El sol brillaba alto y enojado en verano, aunque era mejor que en invierno,
y el sol le daba en el cuero cabelludo y entre los poros y en los brazos y a traves
de los agujeros en la suela de las zapatillas, y en el alma, donde se consumia
con rapidez un joven de quince años con un avion de papel en la mano esperando
una razon hecha de huesos para volar. Un tipo solitario, este Fernando. La vida
no lo habia tratado muy bien, la vida no lo habia tratado muy mal, la vida simplemente
lo habia esquivado con un gesto de desinteres en la boca, encogido de hombros, dado un
paso al costado y seguido su camino y Fernando se habia quedado esperando que la vida
volviera atras, pero al no venir, Fernando habia quedado en suspension criogenica emocional
por los ltimos veinte años. Habian ocurrido algun par de sucesos. Enfermedad y muerte
del padre, muerte de la abuela, divorcios, un par de novias melindrosas con cara de
pesadilla, y el loquero, el loquero lo habia perseguido los ultimos diez años,
la enfermedad mental de los que sienten demasiado lo habia atracado de mala manera,
aunque no habia descendido tanto como la mayoria de la gente que habia conocido este
ultimo tiempo. No habia sido internado, habia estado cerca, pero habia vuelto a su
casa a volverse loco por cuenta y cargo propio, nada de inyecciones ni enfermeras,
pero si habia visto lo que es pagar el precio equivalente al corazon negro profundo
de un hombre adulto, esto es, poco despues de que mil millones de lagrimas y arrugas
nuevas en la frente lo pusieran como un palo clavado en medio del desierto a preguntarse
cuantos pares son tres botas. Enfermedad de la madre. Todos sus amigos estaban
mentalmente discapacitados, o tenian algun tipo de defecto estructural cerebral
importante, viviendo con sus madres y padres, comiendo buen morfi, amados,
apalancados, mamados y vueltos a tapar con la mantita,pero, en realidad, eso no le
disgustaba, porque Fernando, lo que mas queria, era irse a vivir con el Sapo Pepe a
Barrio Parque a escribir folletines del Far West desde un semi-loft en lo alto de
la luz estroboscopica del Monte de los Soretes. Pero eso no ocurriria nunca. Su
propia condenaciòn estaba en persistir en la maldita lucha de clases:
cualquiera que tuviera un par de zapatos o zapatillas de mayor valor a doscientos cincuenta
pesos era un mierda. Una vez, Fernando habia tenido un buen fangote en el bosillo,
rara ocasion que fue desperdiciada de la manera mas pendeja, atribuido a que solo era el
dinero de un muerto, nueve mil dolares de groso capital tirada a la basura
en un par de Toppers verdes, empanadas de gourmet y una abrochadora italiana para
engrapar los tickets de las expensas. Cuando se termino la pala, tuvo que poner
cincuenta dolares para cancelar la cuenta de ahorro, y ESA plata ya estaba en el debe
de la cuenta. Se habian acabado los dias de vino y rosas, y no habia habido rosas, y no
habia habido vino, solo unas cervezas a cuenta de quien suscribe y manises. Y no
habia habido ningun amor. Un par de zorras grises con quienes perder el tiempo
y la saliva en un pallier de desastre en las zonas mortales del invierno de la vida muerta.
La cabeza no funcionaba, se pagaban las deudas, no habia calefon, no habia limpieza,
ni religion, ni verdadera diversion, ni espiritualidad, nada, solo un abrir y cerrar de
puertas de todo tipo mientras los testiculos se vaciaban y los orgasmos apretaban
los dientes de los actores en un relampago sin sentido y finitesimal. Igual que ahora,
la musica sonaba, y mientras el compàs era aprendido por los actores efìmeros, la obra
se desenvolvia cansinamente hacia un final sin mas emociones que una cuenta bancaria
exhausta y lujos desgastados hacia un simple plato de fideos, videos porno a la medianoche,
y cigarrrilos de saldo pedidos por cartones mientras el aire de la noche entraba por
huecos que silbaban carcomiendo las viejas paredes del departamento sin muebles, y
hacia tartamudeara los marcos de las ventanas corredizas, mientras un aullido humano
entraba a ravez dee la noche y abombaba los oidos y esto, esto que se lee, se hacìa y se
hace, porque no hay nada mas que intentar por hacer, mas que nacer.